diciembre 13, 2022
Reconozco que la temporada navideña no es particularmente feliz para muchas personas. Cuando llega diciembre, no piensan en villancicos navideños, reuniones decembrinas ni oficios religiosos en Nochebuena. En cambio, piensan en los integrantes de su familia que ya no están y en decepciones en esa temporada.
Desconozco la fuente de tu dolor en las fiestas; pero sé que es real y que duele.
También sé que Dios puede hacer que tu dolor en esta temporada navideña se convierta en beneficios. Vuelve a leer esa última frase. Tu dolor se siente con intensidad, pero no tiene que tener la última palabra.
En 2 Corintios 1:3-11, Pablo escribe de los beneficios de nuestras dificultades. No, él no enfrentaba una difícil temporada navideña. Pablo enfrentaba persecución por su compromiso de predicar las buenas nuevas sobre Jesús, independientemente de las consecuencias. Estos son tres beneficios de nuestras dificultades, según lo que dice Pablo en ese pasaje.
Dios se valdrá de tu dolor para enseñarte a confiar en Él. Nunca sabrás que Dios es todo lo que necesitas hasta que Él sea todo lo que tengas. Tal vez la temporada navideña sea dolorosa para ti. Es posible que hayas perdido un empleo, una relación, un ser querido, tu salud, o incluso tu esperanza y alegría. Ahora solo tienes a Dios.
Quiero que sepas —y sobre todo, Dios quiere que lo sepas— que Él es suficiente para ti. Dios es todo lo que necesitas. Pablo lo descubrió por experiencia propia. Escribió sobre eso en 2 Corintios 1:9: «De hecho, esperábamos morir; pero, como resultado, dejamos de confiar en nosotros mismos y aprendimos a confiar solo en Dios, quien resucita a los muertos».
Dios se valdrá de tu dolor para darte un ministerio para servir a los demás. En muchos casos, tu dolor revela el propósito de Dios en tu vida. Dios nunca desperdicia una pena. No quiere que te aferres al dolor que sientes en esta Navidad; quiere que te valgas de ello para ayudar a otros. ¿Cómo es eso? No lo sé. Tal vez significa que apacientes a personas que pasan dificultades en esta temporada, que tengas un ministerio que quizá ayude a que el dolor no se repita en la vida de otros.
Pablo nos recuerda la promesa de Dios: «Él nos consuela en todas nuestras dificultades para que nosotros podamos consolar a otros» (2 Corintios 1:4). Pablo dice que como Dios lo consoló, él podría consolar a otros.
Podemos hacer lo mismo. Echa un vistazo a lo que te causa dolor en esta Navidad. Pregúntate cómo Dios puede valerse de ese dolor para consolar a otros. Si te cuesta sobrellevar ese dolor, te garantizo que otras personas pasan por lo mismo. […] Ese principio […] es cierto para cualquier dificultad que enfrentes en esta Navidad. Permite que Dios te sane, para que Él pueda valerse de ti para sanar a otros. […]
Dios se valdrá de tu dolor para acercarte más a otros creyentes. Dios hizo a los humanos para una comunidad. El propósito no era que pasaras en soledad una dolorosa temporada navideña. […] De hecho, una de las razones por las que tenemos tendencia a pasar por temporadas festivas particularmente difíciles es porque estamos tan ocupados que descuidamos nuestras relaciones. […]
El dolor revela lo mucho que nos necesitamos unos a otros. […] Desconozco por lo que pasas en esta temporada navideña, pero sí sé que Dios quiere valerse de tu dolor para enseñarte a confiar en Él, para hacerte ver cómo ayudar a otros, y para acercarte más a otros creyentes.
Oro que esta Navidad —mientras enfrentas el dolor que tienes en tu camino—, sea la mejor Navidad de tu vida y que aprendas a adorar al Dios que vino a la Tierra para abrirte camino a fin de que estuvieras bien con Él. Rick Warren[1]
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La situación actual del mundo puede dar lugar a que esta Navidad sea diferente para muchos, aunque eso no quiere decir que no pueda ser buena. La adversidad tiene su forma de sacar a relucir lo mejor de la gente, igual que la Navidad. Combinando ambas cosas, se nos presenta una excelente oportunidad.
Es una oportunidad para ordenar un poco las cosas, separar lo que de verdad importa de las cuestiones menores que toman su lugar con el trajín de todos los días, sobre todo en temporadas como la navideña. Es la ocasión ideal de poner el foco en el verdadero motivo de la celebración, lejos del comercialismo que se ha apoderado de la Navidad. Es una oportunidad de expresar de distintos modos el amor que abrigamos por nuestros seres queridos y demostrar compasión para con otros menos afortunados que nosotros, de los cuales siempre hay muchos. Aunque materialmente tal vez no podamos dar en la misma medida que otros años, algo es casi seguro: cualquier cosa que ofrezcamos será apreciada como nunca. Keith Phillips
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Era Nochebuena. Me senté en el sofá, trataba de no llorar. Mis tres hijos estaban de pie frente a mí. Tenían regalos en los brazos, y en su rostro se reflejaba la preocupación.
Se dirigían a la casa de su abuela paterna para la cena navideña, como lo habíamos hecho durante los últimos 25 años. Sin embargo, este año sería diferente. Mi esposo y yo nos habíamos separado unos meses antes. Así que por primera vez en su vida, irían sin mí a la reunión familiar en Navidad.
Sabía que también era difícil para ellos, así que fingí una sonrisa. Les aseguré que yo estaría bien y los animé diciéndoles que esperaba que fuera una visita agradable. Sin embargo, en mi interior tenía mucho pesar. No solo me parecía que mi familia y la Navidad estaban quebrantadas, yo también me sentía quebrantada.
Se fueron y me quedé con una profunda sensación de soledad en el ambiente, lo que eliminaba el aroma a pino fresco del árbol de Navidad. Miraba las luces parpadeantes, y las lágrimas que había contenido empezaron a correr por mis mejillas.
Al final, respiré hondo, solté un profundo suspiro, me sequé las lágrimas y me senté con la espalda recta. Mi único consuelo fue recordarme a mí misma las promesas de Dios en las Escrituras de que Él estaría siempre conmigo. Mi esposo se había ido, pero mi Padre celestial nunca lo haría. Sabía que debía que volver a concentrarme en el hecho de que, aunque mi vida había cambiado, Dios seguía siendo el mismo Dios soberano. Podía tener la confianza de que algún día todo estaría bien; y yo también.
En el Salmo 16 leemos sobre una época en la que David también se sintió muy abandonado, olvidado y con miedo. Cuando escribió ese salmo, no solo había cambiado su vida, sino que también podía estar enfrentando un gran peligro en el desierto. Sin embargo, en vez de dejarse sacudir por las emociones, David tuvo otra actitud. Decidió plasmar sus pensamientos en la presencia de Dios y volver a concentrarse en ello. Exactamente eso tuve que hacer aquella Navidad difícil.
En el Salmo 16:8 vemos pruebas de ello cuando David dice: «Sé que el SEÑOR siempre está conmigo. No seré sacudido, porque Él está aquí a mi lado».
Cuando pasemos por momentos difíciles, podemos tomar la misma decisión que David. Hay innumerables situaciones que todas experimentamos en las que podemos sentirnos solas y abandonadas. Tal vez ahora mismo pases por una de ellas. Tu esposo dice que se va. Tu jefe dice que ya no te necesitan. Un integrante de tu familia se va muy pronto de este mundo. Una amiga te traiciona. Las circunstancias trastornan todo tu mundo, mientras recoges los pedazos de tu corazón quebrantado y piensas si alguna vez volverás a sentirte completa.
Aunque la temporada navideña debería ser ocasión para la alegría y la celebración, también pueden sacudirnos nuestras emociones. Y como le pasó a David, quizá las emociones pueden incluso debilitar nuestra fe, en particular si la vida ha cambiado y los días festivos no nos parecen como antes. Sin embargo, al recordarnos a nosotras mismas que Dios nunca nos dejará ni nos abandonará, y al centrarnos en Su presencia, nuestro corazón estará mejor preparado para enfrentar lo que tengamos delante, tanto en las fiestas como en el resto del año.
Esta temporada es difícil, Señor. Anhelo sentir Tu presencia a mi lado y ver que obras en mi vida. Ayúdame a tener la confianza de que Tú siempre estás conmigo. Infúndeme la esperanza, la paz y la alegría que no puedo encontrar sin ayuda. En el nombre de Jesús, amén. Tracie Miles[2]
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Rey Jesús:
Eres el Rey de reyes y Señor de señores; ¡habitas en Luz inalcanzable! Doy gracias porque también eres mi Pastor, Compañero y Amigo, el que nunca soltará mi mano. Te adoro en Tu santa majestad. Y me acerco a ti para descansar en Tu amorosa presencia. Te necesito como Dios y hombre. Solo Tu nacimiento en esa primera Navidad, hace tanto tiempo, podría satisfacer todas mis necesidades.
En vez de tratar de comprender intelectualmente Tu encarnación, quiero aprender del ejemplo que dieron los reyes magos. Ellos siguieron a una estrella espectacular, luego se arrodillaron humildemente para adorar en Tu presencia. Inspirada por los reyes magos, anhelo responder con ferviente adoración a la maravilla de Tu nacimiento santo.
Te ruego que aumentes mi capacidad para adorarte como mi Salvador, Señor y Rey. No retuviste nada al entregarme Tu asombrosa provisión. Me regocijo en todo lo que eres, ¡y en todo lo que has hecho!
Eres la luz de lo alto que desciende para dirigirnos hacia el camino de la paz.
En Tu nombre majestuoso, amén. Sarah Young[3]
Publicado en Áncora en diciembre de 2022. Leído por Gabriel García Valdivieso.
[1] https://pastors.com/3-lessons-we-can-learn-from-a-difficult-holiday-season/.
[2] https://proverbs31.org/read/devotions/full-post/2021/12/21/when-christmas-feels-broken.
[3] Sarah Young, Jesus Listens (Thomas Nelson, 2021).
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