Alegría navideña

diciembre 18, 2025

Recopilación

 

[Christmas Joy]

Para ti, ¿qué es la Navidad? Muchos la consideran la principal fiesta del año, unos días en que no tienen que asistir al trabajo ni al colegio y pueden tomarse unas vacaciones. Claro que para otros la Navidad es también una temporada muy agitada, de agobio, en que se corre de un centro comercial a otro y de tienda en tienda, tratando frenéticamente de comprar regalos para sus familiares, amigos y conocidos. Es asimismo una época sentimental en la que recordamos otras fiestas celebradas en compañía de seres queridos.

Paradójicamente, la propia Nochebuena tiende a pasar inadvertida entre los días y semanas que la preceden y siguen. Muchas tarjetas y adornos navideños llevan escrito un escueto «Felices Fiestas», sin mención alguna de lo que se celebra en la fecha. Los arbolitos de Navidad, las luces de colores, los regalos, los muñecos de nieve, las campanillas, los platos especiales, los dulces, el turrón, el panetón, etc., contribuyen a definir lo que para mucha gente representa la Navidad, mientras casi olvida su verdadero significado.

La Navidad, sin embargo, es mucho más que arbolitos, adornos, regalos y fiestas. Haciendo a un lado esas distracciones, podremos apreciar la belleza y la singularidad de esta fiesta. En la Nochebuena celebramos el momento en que el gran Creador del universo envió al mundo a Su Hijo Jesús, Su más preciado regalo, encarnado en una criaturita indefensa y débil que trajo un mensaje de amor, esperanza y salvación para todos los pueblos.

Ese divino Niño nació de una humilde joven que lo concibió milagrosamente. Si bien estaba predestinado a ser rey —más aún, Rey de reyes—, no vio la luz en un lujoso palacio en presencia de ilustres cortesanos. La sociedad de la época no le prodigó honores ni lo ensalzó en modo alguno. Por el contrario, vino a nacer en el suelo de un establo, rodeado de vacas y asnos; seguidamente fue envuelto en trapos y acostado en el pesebre donde comían los animales.

Su nacimiento no se proclamó a bombo y platillo. Tampoco tuvo el reconocimiento del gobierno ni de las instituciones de la época. Pero aquella noche, en un cerro cercano, un grupo abigarrado de pastores se maravilló cuando apareció un ángel y les dijo: «He aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor» (Lucas 2:10-11).

Entonces una luz brillante los envolvió y una multitud de ángeles llenó la noche con su anuncio y su cántico celestial: «¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres de buena voluntad! ¡Porque les ha nacido hoy un Salvador, que es Cristo el Señor!» (Lucas 2:14, 11).

Jesucristo es el regalo de Navidad que le ha hecho Dios al mundo. No es un simple profeta, filósofo, maestro, rabino o gurú, sino el Hijo de Dios. Si bien muchos grandes maestros vertieron enseñanzas en torno a Dios y el amor, Jesús es amor y es Dios. Sólo Él murió por los pecados del mundo. Afirmó: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por Mí» (Juan 14:6). Que vivamos Su alegría en esta Navidad y siempre.  Revista Conéctate

La historia más grandiosa

Desde Su humilde nacimiento hasta Su vil muerte, el Rey glorificado, aunque irreconocible para Su propio pueblo, tal como fue predicho, vino y vivió nuestra experiencia humana para llevarnos de regreso a Su Reino. ¡La Navidad, qué historia tan maravillosa!

Desde un principio, Dios siempre quiso morar con Su creación (Génesis 3:8), y afortunadamente, en el fin de los tiempos, lo hará (Apocalipsis 21:4). Como consecuencia de la desobediencia de la primera familia, toda la humanidad se vio separada de Dios (Génesis 3:22-23, Salmo 51:5).

Cuando Dios reveló Su plan de redención, ofreció generosamente Su cercanía a un pueblo específico para que llevara a cabo Su misión por medio de pactos. Este fue el caso de Noé, Abraham, Isaac y Jacob y posteriormente con la nación de Israel. Los judíos entendieron esto muy bien, que a menos que Dios estuviera entre ellos, perecerían. La famosa oración de Moisés a fin de que Dios mostrara Su gloria, reveló este sentimiento (Éxodo 33:12-18). La cercanía de Dios siempre fue un punto de enorme celebración para la nación israelita, a diferencia de sus vecinos paganos (Éxodo 13:21-22, Éxodo 40:34-38).

Desde Su humilde nacimiento hasta Su vil muerte, el Rey glorificado vino y vivió nuestra experiencia humana para llevarnos de regreso a Su Reino.

Esa es precisamente la razón por la que el nacimiento de Jesús cobra tanto relieve. El Dios del universo no solo elige salvarnos personalmente, sino que también emplea los medios menos esperados. No nos salva a la distancia, sino que viene a compartir toda nuestra experiencia con nosotros. Dios, que solo se había revelado y hablado por medio de unos pocos, ahora elegía vivir entre nosotros y por eso Su nombre cobra tanto sentido: Emanuel (Mateo 1:23). Además, este nombre no solo le recordaría a la audiencia judía de Mateo que Dios residía entre Sus descendientes en el tabernáculo y en el templo, sino también alude a la profecía de Isaías acerca del nacimiento de un bebé cuyo nombre sería Emanuel (Isaías 7: 14-17).

Israel anhelaba un Salvador que ahora aparecía en medio de la oscuridad. La oscuridad sigue siendo una enfermedad que nos invade hoy por medio de nuestros pecados y penas (Isaías 9:1-2, Mateo 4:15-16). En contraste, las escrituras nos ofrecen las buenas nuevas de que la luz ha venido (Juan 1:9).

Como Dios ha obrado durante varios milenios para traernos el regalo de Su Hijo, bien haríamos en tener un entendimiento adecuado de quién es Jesús y cuál es Su verdadera misión para honrarlo como corresponde. Aprovechemos la ocasión, no esperemos más y unámonos a la historia más grande jamás contada. Volvámonos a Jesús, el Rey glorificado.  Daphne Byamukama1

La gracia de la Navidad

El padre Josef Mohr pastoreó la pequeña iglesia de Arnsdorf, cerca de Salzburg, Austria. La congregación, como el resto de la aldea, estaba compuesta por gente sencilla. Eran granjeros y carpinteros. Había más pobreza que abundancia. Trabajaban largas horas soportando rigurosos inviernos. La Navidad era uno de sus pocos respiros. El pastor se esforzaba por hacer del servicio navideño algo especial para su rebaño.

Sin embargo, aquel año de 1818, se le presentó un inconveniente. El órgano ya no servía. Era viejo. Los ratones se habían comido los fuelles. La iglesia necesitaba un nuevo órgano, pero no tenían dinero. El padre Mohr habló con su organista y le expresó su inquietud: «Debemos hacer algo especial para la Misa del Gallo».

«¿Qué es la Navidad sin música?», se preguntaban. En el día previo a la Nochebuena, llamaron al padre para que le diera la extremaunción a una mujer moribunda. Cuando regresó a Arnsdorf, ya era tarde. El valle y la aldea estaban a oscuras. El párroco hizo una pausa sobre una colina con vista al pueblo. Los eventos del día lo habían dejado triste: el órgano inservible, la muerte de una parroquiana, la noche fría y un viaje largo.

Su corazón, al igual que el valle, se encontraba sumido en las sombras. Pero entonces vio una tenue luz en una casa distante. En contraste con la oscuridad de la noche, brillaba con gran intensidad. El párroco reflexionó sobre la luz y pensó: «Debió ser algo así en aquella silenciosa y santa noche en Belén».

Súbitamente inspirado, se apresuró a ir a casa, se sentó en su despacho y escribió:

Noche de paz, noche de amor,
todo duerme en derredor,
entre los astros que esparcen su luz
bella anunciando al niñito Jesús,
brilla la estrella de paz,
brilla la estrella de paz.

Noche de paz, noche de amor,
oye humilde el fiel pastor,
coros celestes que anuncian salud,
aleluyas en gran plenitud,
por nuestro buen redentor,
por nuestro buen redentor.

Tras levantarse a la mañana siguiente, llevó la letra a Franz Gruber, su organista. En cuestión de momentos, Gruber imaginó la melodía perfecta. Cuando le cantó la canción a su esposa, ella le dijo: «Tú y yo vamos a morir, pero esta canción vivirá».

Y así ha sido. La Navidad no es Navidad sin la canción «Noche de paz». Atesoramos su promesa. El mundo sigue asentado en tinieblas, la muerte acecha, la mala fortuna silencia el órgano. Sin embargo, independientemente de lo que traiga el futuro, la luz de Jesús resplandece.

Gracias a Dios por la Navidad. Gracias a Dios que es Navidad.  Max Lucado2

Publicado en Áncora en diciembre de 2025.


1 Daphne Byamukama, When Waiting for Christmas Was Over, africa.thegospelcoalition.org, 25 de diciembre de 2022, https://africa.thegospelcoalition.org/article/when-waiting-for-christmas-was-over.

2 Max Lucado, We Need Some Christmas This Christmas, maxlucado.com, https://maxlucado.com/we-need-some-christmas-this-christmas.

Copyright © 2025 The Family International