La fe aumenta en medio de las tempestades

mayo 14, 2013

Recopilación

«La fe aumenta en medio de las tempestades». ¡Esas pocas palabras encierran un gran significado para quien se ha encontrado en medio de las tormentas!

La fe es una facultad que da Dios y que al ponerse en práctica lleva lo invisible a la claridad de la luz, y así lo que es imposible se hace posible; se encarga de lo sobrenatural.

Sin embargo, «aumenta en medio de las tempestades» o dificultades. Es decir, cuando hay agitación en la atmósfera espiritual. Las tormentas son causadas por conflictos de elementos; y las tempestades del mundo espiritual son conflictos con elementos hostiles.

En una atmósfera así, la fe halla su terreno más productivo. Al encontrarse en esas circunstancias la fe logra su propósito con mayor celeridad.

El árbol más fuerte no se encuentra bajo el amparo del bosque, sino al descubierto, donde los vientos lo azotan por todas partes, lo doblan, lo retuercen hasta que su estatura llega a ser la de un gigante. Esa es la clase de árbol con la que el mecánico quiere que se hagan sus herramientas y el que busca el constructor de vagones.

Lo mismo ocurre en el mundo espiritual. Cuando veas un gigante, recuerda que el camino que debes recorrer para llegar a estar junto a él no es uno soleado donde siempre hay flores silvestres. Es más bien una senda en pendiente, rocosa y estrecha. Allí, donde las ráfagas intensas casi te levantan los pies, las piedras puntiagudas cortan la carne, las espinas que sobresalen lastiman la frente y el silbido de las serpientes venenosas se oye por doquier.

Es una senda de pesar y alegría, de sufrimiento y bálsamo sanador, de lágrimas y sonrisas, de padecimientos y victorias, de conflictos y triunfos, de dificultades, peligros, golpes, persecuciones y malentendidos, de problemas y angustia. En todo eso somos más que vencedores por medio de Aquel que nos ama.

«En medio de las tempestades». Es posible que trates de retroceder ante una terrible experiencia o padecimiento cuando esté en su mayor intensidad; ¡pero sigue adelante! Dios te espera en el centro de todas tus pruebas para susurrarte Sus secretos que harán que al final salgas con el rostro resplandeciente y con una fe indomable que ningún demonio del infierno podrá después hacer tambalear.  E. A. Kilbourne[1]

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No es posible que la fe quede sin ser respondida.
Sus pies están firmes, implantados en la Roca.
Permanece imperturbable en la más dura embestida.
Ni ante el más hórrido trueno se apoca.
Sabe que su oración la Omnipotencia ha escuchado
y exclama: «Se hará», algún día, en algún lado.

¿Sin respuesta aún? ¿Que nadie oyó tu pedido?
Quizá no cumpliste cabalmente tu parte.
La obra empezó con el primer ruego emitido.
Si Dios comienza algo, hace también lo restante.
Después que el incienso más se haya elevado,
Su gloria verás, algún día, en algún lado.
Robert Browning

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Hay momentos en que todo me parece muy oscuro… tanto, que debo esperar incluso a la esperanza. La realización de un anhelo largamente aplazado lleva consigo su propio dolor; pero aguardar a que llegue la esperanza sin la menor perspectiva, y aun así, no desesperarse… no tener más que la noche frente a la ventana y aun así mantenerla abierta por si aparecen las estrellas… tener un vacío en el corazón, y aun así no permitir que ese lugar sea ocupado por una presencia inferior… esa es la paciencia más grande del universo. Es Job en medio de la tempestad, es Abraham en el camino a Moriah, es Moisés en el desierto de Madián, es el Hijo del Hombre en el huerto de Getsemaní.  George Matheson

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En el horno más caliente se consigue el mineral más puro. Así también, de la tormenta más oscura sale el rayo más brillante.  Charles Caleb Colton  

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La enredadera se aferra al roble durante la tormenta más fuerte. Aunque la violencia de la naturaleza puede desenraizar el roble, los zarcillos entretejidos seguirán aferrándose al árbol. Si la enredadera está asida al árbol y el viento sopla del lado opuesto, el gran roble es su protección; si se encuentra en el lado expuesto, la tempestad solo hace que se acerque más al tronco.

En algunas tormentas de la vida, Dios interviene y nos da abrigo; en otras, permite que estemos expuestos, de modo que eso nos impulse a acercarnos más a Él.  B. M. Launderville

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Nos encontramos más a salvo en la tormenta que Dios nos envía que en la calma cuando nos hacemos amigos del mundo.  Jeremy Taylor

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El difunto pastor Martin Luther King, hijo, decía: «Todo lo que se hace en el mundo, se hace por la esperanza». Tengo la certeza de que, mientras respires, siempre habrá esperanza para ti. Tú y yo solo somos humanos; no podemos ver el futuro. En cambio, podemos imaginar las posibilidades, lo que podría ser. Únicamente Dios sabe lo que nos depara la vida. La esperanza es el regalo que Dios nos da. Es una ventana por la que podemos mirar. No es posible conocer el futuro que Dios nos ha designado. Confía en Él. No pierdas la esperanza en tu corazón. Incluso cuando te enfrentes a lo peor, ¡haz lo que puedas a fin de prepararte para lo mejor!

¿Cómo es posible mantener la fe en medio de tal sufrimiento? Cuando me entero de esas grandes calamidades, una de las cosas que me sostienen es que siempre provocan en otras personas un interés humanitario increíble. En el momento en que uno se pregunta por qué la gente no pierde la fe en medio de tal sufrimiento sin sentido, cientos de generosos voluntarios llegan a esas regiones.

La esperanza aparece hasta en los peores momentos para darnos una prueba de la presencia de Dios.  Nick Vujicic[2]

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¿Ahora mismo te encuentras en circunstancias difíciles? ¿Luchas por entender por qué te ha ocurrido algo así? Entonces, intenta aceptar que Dios te ama y que ha permitido esas circunstancias, porque sabe que son buenas para ti. Alaba a Dios por lo que ha permitido que te suceda.

Alabar a Dios no es una fórmula mágica para obtener el éxito. Es un modo de vida que está respaldado con firmeza por la Palabra de Dios. Alabamos a Dios no por el resultado esperado, sino por la situación tal y como es.

La alabanza está basada en una aceptación jubilosa y  total de lo presente como parte de la voluntad perfecta y amorosa de Dios para nosotros. La alabanza no está basada en lo que pensamos o esperamos que acontezca en el futuro.

Por supuesto, es un hecho que cuando alabamos a Dios con sinceridad, algo ocurrirá como resultado. Es obvio que Su poder llega con abundancia en la situación y tarde o temprano observaremos un cambio en nosotros o a nuestro alrededor. El cambio puede consistir en que experimentemos un verdadero gozo y felicidad en medio de lo que antes nos parecía una circunstancia lamentable; o bien,  tal vez cambie la situación. Pero eso es un resultado de la alabanza, y no debe ser el motivo de la alabanza.

Dios tiene un perfecto plan para nuestra vida, pero no nos puede impulsar a dar el próximo paso de Su plan hasta que aceptemos con gozo nuestra situación presente como parte de ese plan. Lo que haya de ocurrir después es cosa de Dios, no nuestra.  Merlin R. Carothers[3]

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Jesús parecía pensar al revés acerca de todo. «Benditos son cuando estén en las últimas, cuando ya no puedan más. Con menos de ti hay más de Dios y de Su reino». Así es como traduce Eugene Peterson la primera bienaventuranza.

Nunca he escuchado a nadie ponerse en pie durante el tiempo en que se cuentan testimonios y que diga: «Tengo la certeza de que hoy he recibido una gran bendición porque me quedé sin opciones. Lo perdí todo, llegué al límite de mis fuerzas, sin nada a lo que pueda aferrarme». No pensamos que alguien en esa situación sea bendecido. Pensamos en que es una persona necesitada. Nos consideramos bendecidos cuando todas nuestras necesidades están satisfechas y no hay nubes oscuras en el horizonte. Pero estamos equivocados.

Cada escritor del Nuevo Testamento se hace eco de las palabras de Jesús. Todos ellos nos dicen que podemos regocijarnos en los momentos más difíciles porque Jesús hará en esas circunstancias lo que no le permitiríamos hacer cuando todo está bien. No nos dice que nos regocijemos por los tiempos malos; sino en ellos, porque Él puede convertir nuestro dolor en Su gloria.  Wayne Jacobsen[4]

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No siempre sabemos enseguida por qué Dios permite que nos pasen ciertas cosas. Y puede que en algunos casos no lo sepamos hasta que lleguemos al Cielo. Tengo una larga lista de preguntas que hacer cuando llegue allí. ¡Tenemos que confiar en Él a pesar de todo!

Ahora mismo hay muchas cosas que no entendemos. A veces hasta nos da un poco de vergüenza no entender, y tratamos de explicar a los demás algo que nosotros mismos no entendemos del todo. Nos parece que deberíamos saber las respuestas, cuando en realidad lo mejor que podemos hacer es decir con franqueza: «¡No lo sé!»

Uno de los grandes dilemas de la vida gira en torno al porqué Dios permite que le sucedan desgracias a la gente, sobre todo a nosotros mismos. Es posible que no sepamos la respuesta completa hasta que lleguemos al Cielo. Se nos hace patente parte de la respuesta y comprendemos algunos de los motivos, pero probablemente no lo vamos a entender a cabalidad hasta que lleguemos al Cielo y tengamos una percepción panorámica del asunto. Soy de los que piensan que eso va a formar parte de la formación que tendremos en la otra vida: entender el porqué. Pablo escribió: «Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido»[5].

Lo único que sabemos es que Dios existe. No conocemos todos los pormenores ni los porqués, pero sí sabemos que el Señor nos ama y que sabe lo que es mejor. Y si no entendemos algo ahora mismo, ya se nos aclarará más adelante. Mientras tanto, tenemos que confiar en Dios pase lo que pase, aunque no entendamos por qué suceden ciertas cosas. Quizás esa sea la razón por la que permite que nos pasen ciertas cosas que no entendemos: ¡para poner a prueba nuestra fe y ver si confiamos en Él pese a todo!

El quid de la cuestión es la fe y la confianza; fe para confiar en Dios. «Aunque Él me matare, en Él confiaré. Aunque esté pasando por un momento difícil y no entiendo por qué, voy a confiar en Él. Aunque permitió que me ocurriera esto o aquello, voy a confiar en Él. Aunque permite que me sobrevenga alguna aflicción a mí o a mis seres queridos, tengo que confiar en Él».

A Dios le encanta comprobar que tenemos una fe auténtica y que confiamos en Él a pesar de todo. Ésa es la más contundente de todas las victorias: parecer derrotado y aun así, confiar en el Señor. Eso debe de complacerlo más que ninguna otra cosa, que cuando nos vemos perdidos y vencidos, sigamos confiando en Él, como Job. Que tengamos fe en medio de una catástrofe o de la agonía, ¡fe aun de cara a la muerte!  David Brandt Berg[6]

Publicado en Áncora en mayo de 2013. Traducción: Patricia Zapata N. y Antonia López.


[1] Mrs. Charles E. Cowman. Streams in the Desert, Volume 1 (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1965).

[2] Life Without Limits: Inspiration for a Ridiculously Good Life (New York: Doubleday, 2010).

[3] El poder de la alabanza (Merlin R. Carothers, 1980).

[4] He Loves Me! Segunda edición (Newbury Park, CA: Windblown Media, 2007).

[5] 1 Corintios 13:12 NVI.

[6] Más que vencedores (Aurora Production, 2002).

 

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