Santificación

marzo 26, 2013

David Brandt Berg

El sustantivo «santo» está relacionado con el verbo «santificar». En griego, «santificar» significa purificar, hacer limpio. El significado va más allá de eso. Significa limpiarse y quedar limpio, como lo que se hace al lavar la vajilla.

Los partidarios de la doctrina de la santidad enseñan que es algo que ocurre una sola vez. Pasan por la experiencia de santificación. Los pentecostales lo llaman el bautismo del Espíritu Santo. La palabra bautismo también tiene el significado de limpiar. Solo que esa limpieza es por el fuego del Espíritu Santo, por así decirlo, purificar por medio del poder del Señor. Enseñan que es algo que se hace una sola vez. Los bautistas enseñan que se tiene que repetir constantemente, que uno debe seguir limpiándose. ¡Los dos tienen razón!

¿Qué dijo Jesús a Pedro cuando al principio no quiso que le lavara los pies? «Si no te lavo, no tendrás parte conmigo»[1]. Jesús le dijo: «Pedro, si no permites que te lave los pies, no eres uno de los Míos». Pedro era extremista, así que de inmediato dijo: «No solo los pies, ¡también las manos y la cabeza!» Primero no quería que Jesús le lavara los pies; ¡y después quería que le diera un baño completo! Se iba de un extremo al otro.

Pedro era un hombre de gran fuerza; era impulsivo, impetuoso. Una persona muy interesante. Si entre todos los discípulos de Jesús eligiera un favorito, creo que escogería a Pedro porque era muy gracioso; a veces era lo que se dice ridículo. Uno podría reírse de algunas de sus payasadas, y otras veces hacía llorar debido a que uno sentía mucha compasión de él, como cuando negó al Señor y se fue a llorar. Sin embargo, el Señor lo amó.

¿Han notado lo que dijo el Señor después de haber resucitado de los muertos? «Vayan a decirles a los discípulos y a Pedro»[2]. ¿Por qué creen que dijo eso? ¿Acaso Pedro no era discípulo? ¿Había perdido la salvación debido a que había negado a Cristo? ¿Por qué creen que dijo «y a Pedro»? Jesús probablemente lo dijo para animar a Pedro. Tal vez Pedro pensaba que había perdido la salvación. Probablemente pensaba que había perdido el derecho a ser discípulo por haber negado a Cristo. El Señor quería que Pedro supiera que aún era discípulo.

El amor del Señor, la misericordia de Jesús, son magníficos. Mi abuelo solía predicar un sermón completo con ese tema. Se llamaba: «Y a Pedro». El sermón resaltaba que el Señor amaba tanto a Pedro que cuando pidió a Sus discípulos que lo fueran a ver, se aseguró de que Pedro supiera que a él también lo había llamado. Aún no lo habían visto todos. Y Jesús quería verlos a todos y manifestarse a Sí mismo. Así que dijo: «Y a Pedro» para asegurarle a Pedro que había sido perdonado.

Cuando Pedro pidió: «Lávame más; lávame también la cabeza», el Señor dijo: «El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio»[3]. Lo decía de manera simbólica, espiritualmente. Es como si le dijera a Pedro: «Ya te lavé completamente. Ahora solo necesito lavarte los pies; eso es todo».

Jesús hacía una sencilla ceremonia que tenía un significado espiritual profundo. Decía a Pedro: «Has sido lavado de una vez por todas. En cierto modo, para siempre. Sin embargo, debo seguir lavándote un poquito para mantenerte limpio». A diario. ¿Transcurre un día en el que no hemos pecado? No, ninguno de nosotros es perfecto. ¿Con qué frecuencia no cumplimos nuestro objetivo? ¿Con qué frecuencia cometemos un error? En cierto modo, hasta un error es un pecado, pues significa que no se dio en el blanco. El Señor debe limpiarnos constantemente. Somos humanos. Estamos en cuerpos terrenales y viles y a diario debe limpiarnos. Debe limpiar nuestra mente, nuestros pensamientos, nuestros cuerpos, actos y palabras.

Así que la santificación es las dos cosas. Es algo de una sola vez y también es un proceso constante. Las escuelas de pensamiento han discutido acerca de esa doctrina teológica por siglos, que si es algo de una sola vez o algo continuo. Las dos tienen razón.

Muchas religiones enseñan que uno debe salvarse a sí mismo en parte y que en parte depende de nuestras obras. Si depende aunque sea solo en una mínima parte de las obras, entonces es una religión de obras. Sin embargo, sabemos que Jesús lo ha hecho todo, porque en la Biblia dice: «La sangre de Jesucristo… nos limpia de todo pecado»[4]. Nos ha limpiado de todo pecado anterior. A diario nos limpia de pecados y también nos limpiará de todo pecado futuro; de lo contrario, no lograríamos salvarnos. La obra de Cristo ya se ha realizado, y Él la lleva a cabo a diario y de manera constante.

Mary Baker Eddy (fundadora de la Ciencia Cristiana) dijo refiriéndose al pecado: «En cierto modo, cada caída es un paso hacia arriba». Quiso decir que aprendemos hasta de nuestros errores. Por lo tanto, aprendemos hasta de nuestros pecados, ¿verdad? Por eso dijo que para un santo cada caída era en realidad hacia arriba. Porque aunque cometamos un error, aprendemos de él.

Eso fue lo que el Señor intentaba demostrar a Pedro con esa experiencia, que se había llevado a cabo la obra principal. Pedro era un pecador que ya era salvo, un santo, y había quedado limpio de una vez por todas, por el pasado, el presente y el futuro. Sin embargo, era un proceso constante, como un niño que crece y aprende día a día. Así pues, si el Señor te ha santificado con Su sangre y te ha dado la salvación, el sustantivo que se emplea para hablar de una persona que ha sido santificada, es: un santo.

«La sangre de Jesucristo… nos limpia de todo pecado».

Artículo publicado por primera vez en 1980 y adaptado en marzo de 2013.
Traducción: Patricia Zapata N. y Antonia López.


[1] Juan 13:8.

[2] Marcos 16:7.

[3] Juan 13:10.

[4] 1 Juan 1:7.

 

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