octubre 8, 2025
[Reflections on Friendship]
Nunca había apreciado tanto las amistades hasta que pasé por mi última crisis de salud. Luego de una delicadísima operación de la aorta que tomó ocho horas, seguida de dos días de coma inducido, desperté y descubrí que una red impresionante de amigos nos apoyaban y nos atendían con mucho cariño a mi esposa y a mí. Eso sin mencionar los cientos de mensajes de todas partes del mundo que me llegaron por WhatsApp, teléfono y correo electrónico. El ánimo y la empatía que me manifestaron mis amigos me dieron el espaldarazo que me hacía falta para recobrar fuerzas. Esa experiencia me abrió los ojos al valor de la amistad.
De pronto me di cuenta de que cada fracción de tiempo que había dedicado a esos queridos amigos, cada llamada, cada visita que hice y cada nota que escribí había contribuido a crear un vínculo especial. Hay momentos en que termino tan enredado en mi trabajo que postergo contestar un mensaje personal o no me detengo a buscar al Señor para responder a una petición de oración. No obstante, después de la dura prueba por la que pasé tomé conciencia del valor de dedicar tiempo a un amigo/a o concentrar mi atención en un colega que necesita que le presten oído.
Por otra parte, las amistades sinceras no siempre requieren una gran inversión de tiempo. Hubo una amiga a la que no habíamos visto en varios años que se presentó en la sala de urgencias del hospital momentos antes de mi cirugía. Es una doctora bastante reconocida, que cuando supo de mi difícil situación partió inmediatamente al hospital para infundirme ánimos. Su reacción fue tan rápida que llegó al hospital antes que la ambulancia que me traía desde otro hospital. No se imaginan lo alentador que fue eso para mí en ese momento crítico.
Mientras convalecía en la cama del hospital esa semana, leer los distintos mensajes de amigos y conocidos jugó un importante papel en mi recuperación. «Una palabra a tiempo, ¡cuán agradable es!» (Proverbios 15:23 lbla).
Muchas veces se habla de amigos que nos traicionan o que no están presentes cuando los necesitamos. La Biblia también habla de estos, concretamente de Judas en el caso de Jesús y de muchos otros en la vida de David. Pero también es importante saber de aquellas personas que se mantienen firmemente a nuestro lado o que están presentes en nuestros momentos de apuro. Como yo mismo lo constaté en la hora de mi adversidad, cantidades de amigos estuvieron ahí para robustecerme en mi debilidad y entregarle apoyo a nuestra familia.
Lo único que hizo falta para consolidar esa lealtad fue un poquito de tiempo, interés sincero, una oración por quien se halla en aprieto, una palabra de confianza para quien pasa por momentos de ansiedad, una oportuna llamada telefónica, un toque de humor, un elogio por un trabajo bien realizado, etc. Como reza el proverbio: «En todo tiempo ama el amigo, y el hermano nace para el tiempo de angustia» (Proverbios 17:17).
No olvidemos que Jesús, pese a ser el Hijo de Dios, nos trató como amigos. (Véase Juan 15:14,15.) Y si deseamos ahondar más en el tema, otras lecturas sumamente estimulantes sobre las amistades profundas se hallan en los relatos de Rut y Noemí (Rut 1:16,17) y David y Jonatán (1 Samuel 18:1–4).
Hace algunos años las conexiones o redes de contacto eran términos muy de moda, es decir la idea de crear listas de contactos que después pudieran resultar útiles. El concepto bíblico, sin embargo, es bastante distinto. Jesús nos exhortó a hacer el bien y dar con liberalidad, sin esperar nada a cambio (v. Lucas 6:35). Además dijo: «De gracia han recibido; den de gracia» (Mateo 10:8). Si damos con la esperanza de que un día recibiremos compensación podríamos privarnos del gozo que trae aparejado el amor abnegado.
El famoso cantante brasileño Roberto Carlos compuso hace unas décadas una canción que quedó grabada en el alma latinoamericana y que todavía se oye en las radios de todo el continente. Recordarán la letra: «Quisiera tener un millón de amigos y así más fuerte poder cantar. Quiero llevar este canto amigo a quien lo pudiera necesitar.» Así fue efectivamente, en mi momento de aflicción, sentí que tenía un millón de amigos.
Si te agobia la soledad, te encuentras en situación de aislamiento o eres proclive a recluirte, te animo a conectar con otras personas. Toma la iniciativa y entabla una conversación amistosa. Escucha con empatía. Tiende un mano amiga. Hay un pequeño poema que dice:
Salí en búsqueda de un amigo,
pero ninguno encontré;
salí a brindar mi amistad
y hallé amigos por doquier.
*
«Mejor dos que uno solo, pues tienen mejor recompensa por su trabajo. Porque si caen, el uno levantará a su compañero. Pero, ¡ay del que cae cuando no hay otro que lo levante!» (Eclesiastés 4:9,10.)
«Para el abatido, debe haber compasión de parte de su amigo; no sea que abandone el temor del Todopoderoso» (Job 6:14 lbla).
«El aceite y el perfume alegran el corazón; y la dulzura de un amigo más que el consejo del alma. No abandones a tu amigo ni al amigo de tu padre […], pues es mejor el vecino cerca que el hermano lejos» (Proverbios 27:9,10).
«El hierro con hierro se afila y el hombre afina el semblante de su amigo» (Proverbios 27:17).
Copyright © 2025 The Family International