octubre 15, 2025
[Choosing Life]
Estos días he pensado a menudo en Deuteronomio 30:19, donde Dios dice: «A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia».
Por supuesto que sé que es un pasaje del Antiguo Testamento. Cuando Jesús vino, tomó sobre sí la maldición que recaía sobre nosotros al morir en la cruz. Pablo escribió en Gálatas 3:13: «Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero)».
Sin embargo, Jesús nos dice en Juan 10:10: «El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia». Es importante recordar que, si bien Jesús rompió el poder de Satanás al consumar Su obra en la cruz, Satanás o «el ladrón» aún no ha sido expulsado del mundo. Como león rugiente, todavía anda alrededor buscando a quien devorar. (Ver 1 Pedro 5:8.) Por lo tanto, la elección entre la vida abundante que ofrece Jesús y la muerte y destrucción que procura el enemigo de nuestra alma sigue siendo nuestra.
En este artículo, me gustaría presentar algunos ejemplos de lo que ha significado para mí a lo largo de los años la elección entre la vida y la muerte, y lo que sigue significando para mí hoy en día.
Empezaré con el poder de mis palabras. Proverbios 18:21 dice: «La muerte y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos». A mi entender, dependiendo de cómo usemos la lengua —para causar vida o muerte, para animar o desmoralizar a otros— recogeremos los frutos de nuestra elección. Es una advertencia aleccionadora que me motiva a buscar y recibir todos los días la ayuda de Dios para usar mi lengua como instrumento de vida, amor y ánimo.
Ciertamente no he sido un modelo de virtud, pero mis errores me han enseñado valiosas lecciones. Por ejemplo, como músico que ha dirigido algunos grupos y bandas musicales, aprendí a elegir con cuidado mis palabras, en especial cuando ofrecía críticas constructivas a las personas con las que trabajaba. De más está decir que tengo las mejores intenciones al criticar el desempeño de los demás y que quiero motivarles a ser mejores, pero a veces he sido demasiado áspero al hablar. No he tenido mucho tacto. Por lo tanto, mis críticas constructivas no sentaron bien. Un par de personas se desanimaron mucho, al punto de que por un tiempo no quisieron trabajar conmigo. Menos mal que, en ambos casos, tuve el sentido común de disculparme y remediar la situación al restaurar su confianza en mí y fomentar su deseo de seguir siendo parte de la banda. Pero la lección sobre el poder que tienen las palabras sigue siendo muy real para mí. El Señor continúa enseñándome a hablar la verdad en amor todos los días. (Ver Efesios 4:15.)
También me estoy esforzando por no chismorrear ni hablar mal de otros a sus espaldas, porque al hacerlo, uso la lengua para la muerte en vez de la vida. También es importante proclamar la verdad de las promesas de Dios sobre mi propia vida, en vez de limitarme a hablar con negatividad y pesimismo. Jesús dice en Marcos 11:24: «Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá».
Escoger la vida también significa perdonar a quienes me han lastimado, en vez de guardarles rencor. Esta elección nunca es fácil, pero la Palabra de Dios nos exhorta a perdonar a otros, de la misma manera que Dios nos ha perdonado en Cristo. (Ver Efesios 4:32.) La alternativa es alimentar la amargura y el resentimiento, un camino que dirige a la muerte y la destrucción y que a la postre nos contaminará a mí y a otros. (Ver Hebreos 12:15.)
Escoger la vida también es estar dispuesto a perseverar en las metas que no he logrado alcanzar, en vez de sencillamente aceptar la derrota y decirme a mí mismo que nunca podré alcanzarlas. Yo creo que la vida completa y abundante que nos ofrece Jesús es en parte la capacidad de desarrollar todo nuestro potencial y llegar a ser todo lo que Dios quiere que seamos. Los tropiezos ocasionales forman parte del proceso de crecimiento y aprendizaje, pero encasillarme en los errores sólo impedirá que alcance ese objetivo. Por la gracia de Dios, estoy aprendiendo a afrontar las derrotas, aprender de ellas y continuar avanzando hacia el crecimiento y la victoria.
Escoger la vida también significa mantener la vista fija en Jesús, Su fidelidad y Sus promesas, aun cuando pareciera que las cosas no podrían estar peor. Por ejemplo, ayer recibí la triste noticia de que una buena amiga mía había muerto de cáncer. Por un momento me sentí superado por el dolor y la tristeza, pero al poco tiempo, tomé la decisión de encontrar ánimo en el Señor, al igual que el rey David. (Ver 1 Samuel 30:6.) A fin de cuentas, sé que mi amiga ha recibido al Señor y que se encuentra mucho mejor ahora que quienes seguimos en la tierra. De modo que me esforcé por desechar los sentimientos de dolor y pérdida que sentía para recibir la presencia divina y consoladora del Espíritu Santo. Pronto recibí la paz y el consuelo que tanto necesitaba.
Es verdad que en el Cielo experimentaremos cosas hermosas y seremos partícipes del amor perfecto, pero también sé que Jesús no vino sólo a darnos vida en el mundo venidero. Él tiene preparadas para nosotros muchas cosas buenas aquí y ahora. Pablo nos dice: «Dios puede hacer que toda gracia abunde para ustedes, de manera que siempre, en toda circunstancia, tengan todo lo necesario y toda buena obra abunde en ustedes» (2 Corintios 9:8).
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