julio 18, 2024
[The Stories Jesus Told]
Jesús fue un maestro increíble. Sus palabras, respaldadas por Sus actos, transformaron incontables vidas durante Su ministerio en la Tierra y a lo largo de los últimos dos milenios. Sus enseñanzas y Su vida han tenido un impacto sin paralelo en la humanidad. Miles de millones de personas han adecuado su vida y sus creencias a las palabras que Él pronunció hace más de 2000 años. Esas palabras y enseñanzas, registradas en los Evangelios, cambiaron radicalmente el concepto que tenía la humanidad de Dios y de nuestra relación con Él. Cautivaron a la gente de aquella época y hoy en día siguen fascinando a los creyentes y a los que buscan respuestas a sus interrogantes.
Uno de los métodos que empleaba con más frecuencia para transmitir Su mensaje era contar parábolas. De hecho, un tercio de las palabras de Jesús que figuran en los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas son parábolas. Resultaban eficaces como medio para transmitir Su mensaje porque eran narraciones que atraían a la gente y captaban su atención. A veces cuestionaban las normas culturales y religiosas de la época. Y a menudo los oyentes se sorprendían cuando la trama tomaba un rumbo imprevisto y conducía a un desenlace que nadie se había imaginado.
Jesús dio a conocer el reino de Dios mediante esos relatos, puso de manifiesto la personalidad de Dios, reveló Su forma de ser y expresó las expectativas que tiene con relación a la humanidad. Aunque las parábolas que contó Jesús siguen hablándonos hoy en día, parte de su sentido original y de los elementos sorpresivos que contenían se ha perdido, porque nosotros, como los oyentes de la actualidad, no vivimos en la Palestina del siglo I.
Jesús fue un judío del siglo I, que se dirigió a otros judíos del siglo I y empleaba el lenguaje corriente de la época. Usaba palabras, frases y expresiones que sus contemporáneos judíos entendían bien. Cuando habló de un samaritano, sabía que los judíos que lo escuchaban despreciaban a los samaritanos. Cuando hablaba del trigo y de la cizaña, de la levadura, de mayordomos y señores, todo su público comprendía a qué se refería, porque esas cosas formaban parte de la vida y el lenguaje cotidianos de los judíos del siglo I.
Los habitantes de Palestina en el siglo I entendían la terminología que empleaba Jesús de una manera más completa o cabal que nosotros, que estamos viviendo 2000 años después. Así pues, al leer las parábolas de Jesús, viene bien conocer el contexto en el que hablaba y lo que debieron de entender los que lo escucharon.
Eso es especialmente beneficioso si se tiene en cuenta toda la información que las parábolas no dan. Las parábolas son breves. No usan sino un mínimo de palabras, y por lo general no incluyen detalles no esenciales. Cuando se describe a una persona, no se dice casi nada de su apariencia, de sus relaciones ni de su vida; solo se nos cuenta lo básico. Con la excepción de Lázaro y Abraham en la parábola del hombre rico y el pobre llamado Lázaro Lucas 16:19–31, no se dan nombres, así que los personajes son anónimos. Hay actos que se omiten o se comprimen, y elementos del relato que el lector debe rellenar.
Las parábolas son intrínsecamente sencillas. Nunca hay más de dos personas o grupos en la misma escena. En Lucas 15, si bien el padre tiene dos hijos, no interactúa con ambos al mismo tiempo, sino con uno o con el otro (Lucas 15:11–32). Cuando se menciona a un grupo numeroso, como en la parábola del gran banquete, en la que muchas personas son invitadas a una cena, el relato se centra únicamente en tres de los convidados (Lucas 14:16–24).
Las parábolas de Jesús reflejan la vida de gente corriente: campesinos, pastores, mujeres, padres e hijos, señores y siervos. Son relatos ficticios pero verosímiles sobre la vida cotidiana en tiempos de Cristo. Sin embargo, no necesariamente describen los hechos con exactitud. Algunos son realistas, otros no.
Un ejemplo de descripción poco realista es el caso del hombre que debía 10.000 talentos, que serían equivalentes a más de 200 toneladas de oro o plata. Esa parábola contiene una exageración deliberada, lo que comúnmente se conoce como una hipérbole, que se define como una exageración a fin de conseguir una mayor expresividad. En este caso, la hipérbole sirve para poner de relieve la magnitud del perdón de Dios (Mateo 18:23–35). En los textos y dichos judíos era corriente emplear exageraciones al presentar un argumento.
¿Por qué enseñaba Jesús con parábolas? ¿Cuál es el valor de una parábola? Bueno, a todo el mundo le gusta que le cuenten una historia. Jesús lo hacía para atraer a la gente y llevarla a reflexionar sobre los temas que abordaban las parábolas. Con frecuencia, las situaciones que Él describía con Sus palabras obligaban a los oyentes a evaluar moralmente el comportamiento de los personajes del relato y, seguidamente, a juzgar de forma similar aspectos de su propia vida o de su fe.
Algunas parábolas comienzan por una pregunta, como: «¿Quién de ustedes…?», o: «¿Qué piensan de…?» Otras plantean preguntas al final. Tales preguntas tienen por objeto hacer reflexionar, provocar cambios en el corazón y en la vida de los oyentes. Ciertas parábolas carecen de conclusión o desenlace; tienen un final abierto.
Las parábolas suelen presentar lo opuesto de lo que cabría esperar. El odiado recaudador de impuestos es considerado justo en vez del fariseo (Lucas 18:9–14); el samaritano es el auténtico prójimo en vez del sacerdote o el levita (Lucas 10:29–37). Esas conclusiones constituyen inversiones de la norma. Llevan a los oyentes a enfocar las situaciones desde otra óptica, a reflexionar y a cuestionar sus propias opiniones. Invitan a cambiar.
Normalmente el mensaje principal se da al final; viene a ser algo así como el remate de un chiste. El relato despierta interés, resulta atractivo, y al final se presenta el mensaje.
Si bien a los que oían las parábolas en el siglo I les resultaba familiar el lenguaje, la cultura, las costumbres, y los modismos y las expresiones idiomáticas, no es que siempre comprendieran el mensaje de las parábolas. A veces hasta los discípulos de Jesús tenían que preguntarle qué significaban. El mensaje espiritual de las parábolas no siempre era evidente, y eso hacía que la gente meditara sobre su significado.
Jesús no fue el primer ni el único maestro que empleó parábolas. En el Antiguo Testamento y en otros textos judíos anteriores al siglo I hay algunas parábolas y escritos parecidos; pero son pocas las que se asemejan a las parábolas narrativas de Jesús1. Así que, aunque Jesús no inventó las parábolas, en toda la Historia nadie las ha empleado tan ingeniosa y efectivamente como Él.
Las parábolas de Jesús son dignas de estudio. Por medio de ellas, Jesús transmitió Su mensaje acerca de Dios, de nuestra relación con Él y con el prójimo, y de la vida y cómo debe vivirse. La lectura de las parábolas con un mayor conocimiento de la situación en el siglo I aclara más Su mensaje. Permite entender por qué Él se enfrentó a tanta oposición y por qué Sus enemigos religiosos lo querían muerto. También explica por qué había tantos que lo amaban y lo seguían.
Los mensajes que transmitió Jesús mediante Sus parábolas ofendieron a Sus adversarios religiosos e incluso hicieron peligrar la posición que ostentaban. Al mismo tiempo, atrajeron a los perdidos, a los que estaban buscando. Las parábolas ponen de relieve el amor y la misericordia de Dios, cómo llama al corazón de cada hombre, mujer y niño, y lo dispuesto que estuvo a conducir a la humanidad a la redención a costa de un gran sacrificio. Esas maravillosas verdades llevaron a muchos a amar a Jesús, a convertirse en seguidores y discípulos Suyos, e incluso a morir por Su nombre. Y hoy en día Sus palabras provocan la misma respuesta.
No son simples relatos que uno disfrute; representan la mismísima voz de Jesús dándonos Su mensaje. Son breves narraciones con un profundo propósito: acercarnos a Dios y vivir conforme a Su verdad. Si escuchamos atentamente lo que Jesús dice en Sus parábolas, tendremos que responder las mismas preguntas que los oyentes originales. Nuestra vida se iluminará cuando nos demos cuenta de que nos parecemos al hermano mayor, o al rico insensato que acaparaba riquezas, o al sacerdote y al levita en vez de al buen samaritano.
Las parábolas también muestran de una forma bellísima las distintas maneras en que Jesús comunicó lo profundo que es el amor de Dios por la humanidad y todo lo que Él está dispuesto a hacer para expresárnoslo, así como la alegría que siente cuando una persona decide relacionarse con Él. Jesús empleó parábolas para describir al Padre, y esas descripciones condujeron a un nuevo concepto de Dios.
Como en todo estudio de la Palabra de Dios, a medida que leemos y analizamos las parábolas será beneficioso que nos tomemos tiempo para reflexionar sobre los mensajes que dan, que permitamos que esas verdades espirituales nos hablen. Su propósito es cambiar nuestro corazón, nuestra vida, nuestra actitud, nuestras opiniones y nuestra conducta.
Que el estudio de las parábolas fortalezca su fe y los anime a invitar a otras personas a conocer mejor a Jesús y establecer una relación personal con Él, nuestro maravilloso Salvador y bendito Redentor.
Publicado por primera vez en mayo de 2013. Adaptado y publicado de nuevo en julio de 2024.
1 Green, Joel B., y McKnight, Scot: Dictionary of Jesus and the Gospels, InterVarsity Press, Downers Grove, 1992, p. 594.
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