Vivir sin preocupaciones

marzo 4, 2014

Recopilación

En todo caso, por mucho que uno se preocupe, ¿cómo podrá prolongar su vida ni siquiera una hora?  Mateo 6:27[1]

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¿Acostumbras cruzar ríos antes de llegar a ellos? ¿Te haces mala sangre por problemas que nunca llegan a suceder o te esperas lo peor de parte del Señor en lugar de esperar lo mejor? Eso es, precisamente, lo que significa el verbo «afanarse»: preocuparse en vano.

«No se preocupen» es una orden de lo más simple y directa, no obstante difícil de obedecer. M. D. Babcock ofrece varias sugerencias beneficiosas a la persona que se siente derrotada por el mal tan común que es la preocupación. «El cristiano que cae presa de la ansiedad no solo se hace daño a sí mismo sino que también perjudica la fe de quienes lo conocen y conocen también el buen nombre del Señor que ha prometido hacerse cargo de todas sus necesidades». No hay nada por lo que no se pueda orar. Analicen más a fondo el siguiente texto: «En toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios». Todo lo que podemos presentarle a Dios, se lo podemos encomendar. Aquello en lo que invertimos nuestra fidelidad Él lo perfeccionará por medio de Su fidelidad. Nosotros damos nuestro mejor esfuerzo y Él nos trata a cuerpo de rey. Puede que no seamos tan exitosos como nos lo proponemos, pero el Padre sabe lo que necesitan Sus hijos. Lo que Dios nos encomienda, lo podemos hacer; lo que nos pide que soportemos, lo podemos soportar. ¿Acaso no cuenta con suficientes recursos como para suplir nuestra necesidad?  Con las necesidades de cada día vendrá también Su provisión prometida: «Bástate Mi gracia».

No olvidemos las palabras que vienen a continuación en ese pasaje: «…y denle gracias». Busquemos Sus misericordias. Por la determinación del corazón ven los ojos. Si quieres andar cabizbajo y triste, encontrarás más que suficientes motivos para deprimirte; si quieres vivir feliz, verás que hay alegría de sobra como para que vivas dichoso. Más vale perder la cuenta enumerando tus bendiciones que perderte tus bendiciones de tanto hablar de tus problemas.

Deshaz la trenza de ese versículo y vuelve a trenzarlo incorporándole tu ser, entrelazando confianza, oración y gratitud, y desechando toda ansiedad, orando sin cesar, agradeciendo por todo, «y la paz que sobrepasa todo entendimiento guardará tu corazón y tu mente por medio de Cristo Jesús».  Pensamientos para la vida cotidiana[2]

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Dios no nos abre camino de antemano en preparación para cuando lleguemos. Tampoco nos promete ayuda antes de que la necesitemos. No quita de en medio los obstáculos antes de que los alcancemos. Sin embargo, cuando nos encontramos al borde de nuestra necesidad, Dios nos extiende la mano. Muchos olvidan esto, y se la pasan preocupándose por las dificultades que anticipan que se les presentarán. Suponen que Dios les abrirá pasos miles de kilómetros antes de que pasen, cuando lo que Él prometió en realidad es hacerlo paso a paso, a medida que se presente la necesidad. Debemos llegar a las aguas y las inundaciones antes de poder reclamarle lo que nos prometió. Muchas personas aborrecen la noción de la muerte y se lamentan de no contar de antemano con la «gracia para morir». Es obvio que no contarán con esa gracia cuando gozan de buena salud, se encuentran en plena etapa activa en la vida y la muerte para ellos aún está muy lejos. ¿Para qué habrían de requerirla? Lo que necesitan es gracia para la tarea que tienen a la mano, gracia para vivir. Cuando les llegue el momento de enfrentar la muerte, entonces necesitarán gracia para morir.  J. R. Miller

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No se inquieten por nada[3].

No son pocos los cristianos que viven en un estado de permanente ansiedad, mientras que otros se preocupan y angustian muchísimo. Cómo vivir completamente en paz en medio del ajetreo cotidiano es un secreto que vale la pena conocer. ¿Para qué sirve la preocupación? Que yo sepa, jamás ha ayudado a nadie a ser más fuerte, nunca ha contribuido a que alguien logre cumplir la voluntad de Dios ni tampoco le ha servido como vía de escape para huir de la confusión. La preocupación arruina vidas que de otro modo serían útiles y bellas. La angustia permanente, la ansiedad y la preocupación están terminantemente prohibidas por nuestro Señor, que dijo: «No se preocupen» —es decir, no se inquieten— «preguntándose “¿Qué comeremos?” o “¿Qué beberemos?”, o “¿Con qué nos vestiremos?”» No es que Él pretenda que no seamos previsores, ni que vivamos de manera improvisada sin planificación alguna; lo que espera es que no nos preocupemos de esas cosas. La gente se da cuenta cuando vives preocupado, por las líneas que se te forman en el rostro, por el tono que adopta tu voz y por la ausencia de alegría que manifiesta tu espíritu. Remóntate a las alturas de una vida entregada a la merced de Dios y así podrás contemplar desde arriba las nubes bajo tus pies.  Rev. Darlow Sargeant[4]

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Un recuento de la fidelidad de Dios en el pasado se combina con la esperanza en un futuro mejor con un propósito: equiparnos para el presente. Como dijo Tolstoi, el presente es lo único que podemos controlar. No podemos cambiar el pasado y el futuro es impredecible. Lo único que puedo vivir es la vida que se encuentra directamente frente a mí. Los cristianos fieles oran diciendo: «Hágase Tu voluntad, en la Tierra como en el Cielo», y acto seguido proceden a implementar la voluntad de Dios —el amor, la justicia y la paz, la misericordia y el perdón— en el presente, en la Tierra.

Si reflexiono acerca de todo mi peregrinaje espiritual al mismo tiempo, por lo general acabo con un sentimiento de nostalgia por las veces en que percibía a Dios mucho más cercano que ahora. He llegado a la conclusión de que la fe no es algo estacionario, ni una habilidad que puedo llegar a dominar. Se me presenta como un regalo de Dios, y tengo que pedirlo en oración día tras día, al igual que oro por el pan de cada día. Una amiga mía que quedó paralizada tras sufrir un accidente asocia estrechamente el momento más decisivo de su fe a ese principio. No se sentía capaz de enfrentar una vida de parálisis total; no obstante, de lo que sí se sentía capaz era de encarar sus circunstancias un día a la vez, con la ayuda de Dios. La Biblia contiene 365 órdenes de «no temer»: es la instrucción más reiterada en toda la Biblia. Es como si se nos quisiera recordar diariamente que enfrentaremos dificultades que naturalmente nos provocarán temor.

«En el amor no hay temor», escribe el apóstol Juan, «sino que el perfecto amor echa fuera el temor…» Y luego procede a señalarnos la fuente de ese amor perfecto: «Amamos, porque Él nos amó primero». Dicho de otro modo, la cura para el temor no se consigue cambiando nuestras circunstancias sino más bien arraigándonos firmemente al amor de Dios. Yo le pido a Dios que se me revele de manera directa, o a través de mi relación con las personas que también lo conocen, oración que a Dios agrada sobremanera responder.  Philip Yancey[5]

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Cuando un guía te conduce por un sendero que para ti es nuevo, no te dice qué necesitarás antes de llegar a la curva o a la bifurcación en el camino. Espera hasta que llegues al punto en que necesitas saber antes de decirte qué hacer o hacia dónde debes dirigirte; así es también con el Señor. En la mayoría de los casos no es necesario que conozcas todos los detalles de lo que harás mañana. Jesús nos dijo que no nos preocupáramos por el mañana. A menudo es necesario hacer planes con anticipación, pero no tenemos por qué preocuparnos por el mañana. Haz simplemente lo que Dios sabe que puedes hacer y lo que te pide que hagas hoy, y prepárate para hacer lo mismo mañana.  David Brandt Berg[6]

Publicado en Áncora en marzo de 2014. Traducción: Irene Quiti Vera y Antonia López.


[1] DHH.

[2] Arroyos en el desierto, Volumen 2 (Zondervan, 1977).

[3] Filipenses 4:6 NVI.

[4] Arroyos en el desierto, Volumen 1 (Zondervan, 1965).

[5] Reaching for the Invisible God (Zondervan, 2000).

[6] More Than Conquerors. A Mountain Streams book (Aurora Production, 2002).

 

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