noviembre 20, 2023
Alguien que no conoce mucho del tema podría llevarse la impresión de que el cristianismo venera a tres Dioses —el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo—. Pero no es así. Los cristianos creen que hay un solo Dios. La doctrina que explica el concepto de cómo el Padre, Hijo y Espíritu Santo constituyen un solo Dios se denomina la doctrina de la Trinidad.
Dicha doctrina explica que Dios siempre ha existido como tres personas que conforman un solo ser. Es un concepto muy distinto al del humano, que existe como una sola persona en un solo ser: somos unipersonales. Dios existe como ser tripersonal —tres personas, cada una distinta de la otra: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo—, y sin embargo un solo ser. Si bien Dios es tripersonal, cada una de las personas que lo conforman es en su totalidad Dios, y tiene todos los atributos y la esencia integral de Dios.
Nuestra experiencia como seres humanos es que donde hay una persona, hay también una esencia individual. Cada persona que conocemos constituye una entidad bien diferenciada y separada en la cual la naturaleza humana se manifiesta de manera individualizada. Mientras que en Dios no se da la figura de tres individuos que existen de manera paralela y a la vez separada el uno del otro. Más bien, se trata de un ser divino, de una sola esencia con tres distinciones personales de ser.
El concepto de tres personas en un Dios no es algo que estuviese claramente establecido en el Antiguo Testamento, si bien hay versículos del Antiguo Testamento que infieren que hay más de una persona en Dios. La noción de las tres personas en un solo Dios quedó clara en el Nuevo Testamento a raíz de la vida, muerte y resurrección de Jesús, y el derramamiento del Espíritu Santo sobre los creyentes. Los seguidores de Jesús llegaron a entender que Jesús era Dios, pero lo consideraban un ser separado de Dios, y también entendían que el Espíritu Santo era Dios, pero que era a su vez un ser separado del Padre y del Hijo. De modo que fue en épocas del Nuevo Testamento que se develó y reveló la verdad de la Trinidad.
Si bien el Antiguo Testamento no revela que Dios es un ser trino, algunos pasajes del Antiguo Testamento se expresan de una manera que sugiere que Dios es más de una persona: «Y dijo [Dios]: “Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza”» (Génesis 1:26). «Y dijo [Dios]: “El ser humano ha llegado a ser como uno de nosotros, pues tiene conocimiento del bien y del mal”» (Génesis 3:22). (Véase también Génesis 11:7; Isaías 6:8.)
En los siguientes versículos —tomados también del Antiguo Testamento— quien habla es Dios Padre o Dios Hijo, y se refieren ya sea el uno al otro o al Espíritu, dando a entender una vez más que las personas de la divinidad son varias. «¿Quién subió al cielo y descendió? ¿Quién recogió los vientos en Sus puños? ¿Quién envolvió las aguas en Su manto? ¿Quién estableció todos los confines de la tierra? ¿Cuál es Su nombre o el nombre de Su hijo? Ciertamente tú lo sabes» (Proverbios 30:4). «El Espíritu del Señor omnipotente está sobre Mí, por cuanto me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres» (Isaías 61:1).
Uno de los grandes pasajes del Antiguo Testamento y que resulta fundamental para el judaísmo es el siguiente: «Oye, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor» (Deuteronomio 6:4). El judaísmo es una religión monoteísta que cree en la existencia de un solo Dios. Esta creencia, en términos generales, era exclusiva de Israel en los tiempos del Antiguo Testamento, en que prácticamente todas las demás culturas de la zona eran politeístas, incluidas todas las que fueron vecinas de Israel a lo largo de la historia hasta los tiempos de Cristo.
El cristianismo también es una religión monoteísta. Los cristianos creen que solo existe un Dios y, al igual que los judíos, se basan en el versículo: «El Señor nuestro Dios es el único Señor». Sin embargo, a diferencia del judaísmo, los cristianos creen en un Dios tripersonal: tres personas en un mismo Ser.
El desarrollo y la articulación de esta doctrina se llevaron a cabo de manera progresiva en la historia de la iglesia primitiva. Si bien la palabra trinidad per se no aparece en el texto bíblico, las Escrituras revelan la doctrina y la palabra trinidad expresa el concepto.
Agustín (354-430 d.C.), una de las principales figuras del cristianismo de la parte occidental del Imperio Romano, considerado también el escritor cristiano más importante junto con el apóstol Pablo, resumió la lógica fundamental de la trinidad en siete declaraciones breves:
Las tres primeras declaraciones expresan que cada miembro de la Trinidad es Dios. Las tres segundas afirman que cada miembro de la Trinidad es diferente del otro. Y la última declara que solo existe un Dios.
Aunque tal vez todo esto sea un poco difícil de comprender, si nos basamos en las siete premisas de Agustín, queda claro que la Biblia expone los argumentos para confirmar la doctrina de la Trinidad: tres personas como un solo Dios.
El Padre es Dios. Los siguientes versículos expresan que el Padre es Dios: «Tú, Señor, eres nuestro Padre; ¡Tu nombre ha sido siempre “nuestro Redentor”!» (Isaías 63:16). «Ustedes deben orar así: “Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea Tu nombre”» (Mateo 6:9). «Él recibió honor y gloria de parte de Dios el Padre, cuando desde la majestuosa gloria se le dirigió aquella voz que dijo: “Éste es Mi Hijo amado; estoy muy complacido con Él”» (2 Pedro 1:17).
El capítulo 17 de Juan es una oración que Jesús ora al Padre, y que demuestra que Él considera que el Padre es Dios.
El Hijo es Dios. Los siguientes versículos expresan que Jesús es Dios: «En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba con Dios en el principio. Por medio de Él todas las cosas fueron creadas; sin Él, nada de lo creado llegó a existir» (Juan 1:1–3). «Toda la plenitud de la divinidad habita en forma corporal en Cristo» (Colosenses 2:9). «A Dios nadie lo ha visto nunca; el Hijo unigénito, que es Dios y que vive en unión íntima con el Padre, nos lo ha dado a conocer» (Juan 1:18).
El Espíritu Santo es Dios. El Salmo 139 afirma que el Espíritu Santo es omnipresente, característica exclusiva de Dios. «¿A dónde podría alejarme de Tu Espíritu? ¿A dónde podría huir de Tu presencia? Si subiera al cielo, allí estás Tú; si tendiera mi lecho en el fondo del abismo, también estás allí» (Salmo 139:7,8).
1 Corintios 2 muestra que el Espíritu Santo es omnisciente, que todo lo sabe, otro atributo exclusivo de Dios. «Ahora bien, Dios nos ha revelado esto por medio de Su Espíritu, pues el Espíritu lo examina todo, hasta las profundidades de Dios. En efecto, ¿quién conoce los pensamientos del ser humano sino su propio espíritu que está en él? Así mismo, nadie conoce los pensamientos de Dios sino el Espíritu de Dios» (1 Corintios 2:10,11).
El siguiente versículo prueba que el Espíritu Santo estaba presente desde antes de la creación del mundo, y que tenía algún papel: «La tierra era un caos total, las tinieblas cubrían el abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas» (Génesis 1:2).
El siguiente versículo muestra que el Espíritu Santo obra, de la mano con Jesús, en nuestra vida como cristianos. «Y eso eran algunos de ustedes. Pero ya han sido lavados, ya han sido santificados, ya han sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios» (1 Corintios 6:11).
En 2 Corintios, Pablo detalla las personas de la Trinidad de tal manera que queda claro que se trata de personas diferentes entre sí: «Que la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos ustedes» (2 Corintios 13:14).
Justo antes de ascender al cielo, Jesús manda a los discípulos a que bauticen en el nombre de cada una de las personas de la trinidad, demostrando así que las consideraba a todas como iguales, es decir, que a Sus ojos todas eran Dios. «Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mateo 28:19).
La forma en que se refieren los autores del Nuevo Testamento al Padre, el Hijo y el Espíritu Santo demuestra su diferenciación, que eran distintos el uno del otro y que interactuaban en maneras que demuestran que no se trata de la misma persona. Por ejemplo, Jesús le pide al Padre que envíe al Espíritu Santo, lo cual demuestra que se trata de tres Personas que interactúan: «Y Yo le pediré al Padre, y Él les dará otro Consolador para que los acompañe siempre: el Espíritu de verdad» (Juan 14:16,17). (Véase también Mateo 11:27; Mateo 3:16,17.) Estos versículos ayudan a aclarar que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son diferentes entre sí.
Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, además del propio Jesús, afirman que hay un solo Dios. (Marcos 12:28,29; Isaías 45:5). Las declaraciones de Agustín, basadas en las Escrituras, dejan en claro que Dios es tres personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, que son distintas entre sí y que solo hay un Dios.
En realidad, el concepto de Padre, Hijo y Espíritu Santo como un solo Dios es imposible para nosotros, como humanos, de entender plenamente. No hay cosa similar en nuestro mundo. Es algo que escapa completamente a nuestra experiencia. Puede ser desconcertante pero por otra parte concuerda con nuestra creencia de que existe un Dios todopoderoso y omnisciente. A medida que se nos revela, tiene sentido que comprender algunos aspectos de su identidad sobrepase a nuestra experiencia y entendimiento humanos. Por eso, si sientes que no alcanzas a comprenderlo del todo, no te preocupes. Lo importante es saber que Dios es uno solo, que a ese Dios lo conforman tres Personas, que Dios te ama y que Jesús murió por tu salvación, y que el Espíritu Santo está siempre a tu lado, como ayudante y consejero.
Los apóstoles y discípulos —que eran todos judíos y que habían creído toda la vida en que existía un solo Dios, y para quienes era blasfemia creer en cualquier cosa que contradijera esa afirmación— llegaron a entender, especialmente después de Su resurrección, que Jesús, ese hombre al que llegaron a conocer y con quien convivieron, era Dios. Sabían que no era Dios Padre, sino que era Dios. Tras la ascensión de Jesús al cielo y una vez que el Espíritu Santo descendió poderosamente sobre ellos en Pentecostés, esos mismos hombres llegaron a considerar al Espíritu Santo como Dios, no obstante les quedaba claro que el Espíritu no era ni el Padre ni el Hijo.
Los escritores del Nuevo Testamento entendieron, aceptaron y escribieron en términos de un solo Dios, y de las tres personas distintas de la Divinidad Suprema. La iglesia primitiva lo creyó, y los cristianos de la actualidad lo creen también. Se trata de una doctrina que está a la raíz de nuestra fe.
Publicado por primera vez en mayo de 2011. Adaptado y publicado de nuevo en noviembre de 2023.
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