febrero 19, 2025
[Our Daily Bread]
De las oraciones que elevó Jesús, uno de los fragmentos más repetidos es: «Danos hoy el pan nuestro de cada día» (Mateo 6:11). Es lógico que así sea, pues en el mundo material en que nos desenvolvemos la comida es vital. Sin embargo, por extraño que parezca, dentro del padrenuestro es la única alusión a nuestras necesidades físicas. El resto son alabanzas a Dios y peticiones de dones o bendiciones espirituales que nos permitan agradar y servir mejor a Dios. Al incluir una petición de carácter material, Jesús reconoce que vivimos en el mundo natural e indica que Dios desea satisfacer nuestras carencias en esa esfera.
Cuando Jesús se encontró con una samaritana junto al pozo de Jacob, le aclaró que el sustento físico era insuficiente. «Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; más el que bebiere del agua que Yo le daré, no tendrá sed jamás» (Juan 4:13-14). Jesús es el pan y el agua de vida, y Su presencia en nuestra realidad importa aún más que los alimentos y el agua que ingerimos.
Así como la comida y el agua nos resultan vitales cada día, también necesitamos una provisión cotidiana de energía espiritual. Del mismo modo que Dios nos pide que trabajemos duro para procurarnos el sustento diario, Él considera que debemos hacer un esfuerzo por nutrir nuestro espíritu. ¿De qué manera? Leyendo Su Palabra y dedicándole ratos de oración, reflexión y meditación.
Felizmente, Dios está deseoso de concedernos lo que nos hace falta y, lo que es más importante, desea brindarse Él mismo a nosotros. Quiere que todos comamos Su alimento espiritual. Volviendo al padrenuestro, en él Jesús no solo enseñó a Sus discípulos a rogar por la provisión de sus necesidades diarias, sino a invocar también la presencia de Su Espíritu, «el pan vivo que descendió del cielo» (Juan 6:51), cada día de su vida. Gabriel García Valdivieso
Hoy en día vivimos en un contexto muy distinto al de las personas del siglo I. Danos hoy el pan nuestro de cada día. En la actualidad, hay muchos millones de personas en el mundo que dependen enteramente del arribo de pan todos los días. Muchos no saben cómo obtendrán su siguiente comida y viven día a día.
Pero muchos otros […] no vivimos así. O al menos no parece que viviéramos así. Podemos ir a muchos supermercados y ver enormes cantidades de comida. […] Entonces, ¿qué sentido tiene rezar Danos hoy el pan nuestro de cada día cuando muchas personas alrededor del mundo están rodeadas de grandes riquezas y prosperidad?
Sigue siendo una oración necesaria y nos sirve de recordatorio, porque pese a ver supermercados por todos lados, dependemos de la provisión de Dios. ¿No hemos presenciado situaciones precarias en los últimos años debido a retrasos en la cadena de suministro, la pandemia del COVID, inflación y otras disrupciones a la vida diaria? En ocasiones hemos visto estanterías vacías. Hemos descubierto lo rápido que podemos echar en falta lo que creemos necesitar, incluso en un mundo lleno de riqueza. De modo que de verdad dependemos de Dios.
Cuando dice el pan de cada día, por supuesto que no se refiere solo al pan o a la comida en general, sino a todo lo que necesitamos para el día. Es tan ilustrativo que Jesús nos indicara orar Danos hoy el pan nuestro de cada día. De ser honestos, diríamos algo como Danos pan para todo el año. Dios, solicitaré Tu ayuda una vez al año. ¿Puedes darme lo que necesito por adelantado para doce meses?
Pero no es así como quiere Jesús que vivamos. Él quiere recordarnos que Sus misericordias se renuevan cada mañana. De modo que todas las mañanas debemos anticiparnos y pedirle a Dios que nos renueve Su misericordia y Su gracia. Así fue como sobrevivieron los israelitas en el desierto. Dios les dijo: Les daré suficiente maná para su provisión diaria, así que no crean que podrán vencer Mi sistema. Tienen que confiar en Mí. Cuando despierten mañana, tendrán lo que necesiten para ese día.
El padrenuestro nos recuerda ese concepto. Jesús nos motiva a continuar orando para ver cómo Dios nos provee, no sólo comida y abrigo, sino todo lo que necesitamos para agradarle y vivir para Él día a día. Kevin DeYoung[1]
Jesús nos enseña a pedirle a Dios el pan nuestro de cada día (Mateo 6:11). Obviamente Jesús no les estaba diciendo a Sus discípulos que oraran solo por pan. Pero el pan era esencial en la dieta de los judíos, y lo ha sido por muchos años. Aún más, el pan era un poderoso símbolo de la provisión de Dios para Su pueblo en el Antiguo Testamento. Recordemos los cuidados que prodigó a los israelitas durante su travesía por el desierto luego del éxodo de Egipto. La vida en el desierto era difícil. El pueblo pronto empezó a quejarse y afirmar que sería mejor volver a Egipto, donde tenían una comida estupenda.
En respuesta a esas quejas, Dios prometió «hacer llover pan del cielo» (Éxodo 16:4). A la mañana siguiente, cuando el rocío cesó de descender, quedó en el suelo «una cosa menuda, redonda, menuda como una escarcha. […] Era como semilla de culantro, blanco, y su sabor como de hojuelas con miel» (Éxodo 16:14, 31). Cuando Dios alimentó milagrosamente a Su pueblo con comida del cielo, lo hizo enviándoles pan. […]
De modo que esa petición en el padrenuestro nos enseña a acudir a Dios en actitud de dependencia para solicitarle lo que necesitamos —incluyendo nuestro sustento— todos los días. No se nos da licencia para pedir grandes riquezas, sino que se nos anima a hacerle saber lo que necesitamos y a confiar en que Él proveerá.
Si descubrimos que la mano de Dios parece ser invisible ante nosotros y que no podemos discernir Su intrusión providencial en nuestra vida, puede deberse en parte a la manera en la que oramos. Tenemos tendencia a orar de manera generalizada. Cuando oramos en general, la única manera en que vemos la mano de la providencia de Dios es en general. Pero cuando nos adentramos en oración, tenemos conversación y comunión con Dios, y le damos a conocer nuestras peticiones, derramando nuestra alma y rogando por necesidades específicas, obtenemos respuestas específicas a nuestras oraciones. Nuestro Padre nos ha instado a acudir a Él y pedirle el pan nuestro de cada día. Él no dejará de proporcionarlo. R. C. Sproul[2]
Dependemos en todo momento de nuestro Padre y Creador para mantenernos a nosotros y al universo entero en existencia (porque sin Su voluntad, nada existiría), y para sostener el rítmico funcionamiento de la naturaleza para que todos los años se produzca sementera, siega y llegue la comida a los supermercados (Génesis 8:22). Es correcto que reconozcamos esa dependencia regularmente en oración, sobre todo en un mundo como el nuestro en el que se asume que la naturaleza se sostiene por sí sola y se pone en entredicho la existencia de Dios.
Algunos consideran que las oraciones por las necesidades materiales de carácter personal son de menor importancia, como si a Dios no le interesara el aspecto físico de la vida y tampoco debiera importarnos a nosotros. Pero […] las peticiones realizadas a Dios como la única, omnipresente y competente fuente de provisión de nuestras necesidades físicas —hasta la más insignificante— son una expresión de verdad. De la misma manera que la negación de nuestra autosuficiencia nos mantiene humildes, el reconocimiento de nuestra dependencia honra a Dios.
Nuestra mente y corazón no estarán en el lugar correcto hasta entender que es igual de importante y necesario orar por el pan nuestro de cada día que, por ejemplo, el perdón de nuestros pecados. A Dios de verdad le importa que Sus siervos no pasen hambre, como demuestran los milagros que hizo Jesús para alimentar a 4.000 y 5.000 personas. Dios no hace distinción entre las necesidades físicas y espirituales. Para Él, la categoría básica son las necesidades humanas, que comprenden ambas cosas. […]
Se nos dice que pidamos pan de la misma manera que a los israelitas se les dijo que reunieran maná: día tras día. El método cristiano es vivir en dependencia continua de Dios. Un día a la vez. Además, debemos pedir el pan que necesitamos; en otras palabras, la provisión de nuestras necesidades, no de lujos de los que podemos prescindir. ¡Esa petición no santifica la avaricia! Todo lo contrario, al orar debemos estar preparados para que Dios nos muestre, mediante Su respuesta providencial de no darnos lo que le pedimos, que después de todo realmente no lo necesitábamos. J. I. Packer[3]
*
La solicitud de nuestro pan de cada día no se limita a la provisión física. Puede referirse también a pedirle a Dios por necesidades menos tangibles. […] Jesús se refirió a Sí mismo como «el Pan de Vida» (Juan 6:35). «En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres» (Juan 1:4). Jesús afirma que vino a darnos vida en abundancia (Juan 10:10). No sólo obtenemos salvación eterna, sino que también recibimos ahora la restauración de nuestra relación con Dios. Lo buscamos todos los días y Él nos renueva de día en día (2 Corintios 4:16). El pámpano recibe continuamente nutrientes de la Vid (Juan 15:5).
Dios nos sostiene físicamente y suple las necesidades menos tangibles de nuestra vida. Pero por encima de eso, provee nuestras necesidades espirituales. Él es el pan que satisface nuestra hambre espiritual. Él sostiene nuestro corazón. Cuando pedimos a Dios nuestro pan de cada día, reconocemos en humildad que Él es el único dador de todo lo que necesitamos. Que vivimos el día a día, un paso a la vez. Estamos ejercitando una fe sencilla en que Él nos dará lo que necesitamos, cuando lo necesitamos, en cada aspecto de nuestra vida. Gotquestions.org[4]
Publicado en Áncora en febrero de 2025.
[1] https://www.crossway.org/articles/what-does-it-mean-when-we-pray-give-us-this-day-our-daily-bread
[3] J. I. Packer, Praying the Lord’s Prayer (Crossway, 7 de junio de 2007).
Copyright © 2025 The Family International