junio 19, 2024
[His Desire and Plan for Our Life Journey]
En la Biblia hay versículos que usan la analogía de un viaje por el sendero de la vida. Por ejemplo: «En su corazón habita la ley de su Dios; por eso sus pies nunca resbalan» (Salmo 37:31), «Tu Palabra es una lámpara a mis pies; ¡es la luz que ilumina mi camino!» (Salmo 119:105), y «Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus sendas» (Proverbios 3:6).
En lo personal, lo que entiendo de esos versículos es que nos encontramos en una travesía, y no sabemos adónde vamos ni el camino que debemos seguir. El que lo sabe es Dios y los principios de Su Palabra nos sirven como guía. Podemos encomendar a Dios nuestro camino y pedirle que nos dirija. La otra opción es abrir camino por nuestra propia cuenta.
Todos debemos tomar decisiones y navegar por lo que llamamos «vida». El solo hecho de estar con vida requiere la participación de numerosas decisiones personales. La naturaleza de algunos los motiva a tomar decisiones, mientras que a otros les resulta aterrador. O quizás un poco de ambas cosas.
Personalmente, no me gusta tomar decisiones. En el curso de mi vida adulta me he sentido agobiada en dos ocasiones en el patio de comidas. Sencillamente había demasiadas opciones para comer. Vaya tristeza. Si mi marido lo permitiera, comería lo mismo todos los días con el único propósito de no tener que decidir qué comer. Y eso no es nada en comparación con las grandes decisiones de la vida. ¿Dónde vivir? ¿Qué carrera seguir? ¿En qué invertir el dinero? ¿Cómo quiere Dios que utilice los talentos y dones que me ha dado? Y muchas cosas más.
A fin de cuentas, la vida no es sino una serie de decisiones y de los resultados que ellas conllevan, tanto para bien como para mal. Darme cuenta de eso me llevó a dos verdades: (1) Necesito la ayuda de Dios para tomar decisiones, y (2) también necesito un plan.
Lo mejor de todo es que Dios ha prometido participar activamente en mi vida si se lo permito. Él dice que si lo reconocemos, enderezará nuestras sendas. Si Su Palabra habita en nuestro corazón, nuestros pies nunca resbalarán. Si elevamos Su Palabra, será una luz que ilumina nuestro camino. Nos indicará el camino a seguir. Dios ya ha determinado la parte que le corresponde, ¿y nosotros? Se sobreentiende que no seguimos un verdadero «camino» ni que sostenemos en alto una verdadera «lámpara». ¿De qué manera procuramos la ayuda de «Dios»?
Un buen lugar para empezar es conociendo y entendiendo la Palabra de Dios y las reglas que nos ha dado para que las sigamos. La Palabra de Dios es como reflectores en un camino oscuro. Mientras se conduce, los reflectores iluminan las señalizaciones del camino. Evitan que nos crucemos al carril contrario y nos indican la berma de la carretera para no terminar en la cuneta. Conocer la Palabra de Dios nos brinda una serie de normas y guías para no perder el rumbo.
En ocasiones resulta muy sencillo. La Palabra de Dios nos dice que seamos amorosos y amables, por lo que preguntarse cuál sería la opción más amorosa suele revelar la decisión más indicada. Pero en ocasiones se vuelve más enrevesado, en particular cuando todas las opciones forman parte del gran espectro de la voluntad de Dios o cuando nuestros deseos afectan la toma de decisiones. En dichas ocasiones es difícil tomar una decisión con la que uno se sienta a gusto, o que no cuestione. Pero Dios ha dicho que si lo reconocemos, Él enderezará nuestras sendas, y hará que todas las cosas redunden en nuestro bien (Romanos 8:28). Podemos contar con Su ayuda y guía cuando las solicitemos.
El siguiente paso es tener un plan. ¿Han escuchado el refrán «el hombre que no va “a ninguna parte” seguro que llega a su destino»? El Salmo 37:3–4 dice: «Confía en el Señor y haz el bien. […] Deléitate en el Señor y Él te concederá los deseos de tu corazón». Ese versículo se refiere a la creación de un plan de vida. Nos dice que si confiamos en el Señor y orientamos nuestra vida de acuerdo a Su Palabra, y nos deleitamos en Él primero y sobre todas las cosas, Él pondrá en nuestro corazón lo que Él desea para nosotros.
Es decir, decidan que quieren agradar a Dios y que Él sea el foco central de sus vidas, y cuando Él ponga en ustedes un anhelo, o un llamado, acéptenlo como Su plan y atrévanse a realizarlo. Aténganse al plan. Si —por ejemplo— se quiere viajar a otro país para unirse a una misión de voluntariado, pero no se tiene el dinero para viajar, y se está seguro que es lo que Dios desea, se debe dar el siguiente paso y planear la manera de recaudar el dinero. Por ejemplo, el siguiente paso podría ser pedir a tu familia, a los amigos o a la iglesia que contribuyan a dicha iniciativa.
Dios quiere que descubramos Su plan y finalidad para nuestra vida y que nos atrevamos a realizarlo. Él sabe que para que hagamos progresos y se forme nuestro carácter necesitamos aprender y vivir numerosas experiencias. Solo porque Dios haya planeado un evento en nuestra vida no quiere decir que se materializará de inmediato, o que lo recibiremos en bandeja de plata. Nos encontraremos con dificultades y desafíos. Si el camino de ustedes es similar al mío, no ha sido un lecho de rosas. Un plan general, una meta o un destino me permiten avanzar por el camino. Me ayuda a tomar decisiones todos los días.
Al llegar a una bifurcación en el camino, entender el plan de Dios para mi vida me ayuda a elegir el camino a seguir. También tengo que estar preparada por si Dios despeja un nuevo sendero para mí que me llevará a nuevos caminos en el trayecto de mi vida. Cuando otros caminos parecen más fáciles, o por algún otro motivo captan mi atención, recuerdo que Su destino y plan para mí es el deseo de mi corazón.
Dios tiene un plan específico para cada uno de nosotros. Puesto que nos ha creado a Su imagen y nos ha confiado libre albedrío, participamos de Su plan al escogerlo y seguirlo. Si ya saben adónde se dirigen, apéguense a la Palabra de Dios y permitan que guíe su camino. Si no están del todo seguros de su destino, concéntrense en vivir de la manera que nos enseña la Palabra de Dios, y Él los guiará paso a paso hacia Su plan para sus vidas.
Este artículo es una adaptación de Solo una cosa, textos cristianos para la formación del carácter de los jóvenes.
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