febrero 20, 2024
[Poor in Spirit and Blessed]
Mateo 5:3 dice: «Dichosos los pobres en espíritu, porque el reino de los cielos les pertenece». ¿Te has preguntado lo que eso significa? A primera vista, pareciera señalar a alguien que está triste o desanimado. Sin embargo, al verlo más detenidamente, significa muchísimo más. Me encanta comparar versiones de la Palabra, y la versión de NTV pone ese versículo bajo una luz un poco más clara: «Dios bendice a los que son pobres en espíritu y se dan cuenta de la necesidad que tienen de Él, porque el reino del cielo les pertenece». […]
No creo que el Señor se refiriera a ser pobres físicamente. Esas circunstancias pueden llevarnos a conocer más nuestra necesidad de Él, cuando pensamos en Pablo cuando habló de la «espina me fue clavada en el cuerpo» (2 Corintios 12:7-10) o en la mujer «que hacía doce años padecía de hemorragias» (Lucas 8:43-48). Tampoco creo que el Señor se refería a las limitaciones monetarias, aunque insisto, cuando no podemos satisfacer las necesidades físicas, a veces eso nos hace ver nuestra necesidad de Él con mayor claridad. Sin embargo, la verdad es que es demasiado fácil ver esas cosas.
Jesús quiere que con humildad aceptemos que en nosotros y por nosotros mismos, no somos suficientes. Simplemente no somos suficientes. Y tratamos de serlo. Intentamos con mucho empeño ser autosuficientes e independientes, pues a veces creemos la mentira de que esas son las cosas que nos hacen fuertes. Pero esa es la mentalidad del mundo, no del Reino del Cielo. […]
Unos cuantos versículos más adelante, Jesús llama bienaventurados a los que lloran y son perseguidos. Esas son difíciles situaciones que nadie pediría ni llamaría bendiciones en el contexto de nuestro primer mundo. Cuando Jesús dijo a los de Su pueblo que serían bienaventurados en las circunstancias que enumeró en las bienaventuranzas, no fue porque ganarían o serían merecedores de alguna bendición, sino porque al sentir, buscar, dar y trabajar en esas situaciones difíciles e incómodas, Él estaría con ellos. ¡Solo Él es la Bendición! […]
Al reflexionar en tu vida, piensa en las veces en que el Señor ha hecho lo que dijo que haría. Las veces en que te sostuvo cuando podías mantenerte de pie sin ayuda. Las veces en que Él proveyó cuando nadie más podía hacerlo. Tal vez incluso las veces en que Él no hizo lo que esperabas, pero te ayudó a sobrevivir, incluso en medio de un gran dolor. […]
No podemos lograrlo con nuestras propias fuerzas. No tenemos todas las respuestas. Pero Él sí las tiene. Él va delante y detrás de nosotros (Deuteronomio 31:8). Nos guía como un pastor y nos lleva junto a Su pecho (Isaías 40:11). Él sabe lo que necesitamos más que nosotros (Mateo 6:8).
Y ante todo, lo necesitamos a Él. Ruego que hoy tú y yo le digamos al Señor que lo necesitamos, no por un minuto o una hora, sino siempre. Maggie Cooper1
Alguien le preguntó una vez a Billy Graham qué quiso decir Jesús con que debemos ser pobres de espíritu. ¿No deberíamos esforzarnos por ser ricos en espíritu? Esta fue la respuesta brillante de Graham:
«¿A qué se refería? Simplemente a esto: Nuestro espíritu debe ser humilde. Si pones la palabra «humilde» en lugar de la palabra «pobre», entenderás lo que quiso decir. En otras palabras, cuando nos acercamos a Dios, debemos darnos cuenta de nuestro propio pecado y de nuestro vacío espiritual y pobreza. No debemos estar satisfechos con nosotros mismos, ni orgullosos en nuestro interior, pensando que en realidad no necesitamos a Dios. En tal caso, Dios no puede bendecirnos. La Biblia dice: «Dios se opone a los orgullosos, pero da gracia a los humildes» (Santiago 4:6).
En este contexto, «bienaventurado» indica una exaltación celestial, espiritual, en vez de una felicidad o prosperidad terrenales. En hebreo, «pobre» significa las dos cosas, los que son pobres materialmente y los fieles entre el pueblo de Dios. Los pobres en espíritu son los que tienen el corazón de los pobres, la misma actitud de los pobres, y los que dependen completamente de Dios.
Esto está relacionado con las palabras de Cristo en Mateo 23:12: «Aquellos que se exaltan a sí mismos serán humillados, y los que se humillan a sí mismos serán exaltados». Christianity.com2
Varios pasajes de los evangelios dan una buena idea de la clase de personas que impresionaban a Jesús. Una viuda que dio un donativo de sus últimas dos monedas. El deshonesto recaudador de impuestos lleno de ansiedad que se subió a un árbol para ver mejor a Jesús. Un niño sin nombre, anodino. Una mujer que había tenido cinco matrimonios infelices. Un mendigo ciego. Una adúltera. Un leproso. Fuerza, buena apariencia, conexiones y el instinto competitivo puede hacer que alguien tenga éxito en una sociedad como la nuestra, pero esas mismas cualidades pueden obstaculizar la entrada en el reino de los cielos.
La dependencia, el dolor, el arrepentimiento, el anhelo de cambio… esas son las puertas al reino de Dios. «Bienaventurados los pobres en espíritu», dijo Jesús. Un comentario lo traduce como «bienaventurados los desesperados». Cuando no tiene a dónde acudir, el desesperado puede quizá dirigirse hacia Jesús, el único que puede ofrecer la liberación que anhela.
Jesús de verdad creyó que alguien que es pobre en espíritu, o llora, o es perseguido, o tiene hambre y sed de justicia, tiene una ventaja peculiar sobre el resto de nosotros. Tal vez se deba a que alguien que se encuentre desesperado clamará a Dios para que le ayude. En tal caso, esa persona es de verdad bienaventurada. Eruditos católicos acuñaron la frase «la opción preferencial de Dios por los pobres» a fin de describir un fenómeno que encontraron en el Antiguo y el Nuevo Testamento: la parcialidad de Dios hacia los pobres y los desfavorecidos.
¿Por qué Dios elegiría a los pobres entre cualquier otro grupo para darles una atención especial? […] En la vida espiritual, la dependencia, la humildad, la sencillez, la cooperación y un sentido de entrega son cualidades que se valoran mucho, pero que son muy difíciles de adquirir para quienes viven con holgura. Quizá haya otros caminos para llegar a Dios, pero son difíciles; tan difíciles como que un camello pase por el ojo de una aguja. En el gran cambio del reino de Dios, es muy poco común encontrar santos prósperos. […]
El reino de Dios pone todo al revés. Los pobres, los hambrientos, los que lloran y los oprimidos son de verdad bienaventurados. Claro, no por el estado lamentable en que se encuentran. Jesús dedicó una buena parte de su vida a tratar de remediar esas desgracias. Más bien, son bienaventurados debido a una ventaja innata que tienen sobre quienes viven con mayor comodidad y se sienten seguros de sí mismos. Los ricos, exitosos y atractivos pueden vivir apoyándose en sus dones naturales. Los que no poseen esas ventajas naturales, y por consiguiente no reúnen los requisitos para tener éxito en el reino de este mundo, tal vez acudan a Dios en tiempos de necesidad. Los seres humanos no están muy dispuestos a reconocer que están desesperados. Cuando lo hacen, el reino de los cielos se les acerca. Philip Yancey3
Cuando Jesús se sentaba a hablar con las personas, les daba una visión de cómo era la vida en el reino de Dios. Era muy distinta a lo que todos habían imaginado. Jesús tomó todos los mandamientos del Antiguo Testamento, profundizó en ello y lo hizo acerca de lo que en realidad pasa en tu interior.
Pero es muy interesante la manera en que comienza: «Dichosos los pobres en espíritu, porque el reino de los cielos les pertenece» (Mateo 5:3) y el término que se emplea allí para «pobres» en espíritu, en realidad es una palabra para nombrar un mendigo en la calle. El sentido es que se trata de alguien que no tiene nada y que lo sabe.
Lo que Jesús dice en realidad es que el camino al reino del Cielo es saber que no tienes nada, y lamentablemente, la mayoría de nosotros no piensa así. La mayoría de nosotros pensamos que tenemos algo, y eso es lo que impide que estemos en el reino del Cielo, todas las cosas que pensamos que tenemos.
Jesús nos llama a algo completamente diferente. No es la confianza en nosotros mismos, o la autosuficiencia, o arreglarnos de modo que seamos parte del reino de Dios y uno de los seguidores de Cristo. En realidad, es decir: «En mí no tengo nada para hacer ninguna de estas cosas. No puedo seguir a Cristo sin ayuda. No puedo amar a mi prójimo. No puedo amar a mis enemigos. No puedo cumplir mi palabra», todas esas cosas que están en el Sermón de la Montaña. La entrada es decir: «No tengo nada. Para esto, necesito a Cristo». Barbara Juliani4
Cuando humanamente no puedas más, cuando te topes con el muro de contención de tus propias limitaciones y te des cuenta de la magnitud de tu debilidad humana, llegarás a ser plenamente consciente de que «para los hombres es imposible» (Mateo 19:26). Pero lo que para ti parece el final de todo lo posible, es el punto de partida de los grandes comienzos. Es el punto en que terminas tú y Yo comienzo, donde «para el que cree, todo es posible» (Marcos 9:23).
Lo que para ti puede parecer una gran derrota no es un fracaso total, ni un motivo de angustia y desesperación. Es todo lo contrario, pues al otro lado de la raya que marca tus limitaciones es donde llegas al lugar donde comienzan Mi poder y Mi gloria. Ahí es donde llegas a la montaña santa, a la casa de tu Dios, al umbral del Rey de reyes.
Has vuelto a la casa de tu Padre, y Él, que te vio venir desde lejos, corre ahora a recibirte con los brazos abiertos y lleno de alegría. Ese es el lugar donde ya no puedes más y al verte incapaz, te has vuelto hacia Mí, buscando Mi presencia. Al reconocer tu pobreza espiritual, eres partícipe de Mi Reino en toda su abundancia.
Cuando descubres que no depende de ti y que sin Mí no puedes hacer nada, puedes remontarte por encima de tus limitaciones para descubrir que conmigo basta. Un alma que ha llegado al límite de sí misma y de su resistencia y capacidad humanas, que se dirige hacia Mí, recibirá el poder que le darán Mi Espíritu y Mi presencia. Jesús
Publicado en Áncora en febrero de 2024.
1 https://www.biblestudytools.com/bible-study/topical-studies/what-does-it-mean-to-be-poor-in-spirit.html
2 https://www.christianity.com/jesus/life-of-jesus/teaching-and-messages/who-are-the-poor-in-spirit.html
3 Philip Yancey, The Jesus I Never Knew (Grand Rapids: Zondervan, 2008), 116–117.
Copyright © 2024 The Family International