febrero 11, 2013
No me cabe duda de que estoy aprendiendo sobre las profecías: Tengo que consultar más con el Señor y pedirle que me confirme si estoy haciendo lo que me encargó.
Incluso en los casos en que me ha dicho en profecía que haga algo determinado, si cambian las circunstancias o surge algún factor que parece sugerir que hay que replantearse el asunto —por ejemplo, si alguien presenta una objeción o un punto de vista importante que no había tomado en cuenta—, es importante que antes de finalizar lo que estoy haciendo y de poner por obra lo que el Señor me ha indicado, vuelva a consultar con Él y confirme que lo que tengo pensado hacer sigue siendo conforme al curso que debo tomar. (Eso es todavía más importante cuando uno se embarca en trabajos a largo plazo, ya que es mucho más probable que las circunstancias cambien considerablemente en el lapso que tome concluirlos. Por eso, conviene escuchar al Señor con frecuencia en lo que respecta a tareas a largo plazo.)
A veces, cuando acudo de nuevo al Señor en oración, Él da más detalles, instrucciones o aclaraciones que alteran por completo el rumbo que en un principio nos había señalado. Cuando sucede eso, por lo general Él nos explica a fondo la razón por la que hace falta el cambio y por qué no nos lo hizo ver antes. Otras veces, cuando le pedimos que nos confirme lo que ya nos ha dicho en profecía, Él da el visto bueno a nuestro programa, o lo ajusta un poco, o nos pasa más detalles que nos permiten afinar nuestros planes, obrar de forma más segura, llevar más fruto y prosperar más.
Recuerdo una ocasión hace poco en que no acudí al Señor para que me diera Su opinión sobre un plan que yo tenía pensado poner en práctica, y me temo que me va a costar caro. Oré al respecto de la forma que he tenido por costumbre. Me refiero a eso de orar para recibir un impulso en el Espíritu, una sensación o un versículo, y lanzarse a actuar sin haber escuchado claramente la voz del Señor sobre el asunto. Tenía que tomar unas decisiones administrativas, y después de orar me sentí inclinado a actuar de cierta manera. Sin embargo, no me detuve a orar y pedirle al Señor que me hablara. Después, parece que no resultó muy bien; todavía no sé si la situación se resolverá favorablemente.
Unos días más tarde recibí por correo una información que, de haberla tenido antes, me habría llevado a hacer las cosas de distinta manera. Creo que si me hubiera detenido a pedirle al Señor que confirmara mi decisión, si hubiera acudido a Él formalmente y le hubiera preguntado: «Señor, ¿cómo quieres que maneje este asunto? ¿Quieres que lo haga ahora?», Él me habría indicado que esperara un poco. De haber esperado, habría sido mucho mejor. Sigo orando por que se resuelva la situación, pues de lo contrario, no será muy bueno. Estoy bastante desanimado por lo sucedido; no obstante, si aprendo algo a raíz de ello, podré decir que valió la pena.
Da la impresión de que a algunos hombres nos cuesta más captar este punto que a las mujeres. Por naturaleza, la mayoría de las mujeres son más inclinadas a preguntar al Señor y obtener las respuestas que Él ofrece. Para ellas en muchos casos es más normal considerar que no saben o que tienen que averiguar la solución. En cambio, a veces los hombres no somos así. Cuando hay que hacer algo, por lo general queremos hacerlo nosotros mismos en vez de apoyarnos en otras personas o confesar que podríamos necesitar ayuda. Estamos acostumbrados a tomar decisiones, a apoyarnos en experiencias anteriores y, que Dios nos perdone, a veces nos apoyamos en nuestra propia prudencia. Somos así por naturaleza. Sin embargo, el Señor quiere enseñarnos a dejar eso y depender más de Él, a andar más en un espíritu de oración y preguntarle qué hacer.
Que el Señor nos ayude a los más fuertes a aprender que debemos apoyarnos más en Él. En ello radica la auténtica fuerza.
Escuchar al Señor e incluirlo a diario en nuestra vida es algo que nos hace falta aprender y que además debemos enseñar a otros con urgencia. Es que, si aprendemos de verdad a parar, mirar y escuchar, a plantear al Señor lo que no sepamos o no entendamos, descubriremos que muchos problemas se resuelven. Contaremos con todas las soluciones que necesitemos cada vez que surja una dificultad.
Si se buscan tiempo para acudir al Señor con respecto a asuntos personales o de trabajo, Él les puede dar las soluciones que necesitan. No tienen más que darle oportunidad de hablar.
En caso de que no posean el don, lógicamente pueden orar por él y dar al Señor la oportunidad de manifestarlo en ustedes, aunque sea permitiéndole que les confirme su parecer con un sí o un no. De todas maneras, si Él no considera oportuno otorgárselo ahora, tengan la seguridad de que pueden tomar sus decisiones con oración, verificando que estén respaldadas por la Palabra y manteniendo una actitud abierta a los avisos del Señor. Es decir, denle la oportunidad de comunicarse con ustedes de una u otra forma. También pueden pedir a otros que hagan uso de su don escuchando al Señor por ustedes.
Quiero pasarles una profecía bastante alentadora en la que el Señor deja bien claro que escucharlo en profecía no tiene el propósito de complicarnos la vida, sino de simplificarnos las cosas y que nos resulte más fácil vivir y trabajar para Él.
Dice:
«Acudan a Mí regularmente a fin de escuchar Mi voz y les daré todo lo que necesiten. Podrán avanzar viento en popa —casi sin ningún esfuerzo en comparación—, avanzar y consolidar el terreno ganado. Luego, el ver que hacen progresos los animará, puesto que el éxito llama al éxito. Así pues, dediquen tiempo a escucharme. Los ratos que dediquen a escucharme son como los ratos que se pasan afilando la hoz. No es tiempo perdido, sino invertido; además, son una buena inversión que tiene buen rendimiento. Verán cómo se volverán ricos si acuden a Mí e invierten su tiempo, fuerzas y energías en buscarme y oír Mi voz.
»No olviden nunca que Mi propósito en todo esto es facilitarles las cosas. La gente debe quitarse esa idea equivocada de la cabeza, ese prejuicio de que escucharme es difícil, o de que es una carga. Al contrario, cuando me escuchen haré que su trabajo les resulte más fácil, que es lo que deseo. Todo irá más rápido. Tendrán además una maravillosa tranquilidad sabiendo que hacen exactamente lo que Yo quiero.
»El escucharme acerca de su trabajo, del orden de prioridad de sus tareas y acerca de cualquier pregunta que tengan es un hábito que hay que contraer. Como en el caso de todo buen hábito, tendrán que esforzarse por adquirirlo. Hay que esforzarse, necesitarán recordatorios, tendrán que poner empeño; pero al cabo de un tiempo lo harán automáticamente y les resultará muchísimo más fácil. Entonces casi ni tendrán que pensar en ello.
»Recuerden que les tomará muy poco tiempo comparado con los grandes rendimientos que tendrá. En apenas cinco o diez minutos podrán captar las respuestas que les hacen falta y sentirse como nuevos. A la larga ahorrarán mucho tiempo.
»Cambien, pues, de mentalidad. En vez de pensar que escucharme en profecía les toma tiempo, recuerden que les ahorra tiempo. Al recibir Mis palabras avanzan, y cuanto más practiquen, más fácil les resultará en cualquier momento apartarse del ajetreo del día y escuchar Mis palabras de aliento y Mis instrucciones.
»No hace falta una gran preparación para escucharme en profecía. Es decir, siempre y cuando se hayan mantenido unidos a Mí. Siempre y cuando se mantengan unidos a Mí, no tendrán por qué hacer ningún aspaviento ni armar grandes preparativos para la mayoría de las sesiones de oración y profecía. Solo tienen que hacer silencio, orar y presentarme sus preguntas. Es así de fácil.
»Cuando me escuchen se darán cuenta de que su espíritu se renueva, de que su determinación se reafirma y sus planes y objetivos se aclaran. Les ayuda a saber cuáles son las cosas más importantes; así ya no tendrán que preocuparse ni preguntarse si hacen lo debido. Tendrán la certeza de ello, porque me lo habrán preguntado. Habrán recibido Mi contestación por fe, y estarán simplemente obedeciendo.
»Así pues, dediquen tiempo a escucharme, a recibir los consejos generales y las respuestas específicas que tengo para ustedes. Acostúmbrense a consultarme. Así todo irá mucho mejor.
»A veces el Enemigo pretende hacerlos pensar que su trabajo resulta mucho más complicado y que les demora más tiempo ahora que permiten que Yo participe más al escucharme. Cuando los quiera hacer pensar así, acuérdense de lo que les he dicho, de que no es más difícil y no toma más tiempo, sino que les resulta más fácil y les ahorra tiempo. Cuanto más practiquen ese principio, más claro verán la verdad de ese punto, y más convencidos estarán.
»Pueden escucharme en cualquier momento, de día o de noche. Estén listos, estén a Mi disposición».
El Señor evidentemente quiere que lo dejemos participar mucho más en nuestras decisiones. Como Él mismo ha dicho, si lo hacemos ahorraremos tiempo, las cosas marcharán mejor, lograremos más y cometeremos menos errores. Podremos ser mucho más eficientes y realizar un trabajo más eficaz.
Ayudémonos unos a otros a poner en práctica estos principios tan importantes y a acostumbrarnos más a escuchar al Señor en profecía. Yo tengo muchas ganas de hacer progresos en este sentido, y sé que ustedes también. Si seguimos dando el paso de fe y nos tomamos tiempo para oírlo hablar cada día tan a menudo como haga falta, el Señor nos ayudará. Que Dios los bendiga y los mantenga bien receptivos a la extraordinaria ayuda que Él nos brinda desde los cielos.
Artículo publicado por primera vez en julio de 1997 y adaptado en febrero de 2013. Traducción: Patricia Zapata N. y Antonia López.
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