Ahora es el momento

septiembre 17, 2025

Marie Story

[Go Time]

Hay algo que siempre me intrigó sobre el primer milagro que hizo Jesús. El segundo capítulo de Juan cuenta la historia de Jesús asistiendo a una boda en Galilea, junto a Su madre y Sus discípulos. De pronto, Su mamá le dice que se acabó el vino. Eso es un poco raro. Jesús era un invitado. No le correspondía a Él asegurarse de que hubiera suficiente vino.

Al parecer Su mamá esperaba una solución sobrenatural al problema de la escasez de bebida, o no se lo hubiera dicho a Jesús. Pero Él le respondió: «Mujer, ¿eso qué tiene que ver conmigo? Todavía no ha llegado Mi hora» (Juan 2:4).

Pareciera que falta una parte de la historia, porque continúa con que Jesús les está diciendo a los sirvientes que llenen tinajas de piedra con agua. Convierte esa agua en vino, y el anfitrión del banquete comenta que es raro que el mejor vino se sirva al final.

Nunca me he podido explicar por qué Jesús dijo una cosa y justo después hizo lo opuesto. ¿Qué fue lo que lo hizo titubear inicialmente? ¿Fue Su naturaleza humana la que lo hizo sentir que no era el mejor momento para realizar Su primer milagro? ¿Sentía que aún no estaba preparado? ¿Creería que no tenía lo suficiente o necesario para obrar el milagro? La Biblia no nos da ningún detalle sobre el porqué de esta duda de Jesús, solo dice que protestó porque no era el momento.

Me pregunto si Dios el Padre intervino y dijo: «¡Ahora es el momento!», y Jesús se puso manos a la obra, aunque aún no se sintiera preparado. Tal vez no se sentía cómodo para hacer Su primer milagro público, pero Dios lo puso en una situación en la que tuvo que actuar, y Él se valió de lo que tenía.

Yo suelo hablar sobre hacer las cosas «con todas tus fuerzas» y buscar la excelencia. Creo que ésa es una de las claves del éxito en la vida. Si uno procura mejorar en los talentos que tiene y si pone todo el corazón en lo que hace, llegará muy lejos.

Algo que a veces me ha detenido es la sensación de no estar lista. No me siento preparada para asumir cierta responsabilidad porque no sé lo suficiente. No veo que cuente con los recursos necesarios para realizar la tarea. O siento que tal vez se me pedirá más de lo que soy capaz de ofrecer.

Sin embargo, me doy cuenta de que hay veces en que Dios nos da oportunidades y no hay tiempo para esperar a que estemos completamente preparados o que las circunstancias sean perfectas. De hecho, esperar hasta tener las aptitudes perfectas y que las circunstancias sean ideales suele ser un indicio de que nunca haremos nada. Esperar a la perfección es algo que nos frena. Creo que a veces hasta se interpone en lo que intentamos hacer.

He escuchado a músicos que —técnicamente hablando— eran perfectos. Habían estudiado teoría musical. Conocían cada detalle de los instrumentos que tocaban y tenían un ritmo perfecto. Pero no disfruté mucho de su música. Al querer conseguir tal perfección, parece que habían perdido la pasión. En pocas palabras, en su actuación no había espíritu.

He leído libros y artículos perfectos gramaticalmente. Cada oración ha sido analizada de modo que no hubiera ningún malentendido. Cada concepto se presentaba a la perfección desde todo ángulo posible. Pero en realidad, esos son los libros que suelo abandonar a la mitad. En vez de volverse intrigantes y emocionantes y de reflejar destellos del alma del autor, lo único que encontré fueron palabras vacías.

He escuchado a oradores que parecían leer de un guión. Su entonación era perfecta, su presencia era impecable y sus gestos y expresiones parecían recién salidos de un manual sobre cómo hablar en público. Pero parecía una actuación porque se concentraban tanto en la perfección técnica. Por eso, el mensaje se perdía. Lo único que veía era una actuación.

Sin embargo, he escuchado música que no era perfecta pero que me levantó el ánimo. He leído escritos poco pulidos que echaron a volar mi imaginación y desafiaron mi intelecto. He escuchado a oradores que carecían de elocuencia y cometían fallos gramaticales, pero llegaban al fondo de mi corazón y me motivaban a lograr más en la vida.

Llega un momento en que necesitamos dejar de buscar la perfección. No esperar que cada plan sea impecable y que todos estén de acuerdo con nosotros. En algún momento solo tenemos que obedecer al Señor, seguir adelante y confiar en que Dios obrará por medio de nosotros.

Cuando Pedro y Juan se toparon con el hombre cojo en las puertas del templo, dudo mucho que pensaran: «¡Bueno, es hora de demostrar nuestras increíbles y perfeccionadas dotes como obradores de milagros!» No se sentaron primero a escribir un guión, planificar una estrategia perfecta o consultar el manual de milagros para principiantes. Dios les presentó una oportunidad y ellos sencillamente confiaron en que Él obraría a través suyo (Hechos 3:1-8).

Un hombre sabio dijo una vez que la perfección musical es matemática, pero la inspiración musical es divina. ¿Ha puesto Dios una idea, un sueño o un deseo en tu corazón? ¿Ha puesto Él alguna inspiración en tu alma? ¿Estás haciendo algo al respecto? ¿O estás esperando a obtener la educación perfecta, a que llegue el momento perfecto o a tener la oportunidad perfecta para empezar? Detente y ponte a pensar en cuáles son las cosas que te detienen.

No estoy diciendo que uno no debería de seguir mejorando en sus aptitudes y talentos. Todo lo contrario. Hay que mejorar lo más posible, aprender lo que se pueda, hacer planes concretos y escuchar consejos prudentes, pero no dejemos que la imperfección nos detenga.

Si Dios te ha dado un sueño, si ha puesto una chispa de inspiración en tu corazón, haz algo al respecto. Si Dios te está dando un empujoncito diciéndote: «¡Ahora es el momento!», por el amor de Dios, ¡hazlo! Al dar esos pasos pequeños e imperfectos para obedecer a Dios, Él se pondrá manos a la obra por ti y hará lo que tú no puedas.

Adaptado de Solo1cosa, textos cristianos para la formación del carácter de los jóvenes.

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