Ciudadanos del Cielo

septiembre 30, 2025

Recopilación

[Citizenship in Heaven]

En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde anhelamos recibir al Salvador, el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo miserable para que sea como Su cuerpo glorioso, mediante el poder con que somete a sí mismo todas las cosas.  Filipenses 3:20,21

Según lo que dice Filipenses 3:20 «somos ciudadanos del cielo». Eso no significa simplemente que vamos al Cielo después de morir. Más bien, significa que vamos a vivir en esta Tierra de acuerdo a los valores del Cielo. Estamos comprometidos con el plan del soberano del Cielo, el Rey de reyes y Señor de señores. En todo lo que hacemos, debemos buscar la justicia y misericordia de Dios, para Su gloria y propósitos. […]

Aunque también somos ciudadanos de los países de la Tierra, de una manera suprema somos ciudadanos del Cielo, personas cuya principal lealtad y sumisión es hacia nuestro Señor Jesucristo. Como nuestra ciudadanía es en el Cielo, tenemos una perspectiva desde la que evaluamos los países de nuestra ciudadanía terrenal. Podemos celebrar cuando reflejan la bondad de Dios y afligirnos cuando se quedan cortos. En todo lo que hacemos podemos buscar «practicar la justicia, amar la misericordia, y andar humildemente» con Dios (Miqueas 6:8).

He oído decir que nuestra ciudadanía celestial es principalmente cuestión de lo que experimentamos después de la muerte. Sin duda eso es parte de lo que significa ser ciudadano del Cielo. Sin embargo, desde una perspectiva bíblica, la ciudadanía celestial no es solo acerca de la vida después de la muerte. También se trata de cómo vivimos en esta Tierra en nuestras ciudades y países, empresas e iglesias.

Reflexionemos en el ejemplo de los filipenses. […] Los filipenses tenían algo así como doble ciudadanía pues eran ciudadanos de Filipos, su localidad, y también de Roma, la capital imperial. Eso era poco común en el Imperio romano. Debido a esa clase especial de ciudadanía, los filipenses recibían beneficios del gobierno romano y se esperaba que vivieran de una forma claramente romana. Filipos era un puesto avanzado del poder, la ley y la sociedad romana en el norte de Grecia. El hecho de que fueran ciudadanos romanos no significaba que debían mudarse a la capital. Por el contrario, se esperaba que permanecieran en Filipos a fin de impulsar el plan romano en ese lugar.

Pasa lo mismo con los ciudadanos del Cielo. Nuestra lealtad al Cielo y al Señor del Cielo es algo que vivimos ahora mismo, a diario, en tiempo real y terrenal. En todo lo que hacemos, buscamos honrar a Dios y promover el plan de Su reino en la Tierra. […]

Jesús enseñó a Sus discípulos a orar: «Venga Tu reino. Hágase Tu voluntad, así en la tierra como en el cielo» (Mateo 6:10). Jesús quiere que oremos por la venida del reino de Dios, tanto ahora como en el futuro. Además, ahora mismo, debemos pedir que se haga la voluntad de Dios en la tierra como en el Cielo. ¿Cómo se lleva a cabo la voluntad de Dios en la Tierra? Principalmente lo hacen los ciudadanos del Cielo que están en la tierra, cuya lealtad es hacia el Señor de señores. En otros términos, la llevamos a cabo tú y yo, mientras vivimos nuestra ciudadanía celestial aquí y ahora.  Mark D. Roberts1

Forasteros en esta tierra

Para nosotros los creyentes en Cristo, el recordatorio de nuestra ciudadanía celestial debería animarnos e incentivarnos a diario a andar de manera digna del evangelio de Cristo (Filipenses 1:27). Debido a nuestra profesión de fe en Cristo, nuestra conducta debería ser diferente de la de quienes no conocen a Dios, y deberíamos centrarnos principalmente en las cosas eternas en vez de en nuestras pasiones mundanas o temporales. Esta estupenda ciudadanía nos otorga la promesa de la vida eterna y la glorificación por medio de la fe en Jesucristo.

En su carta a los santos de Filipos, el apóstol Pablo nos recuerda esta certeza y promesa: «En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde anhelamos recibir al Salvador, el Señor Jesucristo» (Filipenses 3:20). La segunda venida de Jesucristo resultará en la glorificación de los cuerpos físicos para los que están en Cristo Jesús, y será por Su poder (Filipenses 3:21).

Al hablar de ser ciudadanos del Cielo, Gregory Brown dijo: «La gente debería poder identificarnos como ciudadanos del Cielo por la ropa (justicia, rectitud, paciencia, perdón, compasión, humildad y amor) que llevamos puesta, por nuestras actitudes. Nuestra postura en Cristo debería influir en todo».

Ser ciudadanos del Cielo nos deja como forasteros en este mundo. Somos residentes temporales, a la espera de una ciudad celestial, muy parecidos a los descritos en la carta a los Hebreos. Charles Spurgeon dijo: «Si nuestra ciudadanía está en el Cielo, entonces somos extranjeros aquí; somos forasteros y extraños, peregrinos y residentes temporales en la Tierra, como lo fueron todos nuestros antepasados». […]

Como forasteros, nos damos cuenta de que este mundo no es nuestro hogar. No ponemos nuestro corazón en las cosas de este mundo ni acumulamos tesoros donde la polilla y el óxido pueden destruir. Somos ciudadanos del Cielo y hacemos lo que Colosenses 3:1,2 nos dice que hagamos: «Ya que han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios. Concentren su atención en las cosas de arriba, no en las de la tierra». En vez de tener esperanza en las cosas de este mundo, tenemos un deseo vehemente y gran esperanza en el regreso de nuestro Salvador.

La promesa de nuestra ciudadanía nos deja en un estado de ahora, pero no todavía. Como creyentes en Cristo, somos justificados delante de Dios. Al mismo tiempo, todavía no hemos recibido nuestro cuerpo glorificado, ni se ha cumplido el estar sentados en lugares celestiales en Cristo Jesús.

Nuestros nombres están escritos en el libro de la vida del Cordero, una promesa de nuestra seguridad eterna como ciudadanos en la ciudad celestial. […] Como ciudadanos del Cielo, Cristo nos ha otorgado todas las bendiciones espirituales en las regiones celestiales (Efesios 1:3). Somos una nueva creación, y lo viejo ya pasó (2 Corintios 5:17). Tenemos gloriosas promesas para ahora y para el futuro, como ciudadanos del Cielo y al tener a Cristo Jesús como nuestro rey.  Dawn Hill2

Un corazón lleno de Cielo

Desde el principio de los tiempos todos los hijos de Dios por la fe han estado buscando una ciudad que tiene fundamentos —fundamentos eternos—, «cuyo arquitecto y constructor es Dios» (Hebreos 11:10). No estaban satisfechos con ser ciudadanos de este mundo, sino que anhelaban un país hecho por Dios, una ciudad celestial, construida por Dios.

Confesaron «que eran extranjeros y peregrinos en esta tierra. Porque los que dicen esto, claramente dan a entender que buscan una patria; pues si hubieran estado pensando en la patria de donde salieron, tiempo tenían para volver. Pero ellos anhelaban una patria mejor, es decir, la patria celestial. Por eso Dios no se avergüenza de llamarse su Dios; al contrario, les ha preparado una ciudad» (Hebreos 11:13–16).

Si buscas un país con un gobierno perfecto, busca el único país que de verdad los cristianos podemos llamar nuestro: el reino de Dios. Esa es nuestra nacionalidad, nuestra ciudadanía, nuestra patria. Se trata de un país que jamás ha perseguido a los pobres, oprimido a los débiles o discriminado a minorías étnicas o raciales, que jamás ha librado una guerra injusta.

Somos ciudadanos de la única nación justa del universo: el reino de Jesucristo. De hecho, renunciamos a nuestra ciudadanía en este mundo al aceptar en nuestro corazón al Rey de reyes y Príncipe de paz, Señor de señores, Dios del Cielo e Hijo de justicia, así como Su reino.  The Family International

Dios va a prepararnos un lugar (Juan 14:3)

El Cielo no es un lugar imaginario, una idea o un sueño celestial que tú y yo tendremos eternamente. Jesús dijo: «Voy y les preparo un lugar». Es decir, un lugar donde tendremos un cuerpo glorificado, con el que nos comunicaremos con otras personas, caminaremos y seremos alguien, y donde vamos a conocernos unos a otros. Dios, el supremo Creador, está haciendo este Cielo para nosotros. Nuestra ciudadanía es en ese lugar (Filipenses 3:20).

Dios dijo que nuestra ciudadanía está en el Cielo. También dijo en Lucas 10 que nuestros nombres habían sido escritos en el Cielo, en el libro de la vida del Cordero  (Lucas 10: 20; también Apocalipsis 21:27). Así pues, si hemos recibido el regalo de la salvación que nos ha dado Cristo, nuestra ciudadanía es en ese lugar y allí están nuestros nombres registrados; lo que significa que estaremos allí uno de estos días. […]

Querido Dios:

Gracias por amarnos lo suficiente como para preparar el Cielo para nosotros. Gracias por darnos a Tu único Hijo como una puerta que conduce a ese hogar celestial, ese lugar al que nos has permitido pertenecer. Has creado el sol, la luna, las estrellas y mundos más allá del nuestro que son inimaginables y magníficos. […]

Nos has preparado para el Cielo dándonos vislumbres de la maravilla y la gracia, la comunidad y la camaradería, que existirá en el Cielo. Nos emociona vivir para siempre en nuestra relación contigo. Queremos esa unidad, cercanía, satisfacción y amor. Guíanos ahora en la Tierra, de modo que podamos vivir eternamente a Tu lado. Gracias por ese milagro. Gracias, Dios, por nuestro hogar celestial, amén.  Charles Stanley3

Publicado en Áncora en septiembre de 2025.


1 Mark D. Roberts, Living as Citizens on Earth as in Heaven, Fuller, De Pree Center, 5 de julio de 2020, https://depree.org/life-for-leaders/living-as-citizens-on-earth-as-in-heaven/

2 Dawn Hill, What Does It Mean That Our Citizenship Is in Heaven? Christianity.com, 18 de marzo de 2022, https://www.christianity.com/wiki/heaven-and-hell/what-does-it-mean-that-our-citizenship-is-in-heaven.html

3 Charles Stanley, The Gift of Heaven (Thomas Nelson, 2017).

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