Una humilde y hermosa Navidad

diciembre 10, 2013

Recopilación

Está escrito en Hageo 2:6-7 que Dios dice: «Haré temblar los cielos. Traerán los tesoros de todas las naciones.» Esto se cumplió hoy, porque los cielos se estremecieron; es decir, los ángeles del cielo cantaron alabanzas a Dios. Y la tierra se estremeció; o sea, los pueblos de la tierra se agitaron; uno viajando a esta ciudad, otro por toda la tierra, nos dice el Evangelio. No fue un levantamiento violento y sangriento, sino más bien pacífico, motivado por Dios, que es el Dios de paz.

Este Evangelio es tan claro que no requiere de mucha explicación, pero se debe tomar muy en cuenta, debe llamarnos a la reflexión; y nadie será más recompensado por él que aquellos que con un corazón calmado y apacible, dejan todo de lado y con diligencia lo examinan. Es igual que el sol que se refleja en aguas calmadas y da un calor vigorizante, pero que no se puede ver fácilmente, ni puede dar tal calor en aguas turbulentas.

Primero, observen cómo las cosas que suceden en la tierra nos parecen comunes y ordinarias, y sin embargo en el cielo son muy respetadas. En la tierra se diría algo así: Aquí tenemos a una pobre chica, María de Nazaret, no muy estimada, pero una de las ciudadanas más humildes del pueblo. Nadie está al tanto de la maravilla que lleva; es silenciosa, discreta y no se consideraba gran cosa. Inicia una relación con su esposo, José; lo más probable es que no tuvieran sirviente, y él tenía que hacer las veces de maestro y de siervo, y ella de ama de casa y empleada doméstica. Con lo cual se vieron obligados a dejar su casa desocupada o pedirle a alguien que se la cuidara.

Obviamente tenían un burro, en el que se montó María, aunque el Evangelio no lo menciona, y es posible que fuera caminando con José. Imagínense cómo la despreciarían en las posadas y los lugares donde paraban, aunque merecía viajar en una carroza de oro.

Sin duda, en esa época había muchas esposas e hijas de señores importantes que vivían en apartamentos de lujo y gran esplendor, mientras la madre de Dios hacía un viaje en medio del invierno en circunstancias muy precarias. Curiosas diferencias se dan en la vida. Era un viaje de más de un día de Nazaret de Galilea a Belén, en la tierra de Judea. Tuvieron que atravesar o bordear Jerusalén, porque Belén está al sur de Jerusalén, mientras que Nazaret queda al norte.

El evangelista describe que cuando llegaron a Belén, eran los más insignificantes y despreciados, al punto que tuvieron que ceder su lugar a otros hasta verse obligados de refugiarse en un establo, compartiendo con el ganado el alojamiento, la mesa, el habitáculo y la cama, mientras que muchas personas malas se sentaban a la cabeza en hoteles siendo honrados como señores. Nadie se dio cuenta o tomó conciencia de lo que Dios estaba haciendo en aquel establo. Dejó vacías las amplias casas y los apartamentos costosos, dejó que sus habitantes comieran, bebieran y se divirtieran; pero este consuelo y estos tesoros les fueron ocultados. ¡Qué noche tan oscura fue aquella para Belén que no se dio cuenta de la existencia de aquella luz gloriosa! Esto demuestra la poca importancia que Dios le da a las costumbres mundanas, sus usanzas y deseos. Y también lo poco que el mundo conoce o nota a Dios; lo que Él es, lo que tiene y lo que hace.

Esta es la primera ilustración con la que Cristo avergüenza al mundo y desenmascara lo que hacen y lo que saben los del mundo. Demuestra que la mayor sabiduría del mundo es necedad, sus mejores obras no sirven y sus mejores tesoros son una desgracia. ¿Qué tenía Belén cuando no tenía a Cristo? ¿Qué tienen ahora los que en aquel momento tenían suficiente? ¿Qué les falta a María y a José ahora, aunque en esos días no tenían una morada donde descansar cómodamente?

¿Pero qué pasa en el Cielo cuando sucede este nacimiento? En la medida en que es despreciado en la tierra es honrado en el Cielo mil veces más. Si un ángel descendiera del Cielo y te honrara como persona y por tus logros, ¿acaso no lo valorarías más que las alabanzas y honores que te pudiera brindar el mundo? ¿Y no estarías dispuesto a soportar humillaciones y rechazos? Qué honor más extraordinario podría uno desear que el de escuchar a los ángeles en el Cielo regocijarse incontrolablemente hasta tal punto que los pastores en los campos los oyen predicar, alabar a Dios, cantar y gozar sin medida.  Martín Lutero[1]

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¿No habría sido mucho más respetable y correcto que el Rey de reyes, Jesús, naciera en un palacio, en presencia de ilustres cortesanos, y que lo agraciaran con los honores y alabanzas de la sociedad? En cambio, vio la luz en el suelo sucio de un establo, entre vacas y asnos, y lo envolvieron en trapos para acostarlo en un comedero de animales, con un variopinto grupo de pastorcillos pobres hincados de rodillas en el suelo.

Dios más bien suele obrar de maneras inesperadas, incorrectas, poco tradicionales, poco ortodoxas y poco ceremoniosas, al revés de como nos imaginamos. «Porque Mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos Mis caminos —dice el Señor—. Como son más altos los cielos que la tierra, así son Mis caminos más altos que vuestros caminos, y Mis pensamientos más que vuestros pensamientos»[2]. ¿Quién puede conocer la mente del Señor? Y ¿quién puede enseñarle algo?[3]  David Brandt Berg[4]

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Grandioso pequeñito cuyo curioso nacimiento
eleva las cosas mundanas a la hermosura del Cielo.  Richard Crashaw

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Dios se vale de los pueblitos, los hijos menores y las hondas para exaltar Su gloria en contraste; para demostrar que no depende en lo más mínimo de la gloria, la grandeza o los logros humanos. El apóstol Pablo lo expresa de esta manera en la 1ª epístola a los Corintios 1:27-31. «Pero Dios escogió lo insensato del mundo para avergonzar a los sabios, y escogió lo débil del mundo para avergonzar a los poderosos. También escogió Dios lo más bajo y despreciado, y lo que no es nada, para anular lo que es, a fin de que en Su presencia nadie pueda jactarse. […] Si alguien ha de gloriarse, que se gloríe en el Señor.» Dios escogió un establo para que ningún posadero se jactara y dijera: «Escogió mi posada». Dios escogió un pesebre para que ningún maderero se jactara diciendo: «Escogió mi modelo de cama». Escogió Belén para que nadie pudiera decir: «La grandeza de nuestra ciudad acogió a este ser divino».

«¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál principio? ¿Por el de la observancia de la ley? No, sino por el de la fe. Porque sostenemos que todos somos justificados por la fe, y no por las obras que la ley exige»[5]. La elección divina de que la encarnación fuera en la pequeña Belén es esencialmente un mensaje de justificación por la fe y no por las obras de la ley. Belén significa que Dios no concede la bendición de la salvación por méritos propios de una persona o por sus logros. No escoge ciudades o gente por su prominencia, su grandeza o sus distinciones. Cuando escoge, elije con total libertad para magnificar la gloria de Sus misericordias. Con lo cual, cuando Miqueas contrasta a la pequeña Belén con la grandeza del Mesías, nos muestra un acto típico de Dios: exalta Su gloria y reemplaza la jactancia humana por gratitud, alabanza y fe. «Gloria a Dios en las alturas», dijeron los ángeles. Nosotros deberíamos decir lo mismo.  John Piper[6]

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¿Por qué habría de haber un anuncio milagroso, y por qué dirigirlo a esos pastores?

Fue apropiado que esas voces angelicales presenciaran semejante acontecimiento, ya sea que la humanidad las escuchara o no; y porque grabadas, su canción ha ayudado al mundo a entender la naturaleza y el sentido de ese nacimiento. La gloria se esfumó de los alrededores rápidamente, y la música de la canción siguió sonando un momento en los oídos de los primeros oyentes, pero sigue haciendo eco en toda la tierra, y cada generación se sintoniza a ella con admiración y esperanza.

La selección de dos o tres campesinos como receptores del mensaje, la hora en que fue dado y el lugar son todos simbolismos especiales. No fue por nada que la gloria del Señor resplandeció alrededor de los pastores; que incluyera al ángel que estaba allí en ese círculo de luz. Ya no en el santuario secreto, sino a la vista de todos, el simbolismo de la Presencia Divina resplandeció en la oscuridad; porque ese nacimiento santificó la vida ordinaria y puso en contacto íntimo la gloria de Dios con las secularidades y la insignificancia. La apariencia de aquellas personas humildes sentadas conversando en un ambiente rural simbolizó el destino del Evangelio para todos los niveles y clases sociales.  Alexander Maclaren[7]

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Oh Sol de la Navidad, cuán grande Tu santidad
para acercar al mundo Tu divinidad.  Guy Wetmore Carryl

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Este es el mensaje de la Navidad: Nunca estamos solos.  Taylor Caldwell

Publicado en Áncora en diciembre de 2013.
Traducción: Rody Correa Ávila y Antonia López.


[1] “Sermons for Christmas Day”, The Sermons of Martin Luther, Vol. I.

[2] Isaías 55:8–9.

[3] Romanos 11:34; Isaías 40:13–14.

[4] Atrévete a ser diferente (Aurora Production AG, 1999).

[5] Romanos 3:27, 28.

[6] Tomado de http://www.desiringgod.org/resource-library/sermons/from-bethlehem-in-the-majesty-of-the-name-of-the-lord.

[7] “Shepherds and Angels”, Expositions of Holy Scripture: St. Luke.

 

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