febrero 5, 2024
[Cultivating Gratitude]
Un aspecto de cultivar una actitud agradecida es el contentamiento. Sin embargo, ¿qué es el contentamiento en las Escrituras? Es una satisfacción interna que nos llena de paz a pesar de las circunstancias que nos rodean. Se pone de manifiesto en lo que escribió el apóstol Pablo sobre sus experiencias: «He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece1 (Filipenses 4:11-13).
Pablo dijo que, en cualquier situación en que se encontrara, por dentro estaba tranquilo en lo tocante a la provisión por parte de Dios de todo lo que necesitara. Hay otros versículos, como estos, en los que aparece el término griego con el que se expresa el concepto de contentamiento u otras palabras de la misma familia: «Si tenemos ropa y comida, contentémonos con eso2 (1 Timoteo 6:8). «Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora, pues Él dijo: “No te desampararé ni te dejaré”» (Hebreos 13:5).
La misma palabra griega se traduce también como suficiente: «Dios puede hacer que toda gracia abunde para ustedes, a fin de que teniendo siempre todo lo suficiente en todas las cosas, abunden para toda buena obra3(2 Corintios 9:8).
Cuando estamos contentos, estamos satisfechos con lo que Dios nos ha dado y agradecidos, sean cuales sean nuestras circunstancias. Cierto autor describe de esta manera el contentamiento:
La persona contenta conoce la suficiencia de Dios para proporcionarle lo que necesita y la suficiencia de la gracia divina cualesquiera que sean sus circunstancias. Está convencida de que Dios satisfará todas sus necesidades materiales y obrará para su bien en toda situación. Por eso Pablo dijo: «Gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento». La persona que vive cerca de Dios ha hallado lo que los codiciosos, envidiosos y descontentos andan siempre buscando y nunca encuentran: satisfacción y descanso para el alma4.
Contentarnos es sentirnos satisfechos con cómo están cubiertas nuestras necesidades básicas, con los cuidados y la provisión de Dios en determinado momento. No es la aceptación pasiva de nuestra situación ni nos impide perseguir metas ni sofoca en nosotros el afán de mejorar. No es sinónimo de complacencia y autosatisfacción, de falta de ganas de progresar. Tampoco es fatalismo, que es la aceptación de las cosas tal como son y la renuncia a esforzarse por tratar de mejorarlas. El contentamiento es la firme convicción de que Dios ha provisto adecuadamente para nuestras necesidades y seguirá haciéndolo. Tiene sus raíces en la confianza y la fe en Dios, en el conocimiento de que Él vela por nosotros; y porque vela por nosotros, debemos estar conformes con lo que Él nos ha dado durante esta fase de nuestra vida. Al igual que Pablo, que aprendió a contentarse cualquiera que fuera su situación, tuviera mucho o poco, también nosotros podemos hallar esa paz y contentamiento.
Cabe señalar que Pablo dice que aprendió a contentarse. A lo largo de su vida conoció muchas dificultades: naufragó, estuvo en la cárcel, fue azotado y apedreado. También nosotros, sea cual sea nuestra situación, por la gracia de Dios podemos estar agradecidos por Su provisión. Y nuestro contentamiento no tiene por qué depender de circunstancias y sucesos. Nuestra alegría proviene de algo que trasciende la pobreza y la prosperidad: deriva principalmente de nuestra fe en Dios, de la confianza en Su amor y Sus cuidados.
En los orígenes de la humanidad, en el libro del Génesis, ya hubo descontento. Dios dio a Adán y Eva todo lo que necesitaban y los puso en un huerto donde «hizo el Señor Dios nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista y bueno para comer»5(Génesis 2:8–9). Se les dijo que podían comer de todo árbol del huerto menos uno. No les faltaba nada, pero tuvieron la tentación de sentirse descontentos cuando la serpiente les hizo ver que había un árbol del que no podían comer. Tuvieron la tentación de cuestionar la bondad de Dios, lo cual es la raíz del descontento.
Los creyentes que vivimos en la actual sociedad de consumo nos enfrentamos a ciertos obstáculos para sentirnos contentos. Es fácil adoptar la actitud materialista de que consiguiendo más cosas, más grandes y mejores, alcanzaremos la felicidad. Los anuncios nos bombardean continuamente con el mensaje de que comprando tal o cual producto nos sentiremos realizados. La inferencia subyacente es que, sin esas cosas, seremos infelices y nos sentiremos insatisfechos. Si nos tragamos ese mensaje, podemos volvernos disconformes con lo que tenemos y desear tener más o mejores cosas. Podemos adoptar la actitud de que las bendiciones que nos ha dado Dios son insuficientes, y sentirnos descontentos. Claro que lo que nos causa descontento no es solo la impresión de que nuestros bienes materiales son insuficientes. A veces nos ponemos a pensar que si pudiéramos conseguir tal o cual trabajo, o un aumento de sueldo, un diploma, un novio, una novia, un marido o una mujer, entonces sí que seríamos felices.
A veces el origen de nuestro descontento está en nuestra condición social o rango laboral. Por ejemplo, quizá nos sentimos infelices porque nos vemos obligados a trabajar para otros y cumplir órdenes, porque no podemos mandar, porque los demás ascienden más rápido que nosotros. Cuando nos sentimos descontentos, tendemos a buscar satisfacción en lo que vendrá más adelante, en lo que pueda haber después de la siguiente loma, el siguiente logro o la siguiente meta, y entretanto no nos damos cuenta de las bendiciones que ya disfrutamos en nuestra situación actual.
Cuando estamos contentos con las bendiciones que Dios nos ha dado y agradecidos por lo que Él nos concede, nos liberamos del amor al dinero, de la obsesión por adquirir riquezas, del ansia permanente de acumular más y más. Por supuesto que sentir contentamiento no significa que uno no compre nunca nada y no progrese económicamente. Las cosas se gastan, las familias crecen, y lo mismo sus necesidades. En ocasiones lo que antes bastaba deja de ser suficiente en las circunstancias actuales, y es preciso sustituirlo por algo mejor. En tales casos, esa sustitución satisface una legítima necesidad, y si Dios ha provisto los medios para ello, es una bendición Suya.
Por otra parte, a veces las circunstancias cambian de una manera que podría considerarse un descenso de categoría. Son difíciles las situaciones en que se reducen los ingresos y no podemos mantener nuestro estilo de vida, fuera cual fuera. Una vez que alcanzan cierto nivel de ingresos y gastos, muchas personas se endeudan porque toman prestado dinero con el fin de mantener un modo de vida que ya no se pueden permitir, en lugar de hacer los ajustes precisos para vivir con arreglo a sus posibilidades. Aprender a contentarnos es una exhortación a dejar de lado la ansiedad y no tener miedo de perder bienes materiales, sino adaptarnos positivamente a nuestra actual situación, confiando en Dios, llenos de gratitud hacia Él, como escribió el apóstol Pablo, que vio cambiar numerosas veces sus circunstancias: «Parecemos pobres, pero enriquecemos a muchos; parecemos no tener nada, pero somos dueños de todo6(2 Corintios 6:10).
Contentarnos es liberarnos de la sensación de que nos falta algo, de que deberíamos tener más o estar en mejor situación. Cuando nuestras carencias se convierten en el centro de nuestra atención, es fácil que nos sintamos contrariados, que seamos menos capaces de reconocer todo lo bueno que hay en nuestra vida y que tengamos continuamente la impresión de que las cosas deberían estar mejor. Por otra parte, cuando nos fijamos en lo bueno que ya disfrutamos, en las muchas bendiciones que el Señor nos ha concedido, nos volvemos más agradecidos, satisfechos y contentos. Dejamos de sentirnos ansiosos e infelices, y nuestro corazón se llena de paz y gratitud. Nos sentimos contentos no solo por lo que tenemos, sino también por lo que no tenemos.
Entonces, ¿cómo se cultiva el contentamiento? Algo que podemos hacer es tener presente que no somos dueños de lo que poseemos. Todo ello nos ha sido confiado, y es nuestro deber utilizarlo sabiamente. Tengamos mucho o poco, todo le pertenece a Dios7Asimismo, viene bien recordar que todo lo que tenemos nos ha sido dado como una expresión de Su amor y Su gracia (1 Crónicas 29:12). Si entendemos que todo lo que tenemos es un regalo y una bendición del Señor, es más probable que le estemos agradecidos por lo que nos ha dado.
Las Escrituras hacen mucho hincapié en tener una sana relación con nuestros bienes materiales. Casi la mitad de las parábolas de Jesús hablan de cómo administrar lo material, y en los Evangelios hay más de doscientos versículos que aluden al dinero8.
Puede hacernos bien familiarizarnos con versículos que nos ayudan a alinear nuestros pensamientos con las enseñanzas de las Escrituras, algunos como: «Mirad, guardaos de toda avaricia, porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee9(Lucas 12:15). «Gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento, porque nada hemos traído a este mundo y, sin duda, nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos ya satisfechos10(1 Timoteo 6:6-8). «Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora, pues Él dijo: “No te desampararé ni te dejaré”»11(Hebreos 13:5).
Al meditar sobre esos versículos, quizá nos interese pedirle al Señor que nos indique si hay aspectos en los que estamos descontentos, y esforzarnos por cambiar de actitud, rogándole que nos ayude a estar contentos por obra del Espíritu Santo en nosotros.
Dios concede Sus bendiciones de formas que escapan a nuestra comprensión. Él es dueño de todo, y está en Su derecho de dispensar Sus bendiciones como quiera. A nosotros nos corresponde confiar en que Él sabe lo que hace, y no cuestionar Su buen juicio ni envidiar lo que ha dado a otros.
En este mundo, nada nos satisface para siempre. Hallamos nuestra máxima satisfacción, alegría y realización en el Señor, que nos ama, nos creó y nos sostiene. Aunque disfrutamos de las bendiciones materiales que Dios nos ha concedido, no son ellas las que nos definen, nos llenan o nos proporcionan alegría duradera. Manifestamos nuestra gratitud por las bendiciones divinas que hemos recibido aprendiendo a contentarnos con ellas, sean muchas o pocas.
Artículo publicado por primera vez en enero de 2017. Adaptado y publicado de nuevo en febrero de 2024.
1 Jerry Bridges, The Practice of Godliness (Colorado Springs: NavPress, 2010), 95.
2 Randy Frazee, Think, Act, Be Like Jesus (Grand Rapids: Zondervan, 2014), 146.
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