febrero 14, 2023
[The Low Seat]
Me encanta lo que dice Robert Capon sobre Lucas 14, que contiene las parábolas de Jesús sobre celebrar fiestas. Lucas habla de Jesús en un compromiso para cenar, donde dice a su anfitrión fariseo y sus invitados cuál es el protocolo para una fiesta que refleja cómo es darse un banquete en el reino de Dios.
Como preludio para contar la parábola del gran banquete, Jesús los asesoró sobre cómo asistir y luego cómo hacer una fiesta (Lucas 14:7-14). Cuando te han invitado a un banquete, no luches por encontrar un lugar de gran honor, no sea que el anfitrión te haga pasar vergüenza al decirte que ese asiento está reservado para otra persona que es más digna que tú. Más bien, Jesús recomienda buscar el asiento más humilde, de modo que el anfitrión, al ver tu humildad, te indique que vayas a un lugar más alto en la jerarquía, a un lugar de más honor (Lucas 14:8-11).
Después de ese consejo, Jesús cuenta la parábola de la gran cena y vemos cómo en un banquete en el reino de Dios había una multitud de gente indeseable, con muchos asientos vacíos y sobras. ¡Pero no nos apresuremos tanto! Volvamos a la instrucción de nuestro Señor de tomar el asiento más humilde al asistir a un banquete. ¿Qué deberíamos hacer con ese consejo cuando se trata de imaginar nuestra asistencia al gran banquete en la plenitud del Reino? […]
Si el asiento más humilde tuviera esta etiqueta de identificación: «El más pecador», ¿te sentarías allí? En ese caso, ¿esperarías que el apóstol Pablo quizá discuta contigo sobre quién tiene derecho a ese asiento? (1 Timoteo 1:15). […] Si en ese gran salón hubiera un asiento así para los humildes con la etiqueta de identificación «El más pecador», ¿te imaginas […] una multitud de candidatos al más pecador discutiendo sobre a quién pertenece ese asiento?
Quizá se puede resolver ese enigma si determinamos cuántos asientos hay en el gran salón. Esta es mi opinión: hay solo dos asientos en el gran salón, y los dos están muy desgastados. Está el asiento de la humillación y el asiento de la exaltación, y los dos ya han sido ocupados por nuestro Señor. El apóstol Pablo instruye:
«Haya, pues, en ustedes esta actitud que hubo también en Cristo Jesús, el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a Sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló Él mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo sumo, y le confirió el nombre que es sobre todo nombre» (Filipenses 2:5–9).
En cuanto al Señor, así será con todos los que quieran estar en la fiesta con Él. «Y cualquiera que se engrandece, será humillado, y cualquiera que se humille, será engrandecido» (Mateo 23:12). Dr. Steven Hein[1]
En muchos casos, cuando se trata de la humildad, como en San Lucas 14:7-11, parece como solo un gesto político. Actualmente lo llamaríamos un señalamiento de virtudes.
Jesús asiste a un sabbat. Es la cena del viernes por la noche que marca el comienzo de las prácticas religiosas del sabbat. Hay oración, se bendice el pan y el vino, y se da gracias al Señor, «quien alimenta a todo el mundo por Su bondad, gracia, amabilidad y compasión».
En ese sabbat, los invitados pelean por los asientos de honor. Jesús les cuenta una parábola (por lo menos Lucas dice que es una parábola): No tomen el mejor asiento, tomen el asiento más humilde y esperen que les pidan que se trasladen a un asiento de mayor jerarquía, dice Jesús. Tomen primero un asiento importante y serán humillados cuando el anfitrión les pida que se muevan y den el asiento a otra persona.
Uy. Incómodo, ¿verdad? Este consejo entonces: Evita la vergüenza de que te pidan que te sientes en un asiento más humilde, empieza primero con el asiento más humilde. Al ver tu humilde persona en un lugar muy inferior a tu condición, tal vez tu anfitrión te llame para que ocupes un lugar más alto (y envíe a otra persona a un lugar más humilde, con lo que quedes satisfecho). Y ¡qué inteligente eres!, disfrutarás la estima de tus compañeros de mesa. ¡Viva! […]
Pero si esa es una parábola —un relato con un doble fondo oculto—, entonces necesitamos mirar más allá, profundizar. La clave es pensar en la naturaleza de la cena del sabbat. Después de que Jesús dio la charla proverbial sobre humildad como un gesto político […] explica a Su anfitrión: la próxima vez, en el próximo sabbat, «los pobres, los inválidos, los cojos y los ciegos» deben ser tus invitados de honor.
Esa es una interesante lista de invitados. Son las personas y sus descendientes que en la ley levítica (Levítico 21:17-23) se prohíbe que hagan ofrendas sacerdotales al Señor en el templo. Además, en su pobreza y en el sufrimiento de sus incapacidades físicas, no pueden corresponder a la amabilidad del anfitrión y no tienen esperanza de poder hacerlo. Esa parece ser una razón; en realidad, el objetivo para invitarlos.
La parábola de quién es llamado a un lugar más alto es sin duda muy política, porque Cristo hace trizas las distinciones de clase y crea la economía de salvación y nos pone a todos en nuestro lugar como mendigos delante del Señor.
La invitación a la mesa de Jesús es un llamado a una mayor humildad, pues sabemos que no podemos devolver el gesto a nuestro anfitrión. No tenemos los medios. Cada uno de nosotros nos encontramos entre «los pobres, los inválidos, los cojos y los ciegos», los hambrientos y suplicantes con las manos vacías y extendidas de modo que el Señor las llene.
La debilidad de nuestra fe, ver sin claridad, todos nosotros al ser cojos tropezamos en el camino derecho y estrecho, nos esforzamos para permanecer entre las líneas del camino; no hay razón para que nos llamen para ir a un sitio más alto. Sin embargo, motivado por Su compasión nos llama hacia arriba, al amor de Su Padre. Russell E. Saltzman[2]
En Mateo 11:29 Jesús dijo que si íbamos a aprender de Él, debíamos ser humildes de corazón. Que debíamos aprender de Él, porque Él era manso y humilde de corazón y que entonces hallaríamos paz para nuestra alma.
En la humildad se halla gran descanso y contentamiento. Todo lo que hizo Jesús, Sus Palabras, Su forma de obrar, siempre fue una ilustración de humildad, y cuando escogió a Sus discípulos, escogió a hombres humildes. Hasta Su madre dijo: «Porque [el Señor] ha mirado la bajeza [humildad] de Su sierva» (Lucas 1:48). No fue una posición alta o tener elevados valores morales lo que la calificó para ser la madre del Hijo de Dios, sino su humildad y pureza.
En uno de los evangelios Jesús oró de la siguiente manera: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños» (Mateo 11:25). Aquí Cristo está declarando que únicamente los humildes pueden recibir las verdades más profundas de Dios.
Bunyan dijo una vez: «No es fácil bajar al valle de la humillación, puesto que el descenso es agreste y empinado, sin embargo, cuando uno llega allí, sin duda es un valle fructífero». Pero no olvides que la humildad no consiste en odiarse a uno mismo, sino en pensar en los demás, dejándoles ver la humildad de Jesús manifestada en tu vida. «En cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros, sumisos unos a otros, revestíos de humildad» (Romanos 12:10; 1 Pedro 5:5).
Cuando los discípulos discutieron, en el capítulo nueve de Lucas, acerca de quién sería el mayor en el Reino de Dios, Jesús les respondió: «El que es más pequeño entre todos vosotros, ése es el más grande» (Lucas 9:46–48) Cuando los hijos de Zebedeo pidieron a Jesús que en Su Reino sus dos hijos se sentaran el uno a la derecha y el otro a la izquierda de Él, los lugares más elevados en el Cielo. Jesús les respondió que no era de Él darlo, y añadió: «El que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo, como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, vino para servir» (Mateo 20:27,28).
En Lucas 18:14 hallamos la siguiente declaración: «Cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido». Que Dios nos ayude a recordar que la verdadera prueba en la vida diaria del cristiano es el amor y la humildad.
La humildad hacia los demás es prueba de humildad hacia Dios, puesto que el espíritu de nuestra vida se hace manifiesto al tratar a otros con humildad y amabilidad. La humildad hacia Dios no sirve de nada si no se manifiesta hacia los hombres y, en particular, en nuestra vida personal. «Sed siervos los unos de los otros en amor», y «que andéis… con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor» (Gálatas 5:13; Efesios 4:2).
La humildad es una de las lecciones más difíciles de aprender y se debe aprender fraternizando con el Señor Jesús, humillándose delante de Su presencia, como dice el versículo, siendo manso y humilde de corazón y aprendiendo de Él. «Llevad Mi yugo sobre vosotros y aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón» (Mateo 11:29).
Cuando escuchen de toda la confusión, dudas y temores que habitan en el corazón de los hombres hoy en día, recuerden que Él les ha prometido descanso para su alma, si llevan Su yugo y aprenden de Él. Virginia Brandt Berg
Publicado en Áncora en febrero de 2023.
[1] https://www.1517.org/articles/taking-the-lowest-seat.
[2] https://aleteia.org/2019/09/29/was-jesus-being-a-little-sarcastic-with-the-lowly-seats-parable-whats-the-deeper-message.
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