enero 24, 2023
Tal vez el relato del Nuevo Testamento que con mayor frecuencia se malinterpreta sea el de María y Marta, en Lucas, capítulo 10.
Mientras se encontraban en Betania, Jesús y los discípulos visitaron a esas dos hermanas. Marta, que su nombre se puede traducir como «dama», recibe a sus invitados con gran cariño.
Como anfitriona capaz, se mueve por la casa, muy activa. […] En las visitas anteriores a una de sus familias favoritas, [Jesús] probablemente alabó embelesado las comidas de ella, y expresó gratitud por su arduo trabajo.
Mientras Marta corta en rodajas y dados los distintos manjares, María se sienta embelesada a los pies de Jesús. […]
Como anfitriona afable, Marta se distrae o se ocupa demasiado en sus tareas. Lo más probable es que esté enojada, calcula la mejor manera de dirigirse al rabí. […]
Le dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude». (Lucas 10:40.) […]
«El Señor le respondió: “Marta, Marta, tú estás preocupada y molesta por tantas cosas; pero una sola cosa es necesaria, y María ha escogido la parte buena, la cual no le será quitada». (Lucas 10:41-42.)
El deseo de Marta de sobresalir condujo a una lista grande de tareas pendientes. En vez de responder a las muchas preocupaciones de Marta, Jesús susurra su nombre dos veces con dulzura y amor. Conoce mejor a Marta de lo que ella se conoce a sí misma; ama a Marta mucho más de lo que ella se ama a sí misma.
Siempre con mucho cariño, Jesús identifica la cuestión fundamental detrás de la frustración de Marta. […] [Ella] está muy nerviosa. […]
Aunque algunas traducciones sugieren que María prefirió la «mejor» parte, la palabra griega original significa «bueno». Jesús no enfrentó a Marta con María ni comparó a las dos hermanas. […]
Siempre leí las palabras de Jesús a Marta como una reprimenda por estar distraída y no prestar atención, pero ahora las veo como una amorosa invitación.
En las palabras de Jesús se esconde un llamado a simplificar y tomarse las cosas con más calma: «Solo algunas cosas son necesarias. En realidad, solo una».
Siempre pensé que en ese pasaje Jesús compara a María con Marta. Con mucha frecuencia tratamos de comportarnos como una y no la otra. En cambio, Jesús no avergüenza a ninguna de las dos hermanas, aunque nosotros podemos ser tentados a hacerlo, sino que invita a permanecer en Él. […]
Jesús nunca nos evalúa según cómo nos comparamos, sino según la gracia.
Cuando permanezco completamente en Cristo, entonces no trato de ser como María o Marta. Naturalmente, me parezco al Mesías.
Cuando esa es mi meta, tengo poder para dejar totalmente la comparación con otros, y echo raíces en una verdad liberadora: Lo que importa no es lo que yo hago, sino lo que Cristo hace para mí y a través de mí. Margaret Feinberg[1]
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En un mundo donde el amor y la aprobación con mucha frecuencia son privilegios basados en el desempeño, parece que el amor se debe ganar… y que una vez ganado se debe mantener. El amor del mundo llega basándose en la posición social o lo que se ofrece. Y si no tienes nada, no recibes nada.
Debido a las condiciones que el mundo impone a su versión del amor, puede ser fácil evaluar nuestra relación con Dios basándonos en lo bien que nos desempeñamos. Si podemos decir que básicamente las cosas están bajo control, nos sentimos bien con nosotros mismos. Decidimos que hemos hecho lo suficiente para presentarnos ante el trono de Dios y pedirle cosas o disfrutar de Su presencia.
Sin embargo, cuando vemos a nuestro alrededor, el caos y un lío tras otro, decidimos que debemos estar haciendo algo mal. Decidimos que Dios no está disponible para nosotros; o espera a que tengamos todo calculado antes de que podamos acercarnos a Él.
El amor de Dios es muy diferente al amor humano. Dios no espera que nosotros lo hagamos bien para que nos acerquemos a Él. Al igual que Dios invitó a un grupo de pastores que se encontraban en una ladera al milagroso nacimiento de Su único hijo, Jesús, hoy Él te da Su regalo.
Los ángeles anunciaron. Los pastores respondieron. Y cuando fueron, vieron al Salvador, Cristo el Señor.
Dejemos de esforzarnos tanto por impresionar a Dios, y simplemente estemos impresionados por Él.
Es posible que antes hayas escuchado esta historia muchas veces, pero ¿has respondido? Hoy cambiemos nuestros esfuerzos para ganar el amor de Dios por la invitación para encontrarnos con Él justo donde estamos.
Jesús: Reconozco que con las prisas de la temporada, puedo perderme Tu entrada milagrosa a la Tierra. Perdóname, Señor. Hoy hago una pausa en todos mis esfuerzos y acepto la invitación a Tu presencia. Renuévame con Tu Palabra y renueva mi sed de Ti. En el nombre de Jesús, amén. Katy McCown[2]
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Te amo sin importar cuál sea tu desempeño. Cada vez que sientas ansiedad por dicho desempeño, tráeme a Mí esos sentimientos. […] Tu mente ya ha desenmascarado muchas veces a ese ladrón que roba la paz, pero el sinvergüenza continúa apretando tu corazón cuando bajas la guardia. […]
Cuando los sentimientos de fracaso te abrumen, pon los ojos en Mí. Deja que la luz de Mi amor resplandezca sobre ti para disipar toda oscuridad y elevarte cada vez más cerca de Mí. Cuanto más cerca de Mí estés, tanto mejor podrás ver Mi sonrisa de aprobación. Cuando te deleitas en este amor incondicional, obtienes fuerzas para liberarte de la ansiedad por tu desempeño. Aunque recaigas en los viejos hábitos nuevamente, puedes volver a Mí en cualquier momento. Mi amor infalible siempre estará disponible para restaurarte, pues eres eternamente Mío.
Mi muerte en la cruz por tus pecados bastó para abrir Mi puerta a ti permanentemente. Desde que confiaste en Mí como tu Salvador, tu posición conmigo ha sido eternamente asegurada. Así pues, no debes temer que algún día, cuando tu desempeño no esté a la altura deseada, Yo pueda cerrarte la puerta en la cara. Con mi ayuda, puedes salir de ese estrecho recinto de ansiedad por el desempeño. Te diseñé para prosperar en los espacios amplios y abiertos de Mi gracia y gloria, donde puedes festejar Mi presencia eufóricamente. Mantente erguido, dirígeme alabanzas en voz alta. Recuerda que eres miembro de la familia real en Mi reino de vida eterna.
Quiero que te des cuenta de que estás completamente a salvo, en Mi amor perfecto, persistente. Entiendes que la fuerza de tu amor es insuficiente para mantenerte unido a Mí. Sabes que no puedes apoyarte en tu propia fidelidad. Por esa razón debes depender de Mi provisión inagotable. El amor y la fidelidad se reúnen en Mí; además, por medio del sacrificio de Mi sangre, la rectitud y la paz se besan. Jesús[3]
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Cuando todo es acerca de tu desempeño y procurar ser lo bastante bueno, eso puede dar lugar a presiones enormes, envidias e introspección. Esas cosas no solo constituyen una enorme pérdida de tiempo y un desgaste emocional, sino que también pueden minar tu fe y resultar en tristeza, una impotencia espiritual, pues no comprendes bien que es Mi bondad la que importa, no la tuya. No permitas que tu relación conmigo se convierta en parte de un culto a las obras que aspiras a realizar. Date cuenta de que nunca alcanzarás la perfección. Haz lo mejor que puedas, condúcete con humildad y acepta que te quedarás corto y que no pasa nada.
Date cuenta de que Yo no comparo tus faltas con una vara de medir. Te amo, y cada experiencia que tienes en esta vida tiene por objeto acercarte más a Mí. Si pones tu confianza en Mí como el autor y consumador de tu fe, empezarás a ver todas las formas en las que obro en tu vida, independientemente de tu desempeño.
Tu bondad y valía no son lo que amerita el regalo de Mi amor incondicional. Así que deja de tratar de merecerlo. Lo mereces porque he hecho méritos para ti. Te entregué todo Mi merecimiento al morir por ti. El trato está firmado. La parte que te corresponde es que creas y fortalezcas tu fe y relación conmigo. Hay tanto que te espera. Hay obstáculos en el horizonte, pero no merecen ser comparados con Mi gloria que será manifestada en ti (Romanos 8:18). Jesús
Publicado en Áncora en enero de 2023.
[1] Margaret Feinberg, Flourish (Worthy, 2016).
[2] https://proverbs31.org/read/devotions/full-post/2017/12/13/when-you-dont-feel-good-enough.
[3] Sarah Young, Jesus Lives (Thomas Nelson, 2009).
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