junio 16, 2013
Si vamos a tener éxito en nuestra misión de entregar el mensaje al mundo, además de en el establecimiento de redes sociales y colaboración con otros, la profesionalidad cumple una función.
La profesionalidad y las normas éticas son un fundamento para crear credibilidad y establecer relaciones de confianza con la gente.
El diccionario de la Real Academia Española define la palabra «profesionalidad» de esta manera: «Cualidad de la persona u organismo que ejerce su actividad con relevante capacidad y aplicación». Otra definición: «carácter, espíritu o método profesional». La profesionalidad en nuestras prácticas y métodos, habilidades y competencia es una cualidad importante para establecer redes sociales y colaboración con otros. Dar el siguiente paso en la profesionalidad puede requerir una inversión de tiempo, esfuerzo, y una disposición de aprender, ampliar nuestros horizontes y desarrollar nuestras habilidades.
La profesionalidad en su verdadero sentido consiste en hacer al máximo de su capacidad todo lo que les venga a la mano[1]. Significa tener el deseo de sobresalir, no limitándose a hacer lo mínimo ni dejando el trabajo a medias. Significa tener una buena ética de trabajo, que se traduce en no contentarse con tomarse [tu trabajo misionero] con indiferencia, sino en comprometerse a hacer lo más que se pueda. Jesús, hablando en profecía[2]
Al tomar la responsabilidad de un ente legal, es esencial que se adopten prácticas comerciales profesionales, al igual que esforzarse para garantizar que el manejo de esas entidades sea irreprochable. En muchos casos, al establecer esa clase de asociaciones, es prudente buscar el asesoramiento jurídico de un abogado del país o de un contador o de una entidad gubernamental. La asistencia permanente también puede ser necesaria para llevar la contabilidad de la entidad y para asegurarse de que las prácticas de la fundación cumplen con todos los requisitos asociados con esas actividades y que ustedes cumplen las leyes comerciales del país, las leyes laborales, etcétera.
Hace años abordé este tema:
En la colaboración hay que dejar de lado todo funcionamiento informal, desorganizado o impulsivo. Todos se equivocan y nadie es perfecto, pero el mundo no funciona según el amor incondicional, por el que te aman y perdonan y te dan otra oportunidad por grande que fuera la metida de pata. Si no se puede confiar en ustedes, hacen pasar vergüenza a sus benefactores o los dejan en mal lugar por falta de profesionalidad y planificación, lo más probable será que no tengan muchas ganas de volver a colaborar con ustedes.
La mayoría de la gente ha tenido que esforzarse mucho escalando posiciones hasta triunfar. Por lo general ha llegado donde está poniendo empeño, estudiando, haciendo sacrificios y con mucha autodisciplina y concentración. Y no espera menos de ustedes.
Quienes tienen éxito dan mucha importancia a la ética de trabajo. No es un rasgo de personalidad, aunque a algunos les resulta más fácil que a otros. Una buena ética de trabajo es una cualidad que se aprende y se perfecciona, como la autodisciplina. Para colaborar tendrán que evaluar sincera y concienzudamente su ética de trabajo a ver si resiste un examen minucioso de alguien que se rija por buenos principios y exija lo mismo a aquellos con quienes trabaje.
Una buena ética de trabajo es parte de su testimonio como representantes del Señor, y también es amor en cierta forma. Algunos necesitan ver el amor manifestado en forma de trabajo arduo, integridad, preocupación por ellos y sus intereses y que estén dispuestos a hacer más de lo exigido cuando haga falta[3].
A fin de llevar a cabo muchas, si no es que la mayoría, de las iniciativas o programas y de cumplir con las expectativas de la gente interesada, por lo general hacen falta muchos preparativos anticipados, reflexión, oración y hacer un estudio; una inversión de tiempo focalizado. Si trabajas con la finalidad de ampliar tu red social y de crear una proyección pública, tal vez descubras que las expectativas para las obras benéficas, programas, seminarios, etc., son altas. Es posible que el primer trabajo consista en descubrir cuáles son las expectativas, y luego invertir el tiempo antes del evento, iniciativa o programa, para prepararte y asegurarte de que la actividad satisfará las expectativas profesionales. También esto es parte importante de la integridad, de cumplir con lo que prometimos y con las expectativas y, si fuera posible, superarlas.
Prepararse con anticipación es una faceta importante para entregar un buen producto o dar un buen servicio. En términos generales, hace falta bastante planificación para llevar a cabo un programa o un evento y dedicar el tiempo para cerciorarse de que está bien planificado y que será lo que hace falta. También podría ser beneficioso tomar un curso, hacer una investigación de cómo lo hacen los expertos, ir a seminarios que dicten personas u organizaciones que se especialicen en la clase de iniciativas en la que participas, de modo que aprendas de ellos y aproveches los recursos a fin de capacitarte más en tu campo laboral y para ser más profesional.
No somos una empresa mundana, ni una compañía de tantas. Pero hemos aprendido, y seguimos aprendiendo, a aplicar algunos de los principios que garantizan el éxito en las empresas. Hemos aprendido que si queremos que la obra de Dios tenga éxito, que la compañía de Dios salga adelante, tendremos que emplear métodos profesionales.
En gran medida, ser profesionales es estar bien organizados. Entre otras cosas, significa administrarse bien, programar las cosas eficientemente, trazar planes proactivos, practicar la autodisciplina, tener planes sensatos y trabajar en el marco de una estructura eficiente.
Hoy en día el mundo no es como antes. El auge de la tecnología es impresionante. Las expectativas han aumentado. La gente corre «de aquí para allá», tal como la Biblia predijo que ocurriría en el Tiempo del Fin[4]. Para seguir el ritmo de las personas a las que el Señor quiere que comuniquemos Su verdad, y para llegar a conocerlas siquiera, tenemos que operar de manera eficiente e inteligente.
Necesitamos organizar lo que hacemos y cómo lo hacemos. La eficiencia, que en grandísima medida es resultado de la organización, está de moda hoy en día, y necesitamos mantenernos al día a fin de ser profesionales en nuestro servicio para el Señor. Si eres organizado, eres previsor, planeas las cosas de antemano, te programas.
En el mundo actual, las personas no se interesarán siquiera en lo que ofrecemos a menos que se lo presentemos de manera profesional, por medio de personas que a su juicio sean de fiar, a las que respeten y que tengan una misión, un objetivo y un plan.
Hemos hablado de las cualidades necesarias para ser una fuerza positiva, tales como la honradez, integridad, transparencia, credibilidad y fiabilidad. Otro ingrediente esencial para establecer relaciones con otros que refleja esas cualidades es lo que en el ambiente comercial se conoce como «atención al cliente» o las relaciones con el cliente. En este aspecto, es probable que muchos de nosotros podamos mejorar a fin de llegar a tener más profesionalidad. Este es un concepto que puede ser de mucho provecho en nuestras obras misioneras, testificación y apacentamiento, en la creación de redes sociales y en la colaboración con otras personas.
Hay muchas formas en que los conceptos de tener buenas relaciones con el cliente se pueden poner en práctica en nuestra obra misionera, ya sea al ser puntuales, responder con prontitud a los correos electrónicos, ser atentos a las preguntas o quejas de la gente, encargarnos de nuestros deberes profesionalmente y con diligencia en eventos para labrar alianzas estratégicas o en los que colaboremos con otras personas, cumplir con nuestros compromisos y promesas con la gente, o al ser organizados y eficientes en nuestras comunicaciones con el público.
En nuestro ramo de llevar el amor de Jesús a la gente de formas concretas que la conmueva, las buenas relaciones con el cliente se pueden traducir en clientes que vean un interés genuino e integridad en nuestra atención y maneras de responderles. Puede servir de ejemplo palpable del Evangelio que predicamos, y del amor de Dios y del interés que tenemos en ellos.
Por último, otro elemento clave de la ética profesional es estar sintonizados con los tiempos, por así decirlo. La profesionalidad de ayer puede muy bien no ser adecuada hoy. Es nuestro deber esforzarnos a fin de permanecer al día con respecto al nivel de servicio y calidad, y esforzarnos al máximo para lograrlo. Claro, como somos una comunidad que tiene como base la fe y que lleva a cabo una labor voluntaria, las expectativas no serán las mismas a las de una corporación o una empresa que cobra por sus servicios. Sin embargo, incluso en el ámbito de las iglesias y los grupos religiosos —además de las organizaciones de voluntarios y sin fines de lucro—, es probable que haya expectativas específicas en el país en que se vive en cuanto a los niveles profesionales que son relevantes para nuestra obra misionera y el establecimiento de relaciones.
El mundo va cambiando. Tanto en cada profesión como en todas las esferas de la vida se obran cambios. Nada es estático, y las necesidades de la gente del mundo tampoco. Los que aborden su trabajo de modo profesional se mantendrán al día, abiertos a ideas nuevas y formas novedosas de llegar a la gente, a nuevos productos y nuevas necesidades o demandas que satisfacer[5].
Artículo publicado por primera vez en enero de 2011 y adaptado en junio de 2013. Leído por Andrés Nueva Vida. Música de Michael: Meditation 9.
Traducción: Patricia Zapata N. y Antonia López.
[1] Eclesiastés 9:10.
[2] Publicado por primera vez en febrero de 2008.
[3] Publicado por primera vez en agosto de 2009.
[4] Daniel 12:4.
[5] Publicado por primera vez en febrero de 2008.
Copyright © 2024 The Family International