Solitario

diciembre 2, 2013

David Brandt Berg

¿No lloras nunca por el mundo? Jesús lloró incluso por Jerusalén. El versículo más corto de la Biblia dice: «Jesús lloró».[1] El Señor era compasivo. Se entristecía y se apenaba por causa del mundo. Fue un «varón de dolores, experimentado en quebranto».[2]

Tenemos que escuchar el clamor del mundo. Es necesario que seamos sensibles al dolor y la tristeza de la gente; si no, ¿cómo vamos a sentir compasión de ella? ¿Cómo vamos a sentir amor por ella si no comprendemos su soledad, su carencia de amor y su tristeza?

No sé cómo podemos amar a la gente del mundo ni cómo podemos captar el amor del Señor si no nos compadecemos de esas personas, si no nos dan lástima. En una ocasión Jesús estaba cansado y no tenía ganas de salir; pero vio a la multitud que necesitaba Su ayuda y la Biblia dice que tuvo compasión de ella.[3] Quería escaparse, pero tuvo compasión de la muchedumbre, sintió pena. Se sintió obligado a hacer algo, a ayudar; y salió al encuentro de la gente.

¿Te acuerdas de cuando te sentías solo sin el Señor y te parecía que todo te abatía, que no había amor, que no había esperanza? Eso debería partirnos el corazón y motivarnos a orar y a hacer todo lo posible por conducir a la gente hacia el Señor.

Creo que fueron esos 15 años que estuve viajando sin ninguna compañía los que contribuyeron a partirme el alma y me llevaron a compadecerme de las pobres personas solitarias que hay en el mundo. Tuve oportunidad de estar con ellas y de sentir lo que sienten. Yo había vivido en un paraíso, en el seno de una familia cristiana, sirviendo a Dios, entre iglesias, reuniones religiosas y cosas así, y no sabía cómo era el mundo. Creo que el Señor me permitió vivir eso para quebrantarme, para que sintiera lástima del mundo, para que sintiera pena por la gente, sintiera tristeza al verla, la amara y me compadeciera.

¡Qué tristeza! ¡Qué soledad! No encuentran salida, nada que los haga felices; todo las hunde. Las personas siempre andan buscando un nuevo amor, un amor que sea auténtico, y en muchos casos no lo encuentran. Saben que debe de existir, lo anhelan, lo presienten; pero no lo encuentran, porque no encuentran al Señor.

Es triste, pero es cierto. Los griegos, en sus tragedias, lo llamaban catarsis. Decían que la tragedia tenía mejores efectos que la comedia porque causaba una catarsis, una purificación; limpiaba y purificaba. Lo mismo ocurre con las emociones profundas y el llanto: lavan lo impuro, la estupidez, la necedad, y nos vuelven sinceros. La tragedia purifica. Dice un poema:

Salí con el Placer,
y él de hablar no paraba;
pero lo que le oí
no me sirvió de nada.

Salí con la Tristeza,
y no dijo ni pío;
mas aprendí un montón
aquel día sombrío.
Robert Browning Hamilton

Por eso me parece que muchas películas, hasta las que tienen un argumento trágico, son a lo mejor más beneficiosas, limpian más, purifican más y lo conmueven más a uno con lo que ocurre en el mundo que los filmes tontos y frívolos, mal llamados alegres.

¡Hay tantos ancianos solitarios! Hay tanta tristeza en el mundo. ¡Qué tristes esos ancianos que están solos y se dedican a hacer solitarios! Son las personas más solas y desdichadas del mundo. Están tan solas. Muchos han perdido a su cónyuge; y a esas alturas de la vida ya es tarde para encontrar a otra persona. No tienen a nadie con quien hablar y que les haga compañía, a nadie con quien dormir. Sin el Señor su soledad es inmensa.

Eso debería motivarnos a hacer todo lo posible por llevarles el amor de Jesús. Por lo menos podemos llevarles salvación, y rescatarlos de su soledad, de su tristeza y de sus solitarios al final, a las puertas de la muerte.

Señor, ayúdanos a acudir en auxilio de esas pobres personas que viven en gran soledad, que se la pasan haciendo solitarios, tan solas, tan tristes. Saben que han ofendido a otros y han perdido su amor, a veces por su propia culpa, por abandono. Ayúdanos a comunicarles el amor que aliviará su soledad. Te rogamos que nos des amor y que ellos les des el amor que necesitan para salir adelante, esas personas que hacen solitarios, que están tristes, que tienen el corazón desgarrado, que están solas, sin amor y sin vida, en gran soledad. Ayúdanos a llevarles Tu inapreciable amor y la buena nueva de felicidad y amor para siempre. Quebranta nuestro corazón, haz que nos duela, ablándanos, conmuévenos, vuélvenos compasivos, danos ganas de ayudar a esos pobres ancianos.

La Palabra de Dios dice: «Honra a tu padre y a tu madre».[4] Algunas de esas personas se encuentran muy solas. Todos sus hijos se han ido de casa. Se han quedado solas en su hogar y piensan en sus hijos, particularmente en Navidad.

Jesús, amoroso pastor,
cuan preciado es para mí.
Cuánto lo amo y lo adoro
por lo que de Él recibí.
En el monte frío y oscuro
perdido andaba yo.
Buscó la ovejita perdida
y al redil me devolvió.

Jesús es lo más dulce para mí,
Jesús, Jesús, solo seré  de Ti.
Adonde vaya el camino,
adonde me guíes, iré;
y al terminar la jornada
Tu gloriosa faz veré.[5]

Si Dios logra quebrantar y enternecer nuestro corazón, después lo corteja, lo conquista, le infunde calor, lo ablanda y lo hace brillar y arder de felicidad, de forma que ya no sufra de soledad. ¡Entonces podemos ir y hacer partícipes a los demás del amor de Dios, Su consuelo y Su compañía, de modo que dejen de estar solitarios!

Artículo publicado por primera vez en febrero de 1980. Pasajes seleccionados, adaptados y publicados de nuevo en diciembre de 2013.


[1] Juan 11:35.

[2] Isaías 53:3.

[3] Marcos 6:34.

[4] Éxodo 20:12.

[5] Texto adaptado de Jesus Is Dearer Than All, de George Bennard, 1914.

 

Copyright © 2024 The Family International