Como un cordero

abril 16, 2013

Recopilación

El Señor es mi pastor; nada me faltará.

En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará.

Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de Su nombre.

Aunque ande en valle de sombra de muerte,
no temeré mal alguno, porque Tú estarás conmigo; Tu vara y Tu cayado me infundirán aliento.

Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando.

Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa del Señor moraré por largos días.  David el Salmista[1]

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Hudson Taylor dijo en una ocasión: «El Señor es mi Pastor, lo es los domingos, también lo es los lunes y en cada día de la semana. Lo es en enero, y también en diciembre y en todos los demás meses del año. Está en casa y está en la China; ¡está presente en la paz y también lo está en la guerra, en la abundancia y en las penurias!»

En otro momento, escribió: «Todo lo que hace Dios en nuestra vida es para bendición: Él es bueno, y hace el bien, y solamente el bien, y lo hace continuamente. El creyente que adopta al Señor como su pastor puede afirmar con absoluta confianza: “Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida”. De lo cual se deduce que podemos contar con que, tanto en épocas de adversidad como de prosperidad, nos colmará de bendiciones. No es necesario que el creyente espere hasta entender las razones por las cuales Dios le envía determinada prueba o aflicción para sentirse en paz; sabe que «a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien».

El pastor es responsable de las ovejas; y no las ovejas del pastor. Lo peor es que en ocasiones pensamos que somos pastor y oveja, y nos atribuimos el derecho a guiar como a seguir. Bienaventurados somos cuando nos damos cuenta de que el responsable es Él, de que Él va delante de nosotros y que el bien y la misericordia nos seguirán.

Este pensamiento devocional puede leerlo quien esté atravesando momentos de dificultad extrema, cuando se encuentre a punto de abandonar. Puede leerlo quien esté preocupado por lo que pueda depararle el mañana. Él está al tanto de todos los pormenores de tu futuro, y se está ocupando por anticipado de ti. Eso mismo: por ti. Se preocupa por ti. Guarda en lo profundo de tu corazón la sublime promesa que dice: «Cuán preciosos son para mí Tus pensamientos, oh, Señor».  Sra. de Cowman[2]

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El pastor de Oriente siempre iba delante de sus ovejas. Justo al frente. Cualquier bestia que pretendiera atacarlas tenía que vérselas primero con él. Ahora, el que está al frente es Dios, Él ya habita en el mañana. Es el mañana lo que más aterra al hombre. Los mañanas de nuestra vida tienen que vérselas con Él antes de alcanzarnos a nosotros.  F. B. Meyer

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Jesús era paciente, afectuoso, amable, clemente y compasivo; siempre guiaba y apacentaba, animaba y fortalecía a Sus corderitos. Fue el mayor de todos los ejemplos de amor, humildad y misericordia. Que Jesús nos ayude a ser como Él.  David Brandt Berg[3]

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Los pastores palestinos saben explicar el propósito del cayado. A uno le preguntaron de qué manera podría interpretarse un cayado como objeto de consuelo para sus ovejas. El experimentado líder de la manada procedió a explicar que siempre cargaba consigo su cayado a plena luz del día, y que al verlo, las ovejas percibían la presencia de su pastor, su guía, y de esa manera este les brindaba seguridad. Por otra parte, si los alcanzaba la noche en la ladera de la montaña, o cuando descendía una neblina densa e impedía que las ovejas vieran el cayado, él lo bajaba, y al caminar iba golpeando el suelo de manera que aunque no pudieran ver el cayado, las ovejas se sintieran seguras de la presencia de su pastor. Si algún animal salvaje atacaba al rebaño, podía utilizar el cayado (para protección) y deshacerse del intruso. Cada tanto, algún cordero se desbarrancaba o quedaba atrapado entre los espinos. Entonces el pastor se servía del gancho al extremo del bastón para recoger al caído y ponerlo a salvo. La persona que lleva el cayado es el líder o encargado de su rebaño. Las ovejas conocen a su pastor por su cayado y lo siguen; no se van tras cualquier persona que pase por ahí o intente descarriarlas.

Al recordar estas cosas, David se dijo a sí mismo: «¡No tendría sentido suponer que Dios se preocuparía menos por mí de lo que yo me preocupaba de las ovejas!»

«Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque Tú estarás conmigo. Tu vara y Tu cayado me infundirán aliento»[4].

Tuyos somos, haznos

Tus amigos.

Guarda siempre nuestros pasos.

Protege Tus rebaños, bríndanos Tu abrigo;

rescátanos cuando nos descarriamos.  Dorothy A. Thrupp

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El Valle de Sombra de Muerte —me vine a enterar al estudiar el pasaje que lo menciona— es un valle de verdad, situado en las afueras de Jerusalén. Su terreno es inhóspito, y en la antigüedad los pastores arreaban a sus ovejas a través de dicho valle para trasladarlas hacia lugares de pastos verdes y aguas frescas. Había en el valle riscos, fosas y espinos, y las ovejas, que son animales poco inteligentes, se caían en ellos constantemente. De modo que los pastores utilizaban sus cayados —esos palos largos que terminan como en gancho— para llegar hasta el fondo de los despeñaderos y las zanjas, y rescatar a las ovejas. Y el pastor también tenía un cayado que le servía para ahuyentar a los animales salvajes y resguardar a las ovejas en su paso por el valle. En el salmo veintitrés, David dice: «Tu vaya y Tu cayado me infundirán aliento» (versículo 4, RV1960), y verme a mí mismo como una oveja que fija la vista en Jesús, quien a Su vez tiene un cayado para rescatarme y protegerme, hace que este pasaje me resulte encantador. Hace que me sienta como una oveja tonta, que no sabe lo que está bien y lo que está mal, y que Jesús me rescatará de las zanjas cuando meta la pata, y me protegerá de enemigos espirituales que andan merodeando como leones.  Donald Miller[5]

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El ave que tuvo el ala quebrada, por la gracia de Dios volará aún más alto que antes, y la oveja descarriada a la que se le tuvo que quebrar la pata tendrá que quedarse tanto tiempo en el regazo del Pastor que no volverá a descarriarse.  David Brandt Berg

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[Hay un relato] sobre una mujer que se encontraba de vacaciones de verano en Suiza, y que al salir a dar un paseo se topó con el redil de un pastor. Al asomarse a la puerta se encontró al pastor sentado y cerca de él, sobre una pila de paja había una sola oveja que parecía estar sufriendo. Al preguntar qué había sucedido, se le dijo que la oveja tenía la pata rota. El pastor le explicó que él mismo se la había quebrado. El animal se descarriaba constantemente y nunca lo seguía, no le obedecía, y descarriaba a las otras. Ya antes había tenido experiencias con ovejas como aquella, de modo que optó por quebrarle una de las patas. El primer día, cuando le llevó comida, la oveja intentó morderlo. Dejó pasar un par de días más, y regresó. La oveja no solo se comió todo lo que le había servido, sino que además le lamió la mano, entre muestras de sumisión y afecto. Dijo que, una vez que se recuperara, sería la oveja modelo de todo el rebaño. Había aprendido obediencia por medio del sufrimiento. Muchas veces, de nuestra más profunda agonía, lo que pretende el Dios de amor es dar a nuestra vida la bendición suprema capaz de enriquecer y glorificar nuestra vida: la bendición de la voluntad humana que se somete a la voluntad de Dios. Las Escrituras aseguran a los hijos de Dios que las aflicciones son para su bien, para que «seamos partícipes de Su santidad», y «demos fruto apacible de justicia». Keith L. Brooks

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Los caminos del hombre pertenecen al Señor; ¿cómo puede, entonces, comprender su propio camino? Es una cachetada para el orgullo del hombre reconocer que no es capaz de escoger su propio camino, sino que debe contar con la guía divina. Sin embargo, es muy cierto.

Un guía muy experimentado que se internaba en la selva africana dijo en una ocasión: «Es difícil guiar a una persona obstinada. No confían en su guía. Siempre quieren hacer las cosas a su manera. He visto a mucha gente así en mis días de guía, que acabaron en situaciones peligrosas y tuvieron accidentes graves porque se negaban a seguir al guía».

¿Nos sorprende, entonces, que los hijos de Dios, las ovejas de Su prado, necesiten un pastor que las oriente?  Virginia Brandt Berg[6]

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Mi Maestro está más dispuesto a proveer tus deseos de lo que estás tú a confesarlos. No toleres nunca pensamientos sobre mi Señor Jesús que no le hagan justicia. Cuando coloques sobre Su cabeza la corona, no lo corones con plata cuando se merece oro. Mi Maestro posee riquezas de felicidad y quiere dártelas ya. Él puede hacer que descanses sobre delicados pastos, y también puede guiarte por aguas de reposo. No hay música como la música de su flauta, cuando Él es el Pastor y tú la oveja, y te recuestas a Sus pies. No hay amor como el Suyo; ni el Cielo ni la Tierra tienen Su igual. Conocer a Cristo y encontrarse en Él… ¡Oh! Eso es vida, eso es gozo, es carne y es grosura, es vino del más exquisito.  Charles Spurgeon

Publicado en Áncora en abril de 2013. Traducción: Irene Quiti Vera y Antonia López.


[1] Salmo 23 RVR 1960.

[2] Streams in the Desert, Volumen 2 (Arroyos en el desierto, volume 2) Grand Rapids, MI: Zondervan, 1977.

[3] Fuerzas para cada día (Aurora Production, 2004).

[4] Salmo 23:4 RVR60

[5] Searching for God Knows What (Buscando sabe Dios qué…) Nashville, TN: Thomas Nelson, 2010.

[6] De http://virginiabrandtberg.org/meditation-moments/mm069_divine-guidance.html.

 

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