Ve despacio

junio 4, 2013

Recopilación

«En quietud y en confianza será vuestra fortaleza»[1]. La Biblia no dice nada de que haya que darse prisa. El único versículo que recuerdo que citaran los predicadores u otras personas para decirnos que nos diéramos prisa es: «La orden del rey era apremiante»[2]. Pero en contraste con ese único versículo que hay en toda la Biblia, creo que debe de haber por lo menos cien que recomiendan ir despacio, o con palabras a ese efecto, incluso dicen que nos tomemos las cosas con calma.

Quizás por eso creó Dios las mulas y los burros, para que aprendiéramos de ellos a movernos más lentamente. A pesar de ser lentos son muy trabajadores, y aunque son lentos tienen más resistencia y pueden llevar cargas más pesadas que los caballos. Los emplean como caballos de tiro en las regiones menos desarrolladas. Pueden ir por caminos que matarían a cualquier caballo y son capaces de llevar durante kilómetros cargas con las que los caballos no llegan muy lejos, sobre todo los caballos de carrera.

Los caballos de carrera no son capaces más que de dar unas cuantas vueltas a la pista a toda velocidad y punto. Son sumamente hipertensos, muy nerviosos, y desde luego no sirven para el trabajo. No son trabajadores ni constantes, no sirven para llevar cargas. Pero las mulas de carga y los burros sí, y son de lo más testarudo que se puedan imaginar. No se les puede meter prisa. Van a su propio paso, pero hacen lo que hay que hacer y llegan a su destino. Como la fábula de la liebre y la tortuga, de Esopo. La tortuga iba despacio, pero llegó.

No saben cuántas veces les he dicho a los taxistas: «Si va más despacio vivirá más años. Si vive deprisa, se morirá rápido», y es la pura verdad. Los médicos y expertos en salud han declarado que la tensión y las presiones que experimenta esta generación actual están matando a la gente, que la mayoría de las enfermedades las provocan la presión y la tensión, o una alimentación desequilibrada. Dicen que todo eso provoca muertes por deficiencias cardíacas, problemas de los nervios y presión alta.

Señor, ayúdanos a hacer las cosas despacio. Tampoco es cuestión de perder el tiempo, pero debemos confiar en el Señor en lugar de andar a las corridas e impacientarnos. La palabra paciencia da a entender que se trata de hacer las cosas despacio, avanzando tranquilamente pero sin detenerse, de una forma constante y persistente, y sin perder el tiempo, pero sin irritarse, preocuparse ni estresarse tanto. La impaciencia es velocidad, prisas, precipitación, agobio, apuro, presión, tensión. Mientras que la paciencia es señal de fe. La impaciencia manifiesta falta de fe. La impaciencia indica que crees que el trabajo no se va a hacer a menos que te des prisa y te apresures y te precipites.

Mientras que si tienes fe en que Jesús lo resolverá de alguna manera, te puedes permitir ser paciente y esperar, hacer las cosas despacio y hacerlas bien.  David Brandt Berg[3]

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Siempre hay algo nuevo en el horizonte. El Señor me reveló esta verdad en una visión hace casi veinte años, justo cuando estaba sopesando la posibilidad de enrolarme en un programa que ofrecía un instituto bíblico, patrocinado por nuestra iglesia. Significaba asistir a tres clases nocturnas por semana. Tanto para mí como para mi esposo, Dave, eso suponía un importante compromiso ya que en aquel entonces teníamos tres niños pequeños. Sin embargo sentíamos que Dios nos estaba llamando a llevar nuestro ministerio a un nivel superior. Yo me sentía emocionada pero tenía mis reservas.

Ni bien tomé la decisión empecé a sentir que este compromiso sería justamente lo que marcaría la diferencia.

Antes de tomar la decisión, cuando todavía me encontraba en el proceso de sopesar las ventajas y desventajas, Dios me dio una visión de un horizonte. En ella, mi esposo y yo nos acercábamos a ese horizonte, pero cuando por fin parecía que estábamos a punto de alcanzarlo, se nos aparecía un nuevo horizonte más allá del primero. Simbolizaba que habría un nuevo lugar al que llegar cada vez que llegábamos al horizonte que perseguíamos en la actualidad.

Mientras reflexionaba sobre lo que estaba viendo, el Señor me habló al corazón y me reveló que siempre habría nuevas metas delante de nosotros… aunque lamento tener que decir que si bien hice el esfuerzo de ir en pos de esas metas en lugar de contentarme con lo que había alcanzado, me tomó varios años aprender a disfrutar de cada tramo del camino.

Siempre me encontraba rumbo a algún lugar pero nunca disfrutaba de ninguno. Me engañaba pensando que me sentiría feliz cuando llegara a mi meta, y que este momento era solo un periodo de sacrificio y trabajo arduo.

Doy gracias por el trabajo paciente y continuo del Espíritu Santo, que me enseñó a disfrutar de cada aspecto de mi vida: el inicio de cada obra, el medio y el final, las personas que me rodean en la vida, mi casa, mi persona y el ministerio en el que me ha ubicado Dios.  Joyce Meyer[4]

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«Sé fiel hasta la muerte, y Yo te daré la corona de la vida»[5]. La clave para ser «fiel hasta la muerte» es ser fiel día a día. No se puede ser fiel sino un día a la vez. No te mortifiques, pues, si no fuiste fiel el día de ayer, ni te preocupes de si lo serás mañana. Simplemente haz lo posible por ser fiel hoy. La Biblia nos manda olvidar el pasado[6], y nos dice que el mañana se resolverá solo[7] y si no el Señor se encargará de él.  Limítate a ser fiel hoy día. No te preocupes por el resto de tu vida. Deja de preguntarte si lograrás permanecer fiel hasta el día de tu muerte para heredar la corona de vida eterna.

La idea de tratar de ser fiel por el resto de tu vida te asusta, te preocupa. Es simplemente abrumadora, y te parece que nunca lo lograrás. Pero, ¿y qué hay de hoy? ¿Acaso no fuiste suficientemente fiel en este día? Seguramente habrás hecho muchas cosas fielmente.

Solo el Señor puede mantenerte fiel. Naturalmente debes cooperar un poco con Él. Debes orar y escuchar Su voz, leer Su Palabra y tratar de hacer lo que sabes que espera de ti; pero eso es lo más fácil. Es asunto Suyo ayudarte a seguir siendo fiel, mantenerte lleno de fe, de esa fe que proviene de Él. Ahora bien, si te encuentras falto de fe, el remedio es leer y escuchar la Palabra. Ésa es la raíz de la fe. Si lo haces, Él te dará toda la fe que necesitas. Simplemente sigue leyendo la Palabra y confiando en el Señor, y deja de preocuparte.

No tienes que tener fe para mañana. No tienes que tener fe para la semana entrante ni para el mes que viene. Menos aún para el año que viene ni para lo que pueda ocurrir de aquí a unos años. En este momento no necesitas fe para el futuro. Ya te nacerá cuando llegue la hora. Basta con que tengas fe para el día de hoy.

Ni siquiera hay que tener fe para todo el día. Basta con que tengas fe para este momento, para este mismo instante. Basta con que tengas fe para un momento a la vez. No hay por qué despertarse a primera hora de la mañana sumido en la preocupación y pensando: «¿Tendré fe para hoy?» Lo único que debes hacer es levantarte y tener fe para cada cosita que hagas a lo largo del día. Con eso basta. Si una fe no mayor que un grano de mostaza basta para mover una montaña[8], no se debería requerir más que una partícula microscópica de fe para hacer todo lo que uno tiene que hacer a lo largo de un día.  David Brandt Berg[9]

Publicado en Áncora en junio de 2013. Traducción: Irene Quiti Vera y Antonia López.


[1] Isaías 30:15.

[2] 1 Samuel 21:8.

[3] Más como Jesús (Aurora Production AG, 2001).

[4] Enjoying Where You Are on the Way to Where You Are Going (Warner Books Edition, 1996).

[5] Apocalipsis 2:10.

[6] Filipenses 3:13.

[7] Mateo 6:34.

[8] Mateo 17:20.

[9] Más como Jesús (Aurora Production AG, 2001).

 

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