agosto 13, 2024
[Praise Power]
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en las regiones celestiales con toda bendición espiritual en Cristo. Efesios 1:3
Los apóstoles Pablo y Silas iban a un lugar de oración cuando se encontraron con una esclava que ganaba mucho dinero para sus amos adivinando el futuro. Pablo ordenó al espíritu de adivinación que dejara a la chica, y la Palabra nos dice: «En aquel mismo momento el espíritu la dejó» (Hechos 16:16–18).
Cuando los dueños se dieron cuenta de que su fuente de ingresos había desaparecido, apresaron a Pablo y a Silas y los llevaron al mercado ante las autoridades. Poco después la multitud se unió al ataque y los magistrados ordenaron que los despojaran y golpearan con varas. Después de ser azotados, fueron llevados bajo fuerte vigilancia a una mazmorra subterránea fría y oscura, donde sus pies fueron sujetos con cepos. […]
En las profundidades de la tierra y envueltos en la oscuridad, «alrededor de la medianoche, Pablo y Silas estaban orando y cantando himnos a Dios, mientras los otros prisioneros escuchaban». Toda esta escena me asombra, considerando que ambos hombres estaban con cepos dolorosos, magullados, ensangrentados, con sus espaldas abiertas. Sin embargo, tenían la fortaleza y el deseo de cantar canciones de alabanza a Dios.
El Salmo 22:3 nos dice que Dios habita en las alabanzas de Su pueblo. Es por eso que debemos alabar al Señor sin importar lo que pase y hablar constantemente de Sus glorias y gracia. Debemos gloriarnos de toda Su bondad y que los desanimados cobren ánimo y alaben y exalten al Señor (Salmo 34:1-3).
Dios respondió a las alabanzas de Pablo y Silas, y «de repente se produjo un terremoto tan fuerte que la cárcel se estremeció hasta sus cimientos. Al instante se abrieron todas las puertas y a los presos se les soltaron las cadenas» (Hechos 16:26). [...] El carcelero se despertó, y al ver abiertas las puertas de la prisión, sacó su espada y estaba a punto de matarse porque pensó que los prisioneros habían escapado. […] Pero Pablo gritó: «¡No te hagas ningún daño! ¡Todos estamos aquí!» (Hechos 16:27–28.) […]
El carcelero pidió luz, entró precipitadamente y se echó temblando a los pies de Pablo y de Silas. Luego los sacó y les preguntó: «Señores, ¿qué tengo que hacer para ser salvo?» (Hechos 16:29–30).
Pablo y Silas respondieron: «Cree en el Señor Jesús; así tú y tu familia serán salvos» (Hechos 16:31). Entonces le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los demás en su casa. A esa hora de la noche, el carcelero los tomó y lavó sus heridas, lo cual fue un acto de arrepentimiento. Inmediatamente él y todos los de su casa fueron bautizados. El carcelero los llevó a su casa y les sirvió una comida; él se llenó de alegría porque había llegado a creer en Dios, él y toda su casa.
Pablo y Silas no se dejaron llevar por sus circunstancias. Confiaban en Dios y lo alababan con canciones y adoración. Entonces Dios se movió con poder en medio de una mazmorra oscurecida, y los prisioneros y el carcelero fueron testigos de Su poder liberador. Sin embargo, el mayor milagro fue la salvación y el bautismo del carcelero y de toda su familia. ¿Qué mejor final podría haber habido que añadir más almas al Reino de Dios? […]
Dios quiere que lo alabemos en medio de las pruebas. Cuando levantamos nuestras voces en alabanza, le estamos diciendo a Dios: «No importa lo que pase, confiaré y te alabaré». Y es en esa rendición completa a Dios y Su voluntad que Su corazón se mueve a actuar. Joy Bollinger1
Cuando escuchamos la palabra «alabanza» en un contexto espiritual, muchos la asociamos con la adoración en un servicio religioso o reunión, o quizás incluso como gratitud personal a Jesús. Y no estaríamos equivocados; sin duda eso es alabar a Dios. Pero la acción de alabar va mucho más allá y es más profunda.
Cuando alabamos al Señor, ya sea con palabras, con una canción o con nuestras acciones, expresamos gratitud sincera y agradecimiento al Señor, y esto es algo que estamos llamados a ofrecer en todo momento. El gran rey y salmista, David, escribió: «Bendeciré al Señor en todo tiempo; lo alabarán siempre mis labios» (Salmo 34:1).
¿Es posible que bendecir al Señor en todo tiempo signifique bendecirlo o alabarlo solo cuando todo va «bien»?
Habacuc 3:17–18 dice: «Aunque la higuera no florezca ni haya frutos en las vides; aunque falle la cosecha del olivo y los campos no produzcan alimentos; aunque en el redil no haya ovejas ni vaca alguna en los establos; aun así, yo me regocijaré en el Señor. ¡Me alegraré en el Dios de mi salvación!»
Cuando vivimos momentos desagradables o dolorosos es muy natural no tener ganas de alabar al Señor, algunos pueden hasta sentir que es poco razonable esperar tal cosa. Pero si lo hacemos, manifestamos nuestra fe en que Dios obrará en esos momentos para cumplir Su voluntad. Al igual que Jonás fue escupido del vientre de la ballena después de alabar al Señor, lo cual estoy seguro que era lo último que tenía ganas de hacer, nosotros también podemos salir de los pozos de tristeza y angustia directamente a la presencia del Señor por medio de la alabanza. (Consulta Jonás capítulo 2.)
Es fácil resentirse contra Dios cuando vivimos circunstancias injustas y hasta francamente crueles, pero el resentimiento bloquea el flujo del poder de Dios en nuestra vida. El apóstol Pablo nos recuerda: «Den gracias a Dios en toda situación, porque esta es Su voluntad para ustedes en Cristo Jesús» (1 Tesalonicenses 5:18). La alabanza no solo nos da el poder para superar circunstancias desafiantes, sino que la alabanza es la voluntad de Dios.
¿Estás buscando un remedio para tu dolor, desánimo o desesperación? Mantén las manos, y sobre todo el corazón, elevados en alabanzas al Señor, y a cambio serás elevado a un lugar mejor. Steve Hearts
Como seguidores de Cristo, incorporamos muchos hábitos espirituales importantes a nuestra vida, entre ellos la oración, la lectura de la Biblia, la gratitud, y así sucesivamente. […] Pero no debemos olvidar el hábito de alabar a Dios. Es particularmente importante cuando lo estamos pasando mal.
¿Por qué es tan importante la alabanza? […]
La alabanza eleva tu espíritu. El Salmo 42:5–6 dice: «¿Por qué estoy desanimado? ¿Por qué está tan triste mi corazón? ¡Pondré mi esperanza en Dios! Nuevamente lo alabaré, ¡mi Salvador y mi Dios! Ahora estoy profundamente desalentado, pero me acordaré de ti.»
No hay duda de que mucho de lo que pasa en nuestro mundo es desalentador. Pero el Salmo 42 nos dice que alabemos a Dios y recordemos lo que ha hecho en nuestra vida cuando estamos desanimados. El mundo está buscando esperanza. Como seguidores de Jesús, conocemos la única verdadera razón para sentir esperanza. Por eso la adoración nos da tanta energía. Te aparta la mirada de tus problemas y la pone en Jesús.
La alabanza te ayuda a sentir la presencia de Dios. Dios siempre está presente, lo sientas o no. A veces no sentimos Su presencia, pero eso es porque nos hemos alejado de Él. Él no se aleja.
Cuando no sientes la presencia de Dios es cuando más necesitas alabarlo. Es más fácil actuar para que tu camino te genere entusiasmo, que sentir entusiasmo en tu camino para que te haga actuar. De hecho, la madurez se manifiesta cuando hacemos lo que es correcto, nos guste o no. La Biblia dice: «Ciertamente los justos alabarán Tu nombre y los íntegros vivirán en Tu presencia» (Salmo 140:13).
La alabanza amplía tu percepción de Dios. La Biblia nos dice esto en Salmo 69:30: «Con cánticos alabaré el nombre de Dios; con acción de gracias lo exaltaré». Cuando miramos algo con una lupa, se hace más grande. Cuando Dios se hace más grande, nuestros problemas se vuelven más pequeños. O tus problemas serán grandes o Dios será grande. Tú eliges. […]
La alabanza nos ayuda a recordar la bendición de Dios. A menudo, cuando estamos pensando en un gran problema, no podemos pensar en nada más. Tiñe todo lo que ocurre en nuestra vida. […]
Pero la alabanza corrige el desequilibrio. Te recuerda que no todo en tu vida es malo. En el Salmo 105, la Biblia describe este patrón: «Den gracias al Señor; proclamen Su nombre. ¡Den a conocer Sus obras entre las naciones! ¡Cántenle, entónenle salmos! ¡Hablen de todas Sus maravillas! ¡Recuerden las maravillas que ha hecho, las señales y las leyes que ha emitido!» (Salmo 105:1–2, 5).
Cuando tienes problemas, tiendes a enfocarte en lo negativo. La alabanza te ayuda a recordar quién eres y quién es Dios. Rick Warren2
Tenemos mucho por lo cual alabar a Dios, darle honor a Él es muy potente. […] La Biblia está llena de ejemplos de alabanza en los que se manifiesta Su poder: milagros que cambian la vida, historias dramáticas del enemigo que es detenido o derrotado, corazones que se transforman y se acercan más a Él.
Sin embargo, la realidad es que con demasiada frecuencia las luchas diarias o las constantes demandas de la vida pueden desplazar nuestra alabanza a Dios. […] A veces es un verdadero sacrificio ofrecer alabanza. Puede que no tengamos ganas. Estamos luchando. Estamos cansados. O tal vez sentimos que Él nos falló. Nos parece que Dios está distante, como si estuviera lejos, o que no le interesa lo que nos preocupa. Los golpes dolorosos de la vida y las pérdidas pueden habernos hecho caer en una espiral descendente. [...]
La alabanza desvía nuestro enfoque de nosotros mismos y lo vuelve hacia Dios. En nuestro mundo a menudo enfocado en los selfies, necesitamos este recordatorio constante: la vida no se trata solo de nosotros. Puede que sepamos eso racionalmente, pero aun así nuestro corazón a menudo siente algo diferente. […] Él desea que nuestros ojos estén firmemente puestos en Él, porque ahí es donde se encuentra nuestra verdadera esperanza. […]
Tenemos una elección todos los días en esta vida. Vivir absorbidos en la preocupación y el estrés, en un atareado y fugaz sendero, enfocados solo en lo que nos rodea, sintonizados con el rugido del mundo. O podemos pedirle a Dios que nos ayude a apartar la vista de todo lo que gira a nuestro alrededor, nuestros problemas y caos, o las voces de los demás. Y podemos mirar hacia Él, el que lo sostiene todo, y que nos sostiene en Sus manos.
Dios quiere todo nuestro corazón. Él espera que regresemos. Anhela que conozcamos el poder de Su presencia en nuestra vida. Desea bendecirnos más de lo que podríamos imaginar. Su Espíritu nos insta a seguir adelante, llamándonos para que nos acerquemos.
Querido Dios, te alabamos hoy con nuestro corazón y canciones, te alabamos por Tu fidelidad, te alabamos por Tu gran poder y amor. Confesamos que te necesitamos, nuestra vida no va tan bien cuando merodeamos por nuestra cuenta. Luchamos y nos preocupamos, nos cansamos y nos agotamos. Pero Tú nunca nos abandonas. Gracias por Tu presencia. Gracias por cuidarnos, gracias porque infundes renovación en nuestra alma. Pedimos que Tu Espíritu nos llene, nos acerque a ti y realice Tus propósitos a través de nosotros, a medida que fijamos nuestra mirada en ti. En el nombre de Jesús, amén. Debbie McDaniel3
Publicado en Áncora en agosto de 2024.
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