junio 20, 2024
[Instant Witnessing]
Predica la Palabra; mantente dispuesto a tiempo y fuera de tiempo. 2 Timoteo 4:2
Cuando Peter volvió de un largo viaje, salimos para pasar tiempo juntos. Como no podíamos dejar de hacer nuestro trabajo, combinamos el trabajo con unas vacaciones. Aunque trabajamos todos los días, como estábamos en otro lugar, en un ambiente agradable, también fue tranquilo.
Al oscurecer salíamos a caminar y a relajarnos. Lo más importante fue que tratamos de emplear esos ratos para testificar tanto como fuera posible. Así pues, en ese tiempo distribuimos folletos y tratamos de testificar tanto como podíamos, incluso en nuestro breve contacto con las personas que se cruzaron en nuestro camino. Dimos unas palabras de ánimo y oración a un mesero que nos dijo que su madre estaba muy enferma en un hospital (y el Señor la sanó unos días después en respuesta a la oración), entregamos folletos y dijimos «Dios te bendiga» al conductor de un taxi y al empleado de una tienda, sonreímos (y dimos más folletos) a los que encontramos en nuestras caminatas.
Nunca salimos de nuestro apartamento sin folletos en los bolsillos. Siempre estábamos en la búsqueda de aquellos a los que el Señor quería que les diéramos un folleto o que les testificáramos. Aunque no podíamos testificar mucho de manera individual debido a las limitaciones de tiempo, sabíamos que llegaría muy lejos el mensaje de los folletos, combinado con el amor del Señor que reflejábamos en nuestras sonrisas y palabras que intercambiamos.
A veces es fácil preguntarse si la poca testificación que hacemos por aquí y por allá de verdad marca una diferencia o tiene un gran impacto en las personas. A veces ni siquiera tenemos oportunidad de ver su reacción, y se debe tener fe de que van a leer el folleto y que ojalá comiencen a hacerse preguntas sobre el sentido de la vida y empiecen a buscar al Señor, o a acercarse más al Señor y aceptarlo como su Salvador.
Una noche, cuando nos encontrábamos fuera, conocimos a un grupo de chicas que trabajaban en los clubes nocturnos; les dimos folletos y les testificamos brevemente. Más adelante, preguntamos al Señor si nuestra testificación había tenido un efecto en ellas y cuál había sido, pues no nos parecía que habíamos hecho gran cosa. Nos dio el siguiente mensaje que ilustra la importancia de nuestras sonrisas y palabras de ánimo, junto con la Palabra que les damos, en este caso en forma de folletos:
Mi Espíritu las conmovió por medio de las palabras de ánimo de ustedes, y sus sonrisas y testificación. Sintieron su compasión, su sincero interés por ellas y se sintieron atraídas a Mi Espíritu en ustedes. Estaban ansiosas por escuchar más, y la Palabra que les dieron les dará fe y ánimo, si la reciben.
Hay tantos que mueren espiritualmente y que viven en un mundo sin esperanza en el que nada satisface. Algunos recibirán la verdad de manera abierta y ansiosa, pero no todos lo harán, pues muchos se han endurecido y han aceptado un poder engañoso. Sin embargo, hay esperanza para muchos que pueden salvarse. A medida que ustedes se acerquen a las personas, que entreguen Mi amor con palabras de ánimo, que les den folletos, que sonrían y saluden, brillarán con Mi luz en la oscuridad, y ofrecerán Mi amor y verdad a los que los reciban.
(María:) El Señor quiere que todos seamos Sus testigos fieles, donde estemos y hagamos lo que hagamos. Siempre podemos darles un folleto, pase lo que pase, ya sea que tengamos mucho tiempo o no lo tengamos, que hablemos el idioma o no lo hagamos, o aunque no podamos testificar en profundidad. No deberíamos subestimar la importancia de dar a la gente el mensaje escrito ya que su efecto puede ser de gran alcance.
Hay muchas historias de cómo un folleto ha transformado la vida de alguien, lo llevó a Cristo y le dio esperanza y ánimo para seguir adelante. No hay nadie a quien el Señor no pueda llegar con Su Palabra.
Claro que también necesitamos estar abiertos a que el Señor nos indique si hay alguien a quien tal vez quiere que le hablemos y que le dediquemos tiempo. No solo podemos esparcir la semilla; también necesitamos estar dispuestos a regar tiernamente y cuidar y alimentar las plántulas que el Señor quiere que atendamos. Por otro lado, no podemos estar tan ocupados con unas cuantas plántulas que descuidemos el resto del campo que no ha sido sembrado todavía. Hacen falta las dos cosas.
Tal vez te parece que no eres un testigo destacado o que no sabes expresarte muy claramente o dar a las personas las respuestas que buscan. Tal vez piensas que tus respuestas son insuficientes o inadecuadas. Quizá te parezca que no eres suficientemente elocuente, que no has aprendido de memoria suficientes pasajes de las Escrituras, que no puedes dar respuestas buenas y claras basadas en la Palabra que conoces.
Nuestro trabajo y llamamiento son testificar, predicar el evangelio y llevar las buenas nuevas de la salvación en Jesús (Hechos 1:8; Mateo 28:19,20). Lo que importa es nuestra fidelidad a Su llamado a testificar, y si eres fiel al hacerlo, ¡no fracasarás! Todo lo que tenemos que hacer es estar dispuestos e «ir». Incluso si pensamos que nuestra presentación no es suficientemente buena, el Señor puede valerse de ella para obrar en el corazón de esa persona y llevarla a Él. Si estás dispuesto a ser un conducto del amor de Dios para los demás, Él resplandecerá a través de ti. Si no te parece que eres lo bastante elocuente o conocedor para ser un buen testigo, no te preocupes, porque a veces puedes conseguir más en tu testificación con solo dar un folleto a alguien.
El principal requisito es estar dispuesto a testificar en todo momento. Tienes que estar dispuesto a dejar de lado lo que podría impedirte dar testimonio a toda hora y tomar una firme resolución de que no vas a desaprovechar las situaciones que presente el Señor.
Es posible que te dirijas a atender un asunto importante y no puedas hablar con alguien en ese momento, ¡pero siempre puedes dar testimonio al entregarle un folleto! Siempre hay tiempo para dar un folleto, y espero que lleves algunos contigo a donde sea que vayas. Siempre hay espacio para unos folletos en tu bolsillo, cartera o bolso.
Que siempre recordemos que en todo lo que hagamos, nuestra principal tarea es dar testimonio del amor del Señor. El Señor nos ha dado Su verdad y Su Palabra. Dio Su amor en abundancia. No hemos sido llamados a disfrutar privadamente de nuestras bendiciones, sino a tender la mano al mundo que nos rodea para llevarles la verdad que puede transformar su vida por la eternidad.
Cada persona que conoces puede tener sed espiritual o una necesidad, incluso si no lo demuestra, o si finge que está bien sin eso. No dejes pasar la oportunidad de darle lo que tienes. El Señor ve cuando damos a otros porque el amor de Cristo nos impulsa (2 Corintios 5:14). Él ha prometido bendecir nuestros esfuerzos de llevar a cabo Su misión de dar el mensaje a los perdidos y a los que quieren conocer el evangelio, incluso si de inmediato no vemos el fruto de nuestra testificación.
Amado Jesús, ayúdanos a ser fieles al llevar el mensaje a los que lo necesitan, a los que encontramos en nuestro camino y a veces no prestamos atención porque estamos muy ocupados con nuestros pensamientos y asuntos. Ayúdanos a no perder esas oportunidades que Tú pones delante de nosotros, las que pueden parecernos insignificantes, pero que podrían marcar una gran diferencia para otra persona, dándole una oportunidad de conocerte y conmoverse con Tu amor.
Perdónanos, Jesús, por las veces que no valoramos la riqueza de Tu verdad que nos has confiado, cuando no nos damos cuenta de lo mucho que otros la necesitan. A medida que transcurre el día, ayúdanos a ser conscientes de que todos te necesitan muchísimo, y no pasar una sola oportunidad de dar a los demás. Que seamos más conscientes de otros y nos preocupemos de su destino eterno.
Ayúdanos a ver a las personas como Tú las ves, con gran amor y compasión. Tu corazón está quebrantado por cada una de ellas, y quieres que también nuestro corazón esté quebrantado por ellas. Llegaste a la Tierra y viviste entre los más humildes a fin de demostrar que Tu amor era para todos. Ayúdanos a hacer lo mismo.
Ayúdanos a nunca subestimar el privilegio de ser llamados y elegidos por Ti y que nos has dado la misión de llevar Tu amor y verdad a los demás. Ayúdanos a no quedarnos disfrutando privadamente de nuestras bendiciones y a recordar siempre que fuimos comprados por un precio, que no nos pertenecemos a nosotros mismos (1 Corintios 6:19,20).
Nos encargaste que manifestáramos Tu amor a los demás, que diéramos testimonio de alguna forma siempre que fuera posible. Que seamos diligentes al dar folletos a las personas que encontramos durante el día, y también una palabra de ánimo, o lo que nos indiques que les llegará al corazón. Danos Tu corazón de amor, de compasión, misericordia y humildad. Tu amor no nos falló Jesús; ayúdanos para que nuestro amor no falle a los demás. Amén.
¿Haces lo que puedes para llevar el mensaje a los perdidos? ¡Que Dios te bendiga y te guarde a medida que sigues dando testimonio de Él en todo momento!
Publicado por primera vez en julio de 1997. Adaptado y publicado de nuevo en junio de 2024.
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