mayo 6, 2025
[The Adventurous Climb]
Habacuc 3:17–19 expresa la fe del profeta ante tiempos difíciles: «Aunque la higuera no florezca ni haya frutos en las vides; aunque falle la cosecha del olivo y los campos no produzcan alimentos; aunque en el redil no haya ovejas ni vaca alguna en los establos; aun así, yo me regocijaré en el Señor. ¡Me alegraré en el Dios de mi salvación! El Señor y Dios es mi fuerza; da a mis pies la ligereza de una gacela y me hace caminar por las alturas».
Cuando corremos por las alturas con la ligereza de una cierva, pisando «las alturas», vivimos por encima de nuestras circunstancias. Dios nos da la gracia, el valor y la fuerza interior que necesitamos para perseverar y alcanzar nuevas alturas y experimentar nuevos panoramas. […] Y, como un ciervo en la ladera de una montaña, nos adentramos con valentía en lo que Dios nos ha pedido que hagamos. […]
Dios es la Roca sólida que nunca falla (Salmo 144:1–2). Con las promesas de Dios como nuestra base sólida, podemos caminar con libertad y valentía, sin temor e impávidos como un ciervo que salta en las alturas. GotQuestions.org1
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Hace poco subí a la Montaña de la Mesa, aquí en Sudáfrica. ¡Qué maravilla! Una montaña de cima plana en plena ciudad, desde la que se ven ambos océanos y detrás de la cual se levanta una cadena montañosa llamada los Doce Apóstoles. Tiene más de 1.000 metros de altura, y su abundante y espectacular flora y fauna, rocas y acantilados, le otorgan una belleza singular. Sin embargo, lo que a mí más me fascina es la imponente vista.
Nos lanzamos a la aventura de madrugada y llegamos al punto de partida justo antes del amanecer. Durante el ascenso contemplamos la salida del sol y el despertar de la ciudad. Nos encontramos con otras personas que también se dirigían a la cima, con la misma determinación de sacarle partido al día.
Al principio la subida me costó mucho. Me faltaba aliento, y tuve que parar varias veces para beber agua y recobrar fuerzas. El resto del grupo siguió adelante. Me dio la impresión de que me estaba quedando rezagada. Mi marido —veterano en estas lides— se quedó conmigo para darme ánimo y asegurarme que me estaba desempeñando bien. Un par de veces hasta llegamos a alcanzar a los demás del grupo en un área de descanso, antes que reemprendieran la marcha.
Con las piernas adoloridas, entre risas y en buena compañía, los lentos llegamos a la cima en poco menos de dos horas. Y allá arriba, ¡qué vista!
Desde la cima se divisa toda Ciudad del Cabo, las montañas que la rodean, ambos océanos, valles, campos y llanuras más allá de la ciudad. Y más lejos aún, en la distancia, la siguiente cadena montañosa. La sensación de encontrarme rodeada de la hermosa creación de Dios fue extasiante, y me entusiasmé por haber cumplido mi objetivo.
En ese momento me di cuenta de que había tenido que dar muchos pasos para llegar a la cima, a mi meta: más de 10.000 según mi podómetro. Pero también estaban los pasos psicológicos que había tenido que dar: prepararme, superar el miedo y la apatía, y perseverar cuando no me quedaban ganas de hacerlo. Esos pasos se asemejan a los que hay que dar para alcanzar un objetivo personal: calcular, planificar, ejecutar y seguir avanzando aunque el camino se ponga difícil. Siempre estará la tentación de rendirme a mitad de camino; pero si no pierdo de vista lo que me he propuesto y cuento con la ayuda de personas de ideas afines, mis metas se tornan alcanzables.
La Montaña de la Mesa no es la única que vale la pena conquistar. Hay muchos otros objetivos que lograr y paisajes que contemplar. Lo que hay que hacer es abordarlos de uno en uno e ir adquiriendo experiencia sobre la marcha. En buena compañía y con mucho aliento, paso a paso, sin cejar en nuestro empeño, todos podemos alcanzar nuestras cumbres personales. Ester Mizrany
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Conocer a Cristo se parece un poco a escalar una montaña. Desde abajo se ve bien poco; la montaña misma parece apenas de la mitad de la altura que tiene en realidad.
Al coronar la primera loma, el valle se agranda a nuestros pies.
Si se continúa el ascenso, pronto se ve la campiña en un radio de seis o siete kilómetros, y uno queda encantado con la vista.
Al seguir escalando, el panorama se amplía aún más, hasta que al alcanzar finalmente la cumbre y mirar hacia el este, el oeste, el norte y el sur, uno tiene prácticamente todo el país delante de sí. Hacia un lado se vislumbra un bosque en una comarca lejana, quizás a unos doscientos kilómetros; por el otro se divisa el mar, y por aquí un río centelleante y las chimeneas humeantes de una ciudad industrial, o los mástiles de las naves en un puerto de mucha actividad.
Cuando comenzamos a creer en Cristo, vemos poco de Él. Cuanto más escalamos, más belleza descubrimos. Ya canoso, tiritando en un calabozo de Roma, Pablo pudo decir con mayor énfasis que nosotros: «Sé en quién he creído» (2 Timoteo 1:12), pues cada experiencia había sido como subir un cerro, cada prueba como alcanzar una cima, y su muerte equivaldría a coronar la cumbre de la montaña, desde donde contemplaría la plenitud de la fidelidad y el amor de Dios. Adaptación de una lectura devocional de Charles Spurgeon (1834–1892)
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«¡Qué penoso sería el ascenso si, al escalar, fijaras la vista en cada piedra y cada dificultad que enfrentas, y no vieras lo demás! Mientras que si considerases cada paso como un escalón que te conducirá a la cima de los logros, donde vislumbrarás un panorama bello y glorioso, entonces la escalada sería muy distinta». A. J. Russell
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En la vida, todos pasamos por circunstancias agobiantes. Si lo permitimos, esos momentos pueden recordarnos lo mucho que dependemos de Dios. Hay esperanza al recordar de dónde proviene nuestra ayuda:
«A las montañas levanto mis ojos; ¿de dónde ha de venir mi ayuda? Mi ayuda proviene del Señor, que hizo el cielo y la tierra» (Salmo 121:1,2).
El Salmo 121 es un salmo «de ascenso», un cántico y plegaria que los israelitas de la antigüedad cantaban mientras se dirigían a Jerusalén para adorar a Dios en Su templo. En el camino, enfrentaron tierras inciertas y peligros. Sin embargo, al mirar hacia arriba, hacia la ciudad santa, ellos predicaban a su corazón con valentía, proclamaban que encontraban ayuda en Su Creador, no en la creación, ni en algún destino.
Después de declarar con confianza quién les ayudaba, se recordaban a sí mismos cómo les ayudaría:
El Señor no permitiría que resbalaran sus pies (Salmo 121:3).
Él protegería y guardaría a Su pueblo (Salmo 121:7,8).
El Señor nunca duerme, así que Su mirada vigilante siempre estaría sobre ellos, protegiéndolos del mal (Salmo 121:4).
Independientemente del momento en que nos encontremos al pedir ayuda, Dios está siempre presente, sumamente interesado. También nosotros podemos ver más allá de lo que existe para admirar a nuestro Creador, y recordar que Jesús tiene poder ilimitado para salvarnos, guardarnos y llevarnos con seguridad a casa.
Nuestro viaje no siempre será fácil. Sin embargo, Dios —que creó la montaña que tenemos por delante—, es mucho más grande que cualquier ascenso peligroso. Su trono está en lo alto, pero nos acompaña en lo bajo, y observa de manera soberana cada uno de nuestros pasos temblorosos. […]
Es posible que el Señor no elimine todos los problemas que encontremos a este lado del cielo, pero camina con nosotros y escucha todos nuestros clamores. Beth Knight2
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Ten la disposición de subir esta montaña alta conmigo. A veces miras el pasado con nostalgia. A una etapa de tu viaje hace mucho tiempo. Añoras ese tiempo en que tu vida era más fácil, menos complicada. Sin embargo, quiero que lo reconozcas por lo que fue: un campamento base. Fue un momento y lugar de preparación para la ardua aventura que estaba delante de ti.
La montaña que subes es sumamente elevada. La cima se oculta en las nubes, así que es imposible que sepas hasta dónde has subido y lo que te queda por recorrer. Sin embargo, cuanto más alto subas, mejor vista tendrás.
Aunque cada día es un desafío y a menudo sientes cansancio, ¡dedica tiempo a disfrutar el magnífico paisaje! Este viaje conmigo te prepara para ver desde una perspectiva celestial que trasciende tus circunstancias. A medida que subes y te encuentras a mayor altura en la montaña, más empinado y difícil se vuelve el camino; pero también es mayor la aventura. Recuerda que a medida que llegues a un lugar más alto conmigo, estarás más cerca de tu objetivo final: ¡las alturas del Cielo! Jesús3
Publicado en Áncora en mayo de 2025.
1 What does it mean that God makes our feet like the feet of a deer (Habakkuk 3:19)? GotQuestions.org, 4 de enero de 2022, https://www.gotquestions.org/feet-like-a-deer.html
2 Beth Knight, «Si lo único que puedes orar es “Señor, ayúdame”», Proverbs31.org, 29 de febrero de 2024, https://proverbs31.org/es/lee/devocionales/texto-completo/2024/02/29/si-lo-unico-que-puedes-orar-es-senor-ayudame
3 Sarah Young, Jesus Today (Thomas Nelson, 2012).
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