Reconectado

junio 25, 2025

Steve Hearts

[Reconnected]

Vivimos en un mundo en el que para lograr cosas y seguir el ritmo de la vida necesitamos estar constantemente «conectados». La Internet no solo ha llevado nuestra existencia a un nivel que nunca hubiéramos soñado hace veinte o treinta años, sino que gracias a los teléfonos inteligentes, tabletas y computadoras, podemos llevar «la red» con nosotros adondequiera que vayamos. Esto nos permite estar al tanto de nuestras responsabilidades laborales aun cuando estamos fuera de la oficina o lugar de trabajo. Si bien esto ciertamente puede ser una ventaja, también hace que trabajemos cuando deberíamos estar descansando.

Gracias a la tecnología, ya casi no tenemos que invertir tiempo para preparar una carta a mano, ir a la oficina de correos, pagar para enviarla, y esperar unas semanas o un mes para recibir respuesta. Ahora podemos simplemente escribir un mensaje a alguien que se encuentra del otro lado del mundo y enviarlo electrónicamente en cuestión de segundos. Todo esto es estupendo. Es genial aprovechar estas conveniencias, pero he notado que me impaciento si no recibo una respuesta en un día o dos.

En un mundo colmado de comunicaciones instantáneas y gratificación inmediata, la paciencia se ha convertido en una virtud poco presente. No solo eso, sino que muchos permitimos que la conexión constante al mundo electrónico nos desconecte de las cosas importantes de la vida.

Cuando era chico, las reuniones familiares siempre eran en torno a la convivencia, disfrutar de la compañía de otros y ponernos al día. Ahora, mucha gente prefiere pasar ese tiempo con su teléfono, enviando mensajes o con los videojuegos, incluso cuando están en compañía de sus seres queridos. Es interesante cómo los que son muy «sociables» en línea pueden ser los más antisociables cara a cara con otros.

Aunque yo no paso mucho tiempo en Facebook, Whatsapp, Twitter o en otras redes sociales, sí dependo mucho de la Internet para comunicarme por correo electrónico para todo lo relacionado con mi ministerio y hacer búsquedas para mis artículos. Todo eso consume mucho tiempo. Antes podía vivir sin estar conectado a la Internet unos días de ser necesario. Pero ahora a menudo me siento ansioso si no me conecto a diario y reviso mi correo para estar al día.

Cada año, mi papá y yo pasábamos unas semanas con mi abuela. Ella no tenía conexión a Internet en su casa. Antes de conocer las computadoras y la Internet, no me molestaba, y esperaba con ilusión esas visitas. Pero a medida que aumentaba mi comprensión y aprecio por la Internet, mi deseo de visitar a mi abuela disminuía considerablemente. Quería estar conectado 24 horas al día, 7 días a la semana; todo el día, cada día. La Internet se había convertido en parte esencial de mi vida. De modo que cuando visitaba a mi abuela, el aburrimiento me invadía de inmediato y me inquietaba mucho.

Debo reconocer que hubieron ocasiones en las que gracias a la falta de Internet dediqué tiempo a estar con ella, que se supone era la razón principal por la que estaba allí. Pero también debo confesar que lo hacía un poco de mala gana.

Y entonces experimenté un notable cambio de perspectiva. Se acercaba el cumpleaños de mi hermanastra. Para celebrarlo decidimos tomarnos un merecido descanso en un hotel que pertenecía a unos amigos nuestros.

Antes de salir hacia el hotel, el Señor me susurró al oído y me indicó que me abstuviera de conectarme durante los días de descanso, y que solo utilizara mi portátil para escuchar material devocional. También sentí que debía dejar de lado todos los proyectos de escritura que tenía entre manos para poder aprovechar al máximo el descanso y recargarme en todo sentido.

Aunque no sabía cómo lo lograría, sabía que era parte del plan del Señor para enseñarme lo que necesitaba aprender, así que hice lo que me pidió. Todo el tiempo lo dediqué a la oración, a reflexionar en lo personal, y a estar con mi hermanastra, cosa que no había hecho mucho.

Fueron unos días sumamente relajantes y renovadores. Me di cuenta de que me había dejado absorber por mi trabajo y ministerio, hasta tal punto que se había debilitado mi relación con el Señor y con los demás. Esta pequeña escapada ayudó mucho a fortalecer mis relaciones.

Pensé en héroes de la Biblia: Moisés, David, Abraham y otros que anduvieron muy cerca de Dios y escucharon Su voz claramente, sin los implementos modernos de los que dependemos hoy en día. Cuando Moisés y Josué subieron al monte para recibir los Diez Mandamientos, no tenían tabletas electrónicas para tomar notas mientras Dios hablaba. En lugar de eso, tenían tablas de piedra en las que Dios escribió con Su propio dedo, mientras ellos simplemente se quedaron callados, esperando y escuchando.

Cuando Dios advirtió a Noé sobre el diluvio y le dijo que construyera el arca, no le envió un mensaje de texto ni agregó una entrada en el muro de Facebook. Más bien, Noé escuchó la apacible voz de Dios en su corazón, que lo orientó y dirigió a cada paso. Reflexionando al respecto, enseguida me dieron ganas de vivir a ese ritmo más tranquilo y llevar una vida sencilla, de la cual la tecnología nos ha privado.

Cuando llegó el momento de dejar el hotel y volver a casa, casi deseaba que no se acabaran esos días. Me quedé con ganas de quedarme unos días más en ese entorno sin distracciones, para poder seguir desligándome del ajetreo de la era de Internet. Pero cuando nos íbamos me vino otro pensamiento: en la próxima visita a mi abuela, podré volver a pasar tiempo en un entorno similar. Me emociona especialmente visitar Fox Island, un parque del condado que no queda lejos de su casa, en el que andábamos en trineo con mis hermanos cuando éramos chicos. Allí los pájaros con sus cantos apacibles y alegres te rodean dondequiera que vayas. Hay un estanque para pescar y senderos para caminar. No se escucha mucho más que los sonidos de la naturaleza. Ese tipo de entorno natural se asemeja más a los tiempos bíblicos en los que la voz de Dios se escuchaba con más claridad debido a la falta de las distracciones modernas que la ahogan en el mundo de hoy.

No pretendo machacar la tecnología con este artículo. La Internet es una gran fuente de información y oportunidades. Pero a aquellos cuyas vidas dependen de la tecnología y la Internet, me gustaría sugerirles que intenten desconectarse del mundo electrónico, aunque sea por períodos cortos. Puede que les proporcione relajamiento de cuerpo, mente y espíritu.

A mí me ayudó a volver a establecer vínculos con seres queridos y familia, como también con Jesús, y mi corazón se llenó de la paz que tanto necesitaba.

Adaptado de Solo1cosa, textos cristianos para la formación del carácter de los jóvenes.

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