diciembre 20, 2012
La época navideña me trae a la memoria momentos inolvidables. Es sin lugar a dudas mi temporada favorita del año. Permítanme incluir algunos ejemplos. La nieve caía un día de diciembre cuando mi familia volvió a los EE.UU. de las Filipinas. Yo tenía 6 años. Habíamos realizado durante años una labor misionera en ese país asiático. Aquel día conocí a mis abuelos y sentí por primera vez la nieve. En la Navidad de 1998 pasé las festividades con una banda de músicos que viajaban de México a Washington en una gira de recitales benéficos. Tenía 15 años y lo pasé de maravilla tocando instrumentos de percusión.
Sin embargo, las festividades más memorables sucedieron en los años 2002 y 2003. Se entrelazan debido a una canción y al importante efecto que ha causado en mi vida.
Era todo alegría la Navidad del año 2002. Mi madre se había curado de cáncer hacía varios meses y su vitalidad continuaba en aumento. Cierto día de diciembre se encontraba horneando la comida que llevaríamos a una reunión familiar. Aún recuerdo el aroma que inundaba nuestro apartamento en el sur de California. La radio sintonizaba un canal que transmitía música navideña las 24 horas. El repertorio consistía en alegres villancicos al estilo de Jingle Bell Rock y Santa Claus is coming to town. En esas, sonó una canción en claro contraste con las demás. Dejé lo que estaba haciendo para escuchar con mayor atención.
Más adelante supe que la canción se titulaba The Christmas Shoes (Los zapatos de Navidad). Es una de las canciones más conocidas de la banda cristiana Newsong. Un hombre se apresura por terminar sus compras navideñas durante la Nochebuena. Se encuentra haciendo fila en una tienda. Enfrente de él hay un niño que —a juzgar por su apariencia— pasa por momentos muy difíciles. Sostiene un par de zapatos. Mientras esperan, el pequeño le explica al caballero que le está llevando los zapatos a su madre, pues se encuentra muy enferma y quizás no le quede mucho tiempo de vida. El niño quiere que esté guapa en caso de que se reúna con Jesús esa misma noche. Al llegar el turno de pagar, el niño vacía sus bolsillos y pone las monedas sobre el mostrador. El tendero le responde que no le alcanza para comprar los zapatos. El pequeño le dirige al caballero una mirada suplicante y el hombre accede a costearle los zapatos. La canción termina diciendo que el hombre nunca olvidó la mirada de agradecimiento en el rostro del pequeño.
Se me llenaron los ojos de lágrimas al escuchar la canción. Me di cuenta de lo afortunado que era de tener a mi madre conmigo. Me imaginé la tristeza que sentiría de encontrarme en el lugar de aquel pequeñito. La melodía continuó resonando en mi mente durante la temporada navideña, pero la olvidé con la llegada del año nuevo.
El tiempo pasó y mi madre sufrió una recaída. El cáncer volvió a causar estragos en su cuerpo. Para las navidades del año 2003, se encontraba en una casa de reposo, donde se esmeraban por facilitar sus últimos días en la Tierra. Cierto día me encontraba haciendo compras con mi hermano. La radio estaba encendida en el auto, cuando sonó la canción que tanto me había impactado: Los zapatos de Navidad. Debo admitir que en ese momento adquirió un sentido especial.
La canción me conmovió tanto que le compramos a mi madre un par de hermosos zapatos. Le quedaron de maravilla y se sintió muy contenta. Unas semanas después se despidió de nosotros; al menos en el plano físico.
A día de hoy, esa hermosa canción me ayuda a sortear el ajetreo de los preparativos, las reuniones familiares y todo lo demás que conlleva las festividades navideñas. Cuando empiezo a tirarme de los pelos y a sentir frustración debido a la incesante actividad, escucho a mi madre que me susurra: «Recuerda Los zapatos de Navidad».
En ese momento se desvanece el estrés y la frustración. Recuerdo la importancia de agradecer lo que tengo y de contar mis muchas bendiciones. Pienso en mis familiares y seres queridos. Le doy gracias a Dios por estar con vida y gozar de buena salud. Por último, elevo una oración por aquellos en circunstancias difíciles durante las festividades, como el pequeño de la canción o mi familia la Navidad que nos despedimos de mi madre. Le pido a Dios que me guíe a esas personas y me dé la oportunidad de brindarles consuelo. Él a menudo lo ha hecho. El nerviosismo desaparece y no me molesta saber que no hemos practicado lo suficiente las presentaciones musicales o que ciertos detalles pasan desapercibidos. Los problemas se esfuman. Empiezo a apreciar el simple hecho de estar con vida y de disfrutar de una nueva temporada navideña.
Nota: Los siguientes enlaces dirigen a la canción en Internet (se encuentra solo en inglés):
Canción con letra: http://www.youtube.com/watch?v=LS4_b2LbLW4
Video musical: http://www.youtube.com/watch?v=GJcPVB-we7g. El video presenta imágenes de la película con el mismo título que la canción. Es muy conmovedor.
Publicado en Áncora en diciembre de 2012. Traducción: Sam de la Vega y Antonia López.
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