enero 17, 2023
En los estatutos de un cristiano, el texto para el tema de escuchar sería Santiago 1:19: «Todos ustedes deben ser rápidos para escuchar, lentos para hablar y lentos para enojarse». En principio, es bastante sencillo, y casi imposible de vivir. Con demasiada frecuencia somos lentos para oír, rápidos para hablar y rápidos para enojarnos. […]
Saber escuchar requiere concentración; significa que estamos atentos y que escuchamos a la otra persona hasta que termine de hablar. Casi nunca el que habla empieza diciendo lo más importante y lo más profundo. Debemos escuchar toda la serie de pensamientos, de principio a fin.
Saber escuchar es poner en silencio el teléfono celular y no detener la historia, sino estar atento y ser paciente. Externamente relajado y por el interior, activo. Hace falta energía para apartar de la mente las distracciones que siguen bombardeándonos, y las cosas secundarias que siguen llegando a nuestra conciencia, y las muchas buenas posibilidades de alargar el encuentro por interrumpir. Cuando [somos] personas rápidas para hablar, hace falta la paciencia que da el Espíritu Santo no solo para ser rápidas para escuchar, sino para seguir escuchando. […]
No saber escuchar, rechaza; saber escuchar, acoge. No saber escuchar, menoscaba a la otra persona, mientras que saber escuchar la invita a existir, y a importar. Bonhoeffer escribe: «Al igual que el amor a Dios empieza con escuchar Su Palabra, así el principio del amor a los hermanos es aprender a escucharlos».
Saber escuchar va de la mano con la mentalidad de Cristo (Filipenses 2:5). Brota de un corazón humilde que considera a los demás como superiores a nosotros mismos (Filipenses 2:3). No busca sus propios intereses, sino también los intereses de los demás (Filipenses 2:4). Es paciente y bondadoso (1 Corintios 13:4). […]
A veces, saber escuchar es solamente escuchar; y apacienta mejor al guardar silencio. Sin embargo, por lo general, saber escuchar nos prepara para dar las palabras de gracia precisamente en el lugar donde el otro las necesita. Bonhoeffer escribe: «Deberíamos escuchar con los oídos de Dios para que podamos expresar la Palabra de Dios». David Mathis[1]
Una cosa es oír y otra es escuchar. Por lo general, la idea de oírse asocia a estar callado, pero cuando escuchas a alguien o algo, hay que hacer algo más que estar callado. Debes prestar atención. Estar presente. Concentrarteen lo que escuchas.
Sé generoso cuando escuchas. Si eres un oyente generoso, estarás presente, de cuerpo y alma. Escuchar con generosidad es escuchar en profundidad. Por ejemplo, cuando hablas de algo importante con un amigo, le demuestras cariño y respeto cuando le dejas hablar sin interrumpirle. No te pones nervioso, esperando ansioso poder dar tu opinión.
Decide que serás un oyente generoso. Escucha más y habla menos. Concéntrate, presta atención. La Biblia dice: «El SEÑOR vino y llamó igual que antes: “¡Samuel! ¡Samuel!” Y Samuel respondió: “Habla, que Tu siervo escucha”» (1 Samuel 3:10).
«Todos ustedes deben ser rápidos para escuchar, lentos para hablar y lentos para enojarse» (Santiago 1:19). Caithleen
Cuando pensamos en la evangelización, por lo general pensamos en hablar. Al fin y al cabo, la palabra evangelizar significa «predicar la fe de Jesucristo o las virtudes cristianas». Así pues, naturalmente, concentramos nuestra formación en proclamar, comunicar, defender o llevar el mensaje de las buenas noticias… como deberíamos hacerlo.
Sin embargo, en muchos casos, en la evangelización, escuchar es un arte que no se ha reconocido como merece. Recuerdo que el docente que preparaba para predicar el evangelio decía: «Dios nos dio dos oídos y una boca, ¡y deberíamos captar el mensaje y darnos por aludidos!» Si escuchamos el doble de lo que hablamos, tal vez nuestras palabras estén más profundamente unidas con el alma de la gente.
La evangelización eficaz empieza con escuchar. […] ¡Uno de los mejores regalos que podemos dar a alguien es estar plenamente presente en el momento! Dar a alguien toda nuestra atención —sin distracciones— comunica genuino amor, respeto, dignidad y valor. El mismo Jesús sabía escuchar. En Juan 4, en su conversación con la samaritana, ¡ella habló cuatro veces más que Jesús! […]
Para nosotros, es fácil oír a alguien sin escucharlo. Es posible que oigamos los hechos, pero nos perdemos los sentimientos subyacentes. Por consiguiente, caemos en trampas pues pensamos o hablamos para tratar de arreglar sus problemas, centrándonos en nosotros mismos y en nuestras experiencias, actuando con superioridad, o dando respuestas simplistas. Sin embargo, en muchos casos, las personas primero quieren simplemente que establezcamos lazos de empatía con ellas. […]
¡Empleemos los dos oídos y la boca al comunicar las buenas nuevas que se encuentran en Jesucristo! Mark Slaughter
Escuchar de verdad a alguien es una oportunidad de causar un impacto en una persona que Jesús ama. Es una oportunidad de ser un ejemplo vivo de la preocupación y amor de Aquel que no solo está dispuesto a escuchar, sino que también tiene el Espíritu del Señor y la sabiduría para guiar a esa persona en todo desafío que enfrente. Nuestro Creador hace que deseemos ser comprendidos y comprender a otros. No podemos entender a otra persona sin escucharla. Si manifiestas interés en una persona, eso contribuye a que le parezca que alguien se interesa, a hacerle sentir que tiene algo valioso que ofrecer, y que podrá hallar las soluciones a lo que la oprime.
Al escuchar a alguien sin juzgarlo, con sinceridad, pueden cambiar la perspectiva que tenga esa persona de sí misma, de su situación y de su futuro. Expresar preocupación por medio de escuchar puede crear lazos de confianza entre la persona que escucha y la persona que es escuchada. Puede aliviar la depresión, el temor o la ira.
Saca a alguien de su retraimiento; y al hablar, esa persona verá cómo puede avanzar o hacer un cambio en su vida. ¿Te ha pasado a veces que has tenido la necesidad de hablar con alguien de tus desafíos y problemas, y casi sin que esa persona dijera nada, la situación te pareció más clara y se te abrió un camino para ver algunas soluciones?
Los resultados de escuchar —la esperanza renovada, la curación emocional, la motivación para levantarse y volverlo a intentar y que el que es escuchado se da cuenta de que es importante para ti y para Dios— son beneficios enormes.
¿Puedes ayudar a que cambie la vida de alguien al manifestar un deseo de escuchar lo que dice su corazón? Todo lo que necesitas es un corazón colmado de interés y el amor del Señor. Tu centro de operaciones se encuentra donde sea que estés. Tu cliente es la persona que esté cerca de ti. Las herramientas de tu oficio son: tu corazón, tus ojos y tus oídos: tu corazón para sentir; tus ojos que notan los hombros caídos de esa persona, la expresión abatida o de preocupación; y tus oídos que escuchan.
Puedes demostrar interés al dedicar tiempo a escuchar, a entender su corazón y luego, cuando esa persona esté lista, decirle cómo acercarse más a Jesús, quien puede ayudarla a salir de todos los problemas, de todas las dificultades, y que puede proveer para todas sus necesidades. Invertir tiempo en otra persona puede hacer que haya cambios en su corazón y espíritu, y que esos cambios duren para siempre. Todo comienza con la sencilla tarea de escuchar. María Fontaine
Vivimos en una era tecnológica en la que pocas veces la gente hace solo una cosa al mismo tiempo. Por ejemplo, hace poco descubrí que es posible que una persona esté hablando contigo en el teléfono mientras envía mensajes de texto a otra persona. Con razón a veces tengo que repetir las cosas en las conversaciones por teléfono. Nuestro mundo se mueve rápido, y tenemos la tentación de aguantar mientras vamos a una velocidad vertiginosa, pero ¿a qué precio? […]
¿Has notado que cuando llegas a la caja registradora para pagar, a veces el cajero o cajera ni siquiera hace contacto visual? Al encontrarte en las tiendas, pregunta a los cajeros cómo ha sido su día, mirándolos a los ojos. Es posible establecer comunicación con alguien en solo unos momentos. Esa breve conversación ayudará a las personas a sentir que son importantes. A veces todo lo que hace falta es hacer una pregunta sencilla: «¿Hoy ha sido un día con mucho trabajo?» La gente se muere por hablar. El problema es que en realidad nadie escucha.
A veces resulta fácil pasar los días pensando que son insignificantes, que cada encuentro con alguien es por casualidad. Sin embargo, el Salmo 139:2-3 dice: «Sabes cuándo me siento y cuándo me levanto; aun a la distancia me lees el pensamiento. Mis trajines y descansos los conoces; todos mis caminos te son familiares». El Dios del universo es consciente de lo que haces en tu vida cotidiana. Preparas tus planes, pero Dios conoce cuál será el resultado de todo. A veces olvidamos eso al elaborar nuestros planes. Tenemos la falsa sensación de que llevamos la batuta, y luego tratamos de conservar ese control cuando en realidad, Dios es el que tiene el mando de la situación.
Debemos tener eso presente en nuestros encuentros con la gente durante el día. Dios pone oportunidades de comunicarnos con los demás, y debemos aprender a reconocer esas oportunidades. Escuchar es importante porque la persona que tenemos delante es alguien a quien Dios ama, alguien que Dios aprecia. Y podemos pedir a Dios que nos dé Sus ojos para ver a las personas como Él las ve. Anne Peterson[2]
Publicado en Áncora en enero de 2023.
[1] https://www.desiringgod.org/articles/six-lessons-in-good-listening.
[2] https://www.christianitytoday.com/biblestudies/articles/spiritualformation/learn-to-listen.html.
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