agosto 21, 2013
En cierta ocasión enumeré los mayores hitos de mi carrera. Al hacerlo descubrí que ninguno de ellos ocurrió por méritos propios.
Cabe añadir que me he esforzado por aprovechar cada oportunidad. Pero a decir verdad, tuve muy poco que ver con ellas. Por ejemplo, el periodista que reemplazó a mi terrible y bisoño consejero académico de la universidad, y que ayudó a forjarme como escritor. La conocida relacionista pública que renunciaba a su trabajo y mencionó —casi sin quererlo— que aplicara. El correo electrónico no solicitado de un editor que supuso el contrato de un libro. Aquellas oportunidades facilitaron mi desarrollo, tanto profesional como espiritual. (El siguiente enlace dirige al artículo, en inglés.)
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