Embajadores de Cristo

mayo 8, 2025

Tesoros

[Ambassadors for Christ]

En 2 Corintios 5:20 Pablo enseña que «somos embajadores de Cristo, como si Dios rogara por medio de nosotros». En otras palabras, somos representantes de Cristo. Como ciudadanos del Cielo, representamos el reino de Dios. Tenemos una misión temporal en la Tierra como delegados de nuestra patria y de nuestro Rey. Representamos al Príncipe de Paz y tenemos el llamado y el privilegio de comunicar Su mensaje al mundo, como dice la segunda mitad del versículo: «En nombre de Cristo les rogamos: ¡Reconcíliense con Dios!»

En nuestro mundo muchísimas personas se encuentran perdidas, solitarias, oprimidas, débiles y cansadas. Hay quienes son oprimidos y tratados sin miramientos: los pobres, los perseguidos, los hambrientos, las víctimas de las guerras, de la delincuencia y la explotación. Hay quienes no cuentan con capital político o social y poseen pocos bienes materiales o carecen de las necesidades más elementales.

Otros tienen bienes materiales y, sin embargo, son prisioneros de sus propios deseos; están cansados y llevan pesadas cargas de estrés, temores y fobias. Los hay que lucen una sonrisa, pero albergan un dolor interno. Otros están sumidos en un mar de vacuidad. Otros tantos padecen por el dolor, la culpa, el resentimiento y la autocondenación. Hay también quienes abrigan remordimiento por el pasado o temor al futuro. En el mundo son presa de la desesperación.

Un incidente tras otro deja a las personas preguntándose: ¿Por qué hay dolor y conflicto? ¿Por qué hay guerras y mueren los inocentes? ¿Por qué hay trastornos y pesares? Las personas necesitan desesperadamente conocer la verdad y ver la luz. A los que somos representantes de Cristo en la Tierra se nos llama a transmitir el mensaje del Evangelio, de modo que las personas tengan oportunidad de conocer la verdad que las hará libres (Juan 8:32). Asimismo, se nos insta y a alumbrar con la luz y el amor de Jesús a quienes nos rodean.

Jesús dijo: «Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad situada sobre un monte no se puede ocultar. […] Así brille la luz de ustedes delante de los hombres, para que vean sus buenas acciones y glorifiquen a su Padre que está en los cielos» (Mateo 5:14–16).

Por medio de Sus hijos Dios intenta mostrar al mundo como es Él: «Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna» (Juan 3:16).  Jesús expresó que el segundo de los dos principales mandamientos es: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mateo 22:37–39), y dijo a Sus seguidores: «De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros» (Juan 13:35).

El último mensaje que dirigió a Sus discípulos después de Su resurrección y antes de Su ascensión al Cielo expresaba lo que se conoce como la gran misión: «Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado» (Mateo 28:19,20).  Al ser obedientes a ese llamamiento, los primeros cristianos transformaron para siempre el mundo y el curso de la Historia con la verdad y el amor de Dios.

La manera en que vivían convenció a otros de que su fe era auténtica. Hasta los romanos que los perseguían se maravillaban del amor que los cristianos se tenían entre ellos y que a su vez demostraban por la demás gente. Se asombraban también de cómo servían desinteresadamente a los necesitados. Tanto es así que en un lapso de doscientos años una de cada cinco personas del mundo occidental llegó a ser un cristiano practicante.

Actualmente, más de dos mil años después, el corazón de la humanidad sigue siendo el mismo. Mucha gente busca amor, verdad y respuestas a los grandes interrogantes de la vida; pero rara vez las encuentra. Nosotros —que hemos llegado a conocer a Dios y Su amor— tenemos lo que otros necesitan con urgencia. En la Biblia, encontramos las respuestas a los mayores interrogantes de la vida, como por ejemplo: ¿Por qué estoy aquí? ¿Cuál es mi razón de ser? ¿Existe Dios? ¿Por qué hay sufrimiento en el mundo? ¿Cuál es el sentido de la vida? A los cristianos se nos ha encargado comunicar a otros esas verdades.

Obras mayores

Jesús dijo a sus primeros seguidores «el que cree en Mí, las obras que Yo hago, él las hará también; y aun mayores que estas hará, porque Yo voy al Padre» (Juan 14:12). Ese mensaje profético se cumplió, pues aquellos con los que Él hablaba en esa época llevaron el evangelio mucho más allá de lo que pudo difundirlo Jesús durante Su breve labor pública. Además, quienes recibieron el mensaje de parte de ellos lo llevaron aún más lejos.

Con todo, hoy en día algunos cristianos al contemplar los milagros de Jesús piensan: «¿De qué hablas, Señor? ¡No podríamos hacer mayores cosas de las que hiciste Tú durante Tu misión terrenal! Resucitaste a los muertos, sanaste a los enfermos, diste de comer a multitudes. ¿Cómo podríamos hacer cosas mayores que esas?»

Para empezar, podríamos dar de comer a una multitud mayor de la que alimentó Jesús. Jesús multiplicó cinco pantes y dos pececillos para dar de comer a cinco mil personas en un día (Juan 6:5–13); sin embargo, muchos cristianos consagrados han provisto alimentos para muchas más personas a lo largo de su vida. Nosotros podemos proporcionar comida a los que carecen de sustento diario, y a lo largo de la Historia los seguidores de Cristo han dado de comer a los necesitados del mundo.

Jesús resucitó a los muertos. Nosotros, Sus seguidores, podemos desempeñar un papel clave para resucitar espiritualmente a las personas, de modo que vivan eternamente con Dios. La gente a la que el Señor resucitó, a la larga murió de nuevo físicamente; en cambio, las personas a las que dirigimos para que crean en Jesús y reciban Su don de salvación, entran para siempre en el reino de Dios.

En el mundo actual los cristianos tienen los medios que les posibilitan hacer cosas «aún mayores» para Dios. Los medios para comunicar las buenas nuevas son mucho mayores, entre ellos la palabra impresa, la internet, la televisión, la radio y el sistema postal. Tenemos a nuestra disposición las mayores oportunidades y medios de la Historia para difundir el evangelio.

Nuestra generación es privilegiada, pues somos los primeros en ver que el evangelio se predica en todo el mundo como testimonio a todas las naciones (Mateo 24:14). Este se anuncia a la gente en todas partes del mundo. Así y todo, aún hay millones, por no decir miles de millones de personas que nunca han oído una clara presentación del evangelio. Por más que hayan oído hablar del cristianismo y del nombre de Jesús, no entienden quién era Jesús en realidad —el Hijo de Dios— ni lo que enseñó y la importancia que tiene.

La Biblia dice que «la fe proviene del oír, y el oír proviene de la palabra de Dios» (Romanos 10:17). Siendo embajadores y testigos de Cristo desempeñamos un importante papel para que la gente escuche la Palabra de Dios: «¿Cómo, pues, invocarán a Aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en Aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?» (Romanos 10:14). Cada uno de nosotros tiene la oportunidad de llevar las buenas nuevas de la salvación en Jesús a la gente con la que interactuamos a diario.

El único medio por el que la gente puede llegar a una fe salvadora en Jesús es creyendo en la Palabra de Dios. Como testigo, te conviertes en un ejemplo viviente de la Palabra de Dios cuando se la divulgas a otros y les transmites el amor de Dios y el mensaje de salvación. Si en ti habita el Espíritu de Dios manifestarás el amor de Jesús a medida que te transformas conforme a Su semejanza (2 Corintios 3:17,18).

Muchísimas personas no se han enterado de cómo pueden salvarse o no han tenido oportunidad de entender lo que hizo Jesús en la cruz, porque nunca han oído el mensaje o no han visto un ejemplo vivo del evangelio. El evangelizador norteamericano Dwight L. Moody (1837–1899) dijo: «La única Biblia que el mundo lee es la que viene encuadernada en cuero de zapato». Edward D. Kimball llevó a Moody a conocer al Señor. Ocurrió en la parte trasera de una tienda de zapatos donde Moody trabajaba. Este nunca habría llegado a ser un gran predicador del evangelio si aquel desconocido profesor de escuela dominical no hubiera ido a su encuentro.    

Cada vez que comunicas tu fe a alguien le das la oportunidad de llegar a ser un hijo de Dios, entablar una relación con Él y recibir el regalo de la salvación eterna. Jesús es el único camino que lleva a la salvación. «En ningún otro hay salvación, porque no se ha dado a la humanidad ningún otro nombre bajo el cielo mediante el cual podamos alcanzar la salvación» (Hechos 4:12). Hay muchísmas personas que nunca han oído o no han tenido oportunidad de asimilar lo que hizo Jesús por medio de Su muerte en la cruz.

Cada cristiano es llamado a ser la Biblia encuadernada en cuero de zapato, pues puede que muchas personas nunca lean la Biblia u otras publicaciones cristianas hasta que primero vean un ejemplo vivo. Se nos convoca a encarnar el amor de Cristo para el mundo y a dejar que otros vean a Jesús en nosotros, reflejado en nuestra vida. Qué obra mayor podemos llevar a cabo que reflejar a Jesús para que otros lo vean, hablarles de Él por medio de nuestro testimonio y ayudarlos a encontrar a Jesús y a iniciar una relación con Dios, que «quiere que todos sean salvos y lleguen a conocer la verdad» (1 Timoteo 2:3,4).

No olvidemos nunca que el principal requisito para ser un seguidor de Cristo debería ser el amor que motivó al apóstol Pablo, los discípulos de Jesús y a todo gran hombre o mujer de Dios. Como Pablo expresó: «El amor de Cristo nos impulsa». Y el pasaje continúa explicándonos qué es lo que nos impulsa: «Él murió por todos para que los que viven ya no vivan más para sí sino para aquel que murió y resucitó por ellos» (2 Corintios 5:14,15).

En la Primera Epístola de Juan leemos que «Dios mostró cuánto nos ama al enviar a su único Hijo al mundo, para que tengamos vida eterna por medio de él» (1 Juan 4:9). Y Jesús dijo: «Como el Padre me ha enviado, así también Yo los envío» (Juan 20:21). Jesús vino por amor para reconciliar al mundo con Su Padre y nos pide que expresemos Su amor en todas las facetas de la vida, donde nos encontremos y con quien tengamos contacto, a fin de ser un ejemplo vivo del amor de Dios ante los demás. Seamos, pues, fieles a nuestro llamamiento y distinción de ser Sus embajadores y representar al Rey de reyes y Señor de señores (Apocalipsis 19:16).

Publicado en Áncora en mayo de 2025.

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