marzo 6, 2025
[Keys to Forgiveness]
El tema de fondo
C. S. Lewis dijo una vez: «Ser cristiano significa perdonar lo inexcusable porque Dios te ha perdonado a ti lo inexcusable». También se ha dicho que el perdón es la llave que abre el cerrojo de la puerta del rencor y las esposas del odio, y rompe las cadenas del resentimiento.
Si buscas librar tu vida del resentimiento y la amargura, el primer paso es perdonar; y para perdonar de verdad a alguien, debes optar por dejar atrás lo que sea que albergues en tu corazón contra esa persona. Es posible que sea difícil hacerlo, pero si permites que esas emociones negativas echen raíces en tu corazón, crecerán y traerán infelicidad a tu vida.
Jesús nos dio en la cruz un ejemplo de perdón radical. Después de ser azotado, de que se burlaron de Él y lo colgaron en la cruz, incluso mientras sufría y moría de manera atroz, dijo: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lucas 23:34).
Independientemente de las heridas, ofensas o pérdida personal que hayas experimentado debido a las acciones de otros, como cristianos somos llamados a perdonar. En el Padrenuestro, Jesús nos enseñó a pedir a Dios: «Perdónanos nuestros pecados [o deudas u ofensas], así como hemos perdonado a los que pecan contra nosotros [nuestros deudores]» (Mateo 6:12). Después de la oración, Jesús añade: «Si perdonas a los que pecan contra ti, tu Padre celestial te perdonará a ti» (Mateo 6:14,15).
El perdón empieza con el amor de Dios: un amor tan grande e incondicional que dio a Su propio Hijo para que sufriera y muriera por nosotros, de modo que pudiéramos recibir Su perdón. El amor de Dios es lo bastante grande no solo para sanar toda herida, sino que también nos permite extender Su amor y perdón a los que nos han herido.
A veces necesitamos un pequeño recordatorio de que el mejor regalo que podemos ofrecer a otros y a nosotros mismos es el perdón. Podemos seguir el ejemplo de Jesús y ofrecer a otros el perdón como Él nos perdona a diario nuestros pecados. Country Living
Aterrizaje forzoso
Bob Hoover, famoso piloto de pruebas que hacía frecuentes exhibiciones de destreza aeronáutica volvía a su casa de Los Ángeles después de una exhibición en San Diego. Como se describió en la revista Flight Observation, los dos motores de su aeronave le fallaron cuando se hallaba a noventa metros de altura. Haciendo uso de una gran pericia, consiguió hacer aterrizar el avión, que sufrió graves daños, aunque no hubo que lamentar lesiones personales.
Lo primero que hizo Hoover después del aterrizaje forzoso fue inspeccionar el combustible del avión. Tal como sospechaba, el avión de hélice que había servido en la Segunda Guerra Mundial había estado volando con combustible para reactores en vez de gasolina. Cuando regresó al aeropuerto, quiso ver al mecánico que había preparado su avión antes del vuelo.
El joven estaba muy angustiado por el suplicio de haber cometido tal equivocación. Le rodaban las lágrimas por la cara mientras Hoover se acercaba. Había arruinado un avión muy costoso, y además estuvo a punto de haber costado la pérdida de tres vidas humanas. Es de imaginar la ira de Hoover. Era de esperar la severa reprimenda que soltaría tan orgulloso y preciso aviador ante semejante negligencia.
Pero Hoover no regañó al mecánico. Ni siquiera lo criticó. En cambio, poniéndole su enorme brazo sobre el hombro, le dijo: «Para que vea que estoy seguro de que no lo volverá a hacer, quiero que mañana prepare mi F-51». Dale Carnegie1
Perdón radical
Una de las cosas más difíciles que enfrentarán los cristianos es ofrecer perdón verdadero a los que nos han herido profundamente. Cuando Jesús nos mandó amar a nuestros enemigos y perdonarlos, nos cuesta creer que Él sabía lo que decía. «Jesús no conoció a mi papá» o «Jesús no entiende la profundidad de mi dolor».
Sin embargo, Jesús lo entiende. Y nos manda que perdonemos precisamente porque Él lo comprende. Jesús sabe que incluso la herida más profunda puede sanar por medio de Su sangre. Por esa razón, me encanta el relato del encuentro de Corrie ten Boom con el amor perdonador de Jesús en su extraordinario libro The Hiding Place.
En la Segunda Guerra Mundial, Corrie ten Boom trabajó contra los nazis, ocultando judíos en su hogar. Cuando la atraparon, la enviaron a un campo de concentración donde la despojaron de su dignidad, vio morir a su padre y a su hermana (Betsie) y sufrió más de lo que podríamos imaginar a manos de otras personas. Precisamente por eso es tan memorable su encuentro con el perdón:
Fue en un servicio religioso en Múnich donde vi al ex agente de las SS que había montado guardia en la puerta de las duchas del centro de distribución de prisioneros de Ravensbrück. Era el primer carcelero que veía de la época en que había estado recluida en ese campo de concentración. De repente, reviví toda la experiencia: la sala llena de hombres que se burlaban, las pilas de ropa, el rostro de Betsie, pálido de dolor.
El hombre se me acercó con el rostro radiante cuando ya se estaba vaciando la iglesia e inclinándose reverentemente me dijo: «¡Cómo le agradezco su mensaje, Fräulein! ¡Pensar que, como usted dice, Dios ha borrado mis pecados!»
Extendió la mano para estrechar la mía, y yo, que tantas veces había predicado a las personas de Bloemendaal la necesidad de perdonar, mantuve la mano pegada a mi cuerpo. Mientras los pensamientos de ira y de venganza bullían dentro de mí, me di cuenta de que eran pecado. Jesucristo había muerto por aquel hombre; ¿iba yo a pedir más? «Señor Jesús —rogué—, perdóname y ayúdame a perdonarlo». Esbocé una sonrisa. Me esforcé por extender la mano, pero no podía. No sentía nada, ni la chispa más insignificante de afecto o caridad. Una vez más despaché en silencio una oración: «Jesús, no puedo perdonarlo. Ayúdame a transmitirle Tu perdón.»
Cuando finalmente estreché su mano, ocurrió algo increíble. Tuve la sensación de que una corriente me recorría el hombro, el brazo y la mano, y de que se la traspasaba a aquel desconocido. Y en ese momento nació en mi corazón un amor hacia él que me sobrecogió. Así descubrí que la curación del mundo no depende ni de nuestro perdón ni de nuestra bondad, sino del perdón y la bondad divinos. Cuando Dios nos señala que amemos a nuestros enemigos, nos da, junto con el mandamiento, el amor mismo. The Hiding Place
El perdón puede ser difícil; pero de nuestro perdón «no depende la curación del mundo, sino de Su perdón». Con nuestro perdón se nos da la oportunidad de participar en el amor que Jesús ofrece al mundo. Esto me anima mucho: que Cristo nos da el amor que necesitamos para perdonar a medida que practicamos el perdón. Matthew Crocker2
Reflexionemos...
La persona que vive por gracia ve este gran contraste entre sus propios pecados contra Dios y los agravios que otros han cometido en su contra. Perdona a otros porque ella misma ha sido tan gentilmente perdonada. Jerry Bridges
Por la práctica del perdón tenemos el privilegio de ser un testigo vivo ante Aquel que más amamos, y que nos ha amado sacrificada y eternamente. Bryan Chapell
Si de verdad queremos amar, debemos aprender a perdonar. Madre Teresa
Lo que dice la Biblia…
Entonces acercándose Pedro, preguntó a Jesús: «Señor, ¿cuántas veces pecará mi hermano contra mí que yo haya de perdonarlo? ¿Hasta siete veces?» Jesús le contestó: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete». Mateo 18:21–22
Ustedes han oído que se dijo: «Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo». Pero yo digo: Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen, para que sean hijos de su Padre que está en los cielos. Mateo 5:43–45
Sean bondadosos y compasivos unos con otros y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo. Efesios 4:32
Una oración de perdón
Amado Padre celestial, nos cuesta mucho perdonar de manera completa y plena. Te damos gracias por manifestar ese perdón extendiéndolo amablemente hacia nosotros. Ayúdanos a perdonar con generosidad y a dejar atrás el resentimiento. Concédenos la fortaleza para confiar en que Tu camino es el mejor. En el nombre de Jesús, amén. Meredith Houston Carr
Publicado en Áncora en marzo de 2025.
1 Dale Carnegie, How to Win Friends & Influence People (publicado por primera vez el 1 de octubre de 1936).
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