julio 18, 2023
En el capítulo 8 de Mateo, Jesús «dio orden de pasar al otro lado» del mar de Galilea. Luego «entró Él en la barca y Sus discípulos le siguieron». De pronto, «se levantó en el mar una gran tempestad». Los griegos lo llaman un mega seísmos: un tremendo maremoto. Era tan fuerte la tempestad que «las olas cubrían la barca». El agua golpeaba la barca con tanta furia que estaban a punto de hundirse.
¿Dónde estaba Jesús durante esa crisis? «Él dormía.» Así que Sus discípulos «se acercaron y lo despertaron, diciendo: —¡Señor, sálvanos, que perecemos!» Aquellos veteranos pescadores sabían que sus vidas pendían de un hilo y le rogaron a Cristo que los ayudara.
Su respuesta puede parecer sorpresiva: «Él les dijo: —¿Por qué teméis, hombres de poca fe?» ¿Acaso habían hecho algo mal? Se encontraban a merced de la tormenta precisamente por haber seguido las órdenes de Jesús. Él les había enseñado en el Sermón del Monte: «Pedid, y se os dará» (Mateo 7:7). […]
El mismo relato responde esa pregunta: «Entones, levantándose, reprendió a los vientos y al mar, y sobrevino una gran calma. Los hombres, maravillados, decían: —¿Qué hombre es este, que aun los vientos y el mar lo obedecen?» (Mateo 8:18-27). […]
Es que no sabían lo que nosotros ahora sabemos. No entendían que Él resucitaría de entre los muertos y ascendería a los cielos. Parece que, en aquel entonces, veían a Jesús como los demás judíos veían al Mesías: una persona ungida de la que Dios se valdría en gran manera, pero que seguía siendo una persona, no el mismo Dios.
Según el monoteísmo judío, «el Señor uno es» (Deuteronomio 6:4). Dios no podía estar en el cielo y en la tierra al mismo tiempo. Jesús no podía ser hombre y Dios. De modo que, cuando Jesús hizo lo que sólo Dios podría hacer, «se maravillaron».
Debían aprender lo que nosotros tenemos que recordar: Jesús es Dios y Dios siempre es suficiente.
Las tormentas de la vida pueden hacernos cuestionar la suficiencia del Dios que las permite, pero cuando menos entendemos Su providencia es cuando más necesitamos Su poder. […]
Es entonces que, cuanto más sentimos Su poder, más nos transforma la gratitud hacia Su gracia. Fue A. W. Tozer quien parafraseó las palabras de San Bernardo de Claraval: «Cuanto más oscura es la iniquidad y mayor la caída, más dulce es la misericordia de Dios, quien nos ha perdonado a todos».
Así que confíen en el Salvador que los amó tanto que murió por ustedes; el mismo que sostiene la mano de cada uno de nosotros (Juan 10:28) y que ahora mismo intercede por nosotros (Romanos 8:34). Y de verdad crean que Dios es suficiente. Jim Dennison
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Los millares de animales en los collados bastarán para saciar nuestra hambre y los graneros del Cielo nos alimentarán sin quedar vacíos. Si Cristo fuera una cisterna, acabaríamos con Su plenitud, pero ¿quién puede vaciar una fuente? Multitud de espíritus han recibido de Él y ninguno ha murmurado por la escasez de Sus recursos. «Es más probable que un pez se beba el océano entero a que lleguemos a extinguir el amor de nuestro Dios en el Cielo. Así que bebe, pececito, ¡porque nunca podrás secar todo el océano!» Charles Spurgeon
«Ya no volverán». Recuerdo cómo me sentí cuando la realidad de la situación por fin caló en mí: sola, temerosa e insegura.
Llevaba años trabajando en una obra de servicio social en un país pobre del Sur de Asia. Participaba muy activamente y aportaba algo a la obra, pero esta no dependía de mí; yo era un simple engranaje de la maquinaria, y eso me venía de perlas. Me sentía segura y me podía beneficiar de los años de experiencia de los demás, eso sin hablar de su respaldo económico. Pocos motivos tenía para preocuparme.
Pero en el transcurso de un verano todo cambió. De golpe los planes de mis compañeros de labor se vieron radicalmente alterados por trastornos de salud y las necesidades de sus hijos en materia de educación. Se fueron, y las obras de beneficencia quedaron en mis manos, eso siempre y cuando fuera capaz de mantenerlas en marcha.
Sabía que tendría que evaluar a fondo la situación y reflexionar sobre el futuro de la obra que habíamos establecido. Los primeros meses gozaría de cierta estabilidad, pues mis compañeros habían dejado recursos para ello. Pero no tenía ni idea de lo que iba a pasar después.
Justo en esa época me enfermé más gravemente que nunca. Durante más de un mes estuve casi todo el tiempo en cama. Apenas podía comer. Por alguna extraña razón, ese estado de completa incapacidad en que me encontré a raíz de mi dolencia me impidió caer en la ansiedad y la desesperación, cosa que habría hecho en circunstancias normales. Simplemente estaba demasiado enferma para alarmarme. Lo único que podía hacer era tratar de llegar hasta el final del día y luego hasta el final de la noche. No me quedaban energías para preocuparme. En ese estado de incapacidad, Dios fue mi permanente compañero y obró en mi favor.
Con el paso del tiempo, no hubo mayores cambios ni intervenciones en la obra, pero nunca faltó nada: donantes para las diversas campañas, un empleo cuando surgió la necesidad. Apenas se cerraba una puerta, se abría otra. Si bien siempre había valorado la estabilidad, en aquel período de cambios y de brusca independencia descubrí otro tipo de estabilidad y felicidad. Finalmente llegué a una firme conclusión: mantendría la obra en funcionamiento mientras pudiera, es decir, mientras Dios me ayudara a hacerlo.
La vida es imprevisible, y no está exenta de contrariedades. Así y todo, estoy más contenta que nunca. Estoy segura de que Dios puede resolver una situación aun cuando nosotros no podamos hacer nada para ayudarlo. ¿Cómo no voy a estar convencida de ello cuando fue precisamente eso lo que hizo por mí? Lily Neve
Dios y solamente Dios es tu suficiencia. En todo. «Poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo necesario […]» (2 Corintios 9:8). Dios no ignorará ni olvidará ningún aspecto de tu vida: ni tu matrimonio, ni tu trabajo, ni tu hogar, ni tu salud. Donde sea que provee, provee a manos llenas, en conformidad a la sabiduría de Su plan. Su gracia cubre hasta la parte más oscura y necesitada de nuestro corazón.
Ninguno de nosotros recoge con abundancia todo el tiempo. No podemos. Ello es conforme al sabio, soberano y amoroso plan de Dios. Todos tenemos que recoger mejor en otros campos. Seguramente tendemos a presumir de la provisión de Dios en áreas en las que somos más fuertes, y a asumir de manera sutil que no proveerá de la misma manera en áreas en las que somos más débiles. Por fe, resolvemos enfrentar ambas situaciones. Le pedimos a Dios que provea en cada aspecto: en los que somos más dotados y en los que somos más débiles, porque Él ha prometido proveer en todas las cosas.
Vivimos, trabajamos, amamos y crecemos bajo la bandera de: «Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a Sus riquezas en gloria en Cristo Jesús» (Filipenses 4:19). […]
«Poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo necesario» (2 Corintios 9:8). Nuestro Dios es un Dios de siempre. Él estará siempre presente para proveer en las montañas del éxito y el progreso, en los valles de la decepción y el fracaso, y en los caminos arduos y a menudo punitivos de nuestro ministerio.
Si somos Suyos, ninguna hora será ignorada. En el curso de cada minuto de cada día, Él nos dice en Cristo: «No temas, porque Yo estoy contigo; no desmayes, porque Yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de Mi justicia» (Isaías 41:10).
En todo momento. Sin interrupciones, omisiones o errores. Sólo amor ferviente, continuo, protector y paternal. No temamos, porque quien rige el universo y escribe los sucesos de la Historia nos fortalece, guía y protege en el sendero de la vida. Si pudiéramos ver y sentir el alcance y la constancia de Sus cuidados, nos reiríamos al pensar en el temor que a veces sentimos. Los nubarrones de incertidumbre que se ciernen sobre nuestro futuro se verían mucho menos como tormentas devastadoras y más como una delicada y necesaria lluvia. Marshall Segal[1]
Precioso Señor Jesús:
Tú eres Immanuel, Dios con nosotros. ¡Tú eres suficiente! Cuando todo en mi vida fluye sin problemas es fácil para mí confiar en Tu suficiencia. Pero cuando enfrento momentos difíciles, uno tras otro, a veces me parece que Tu provisión es insuficiente. En momentos como ese, mi mente tiende a acelerarse y me obsesiono con cómo mejorar las cosas. He llegado a entender que la solución de problemas puede volverse una adicción. Hay ocasiones en que mi mente gira alrededor de tantos planes y posibilidades que me confundo y me agoto.
En vez de concentrarme tanto en los problemas, debo recordar que Tú estás conmigo siempre y me cuidas. Ayúdame a regocijarme en Ti y a proclamar Tu suficiencia aun en los momentos más difíciles. Esa es una reacción sobrenatural y yo debo confiar en que Tu Espíritu me infundirá poder. También debo mantener la disciplina para tomar decisiones inteligentes, día a día y momento a momento. Señor, elijo regocijarme en Ti, mi Salvador, ¡porque Tú en verdad eres suficiente! Sarah Young[2]
Publicado en Áncora en julio de 2023.
[1] https://www.desiringgod.org/articles/all-you-need-for-another-year#in-all-things.
[2] Sarah Young, Jesús escucha (Thomas Nelson, 2021).
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