febrero 19, 2014
Todo comenzó el día en que Dios me dijo que regalara mi Biblia.
Estaba extenuada de viajar dando conferencias. Lo que más deseaba era encontrar el asiento que se me había asignado dentro del avión y acomodarme para darme una larga siesta invernal. Imaginen la satisfacción que experimenté al ver que era la única persona de mi fila. Me disponía a cerrar los ojos cuando en el último instante dos pasajeros se aproximaron a mi fila y tomaron asiento.
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