noviembre 24, 2022
«Bendice, oh alma mía, al Señor. Bendiga todo mi ser Su santo nombre. Bendice, oh alma mía, al Señor y no olvides ninguno de Sus beneficios. Él es quien perdona todas
tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias, el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y de misericordia.» Salmo 103:1-4[1]
Si bien es cierto que Dios nunca nos abandonará ni nos desamparará, a veces sí nos sentimos abandonados. No es que Dios esté distanciado de nosotros, sino que a veces nos da esa impresión. No es que Dios esté atareado, sino que nuestras bregas y luchas nos dan la impresión de que enfrentamos el mundo a solas. Lo sorprendente es que se nos concede plena autorización para expresar eso con franqueza.
«¿Hasta cuándo, oh Señor? ¿Me olvidarás para siempre?» —se lamentaba David—. «¿Hasta cuándo tendré conflicto en mi alma y todo el día angustia en mi corazón? ¿Hasta cuándo será enaltecido mi enemigo sobre mí?»[2]
Se nos permite y se nos invita a expresarle nuestros sentimientos a Dios. He aquí la belleza del lamento, del habla sin tapujos, sin revisar, sin filtrar, que permite a Dios avenirse con nosotros en la situación en que estamos. Cuando nos parece que nos han olvidado o dejado atrás, lo podemos expresar abiertamente. Podemos entonces recordarle a Dios las promesas que nos ha hecho, repetirle directamente las cosas que nos ha dicho.
La idea de recordarle algo a Dios puede parecer rara: Al fin y al cabo, ¡Él es Dios y no se olvida de las cosas que nos ha dicho! No obstante, ponerle presente a Dios las promesas que ha pronunciado hace que las recordemos nosotros y nos inspira confianza en que Él las cumplirá. […]
Moisés les recordó a los israelitas la providencia divina de la que gozaron en sus cuarenta años de andanzas por el desierto. Lo hizo para que tuvieran esperanza en el presente[3]. Jesús instó a Sus discípulos durante la última cena, en la víspera de Su crucifixión, a ejercitar la memoria: «Y habiendo dado gracias, lo partió [el pan], y dijo: “Tomad, comed; esto es Mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de Mí”»[4].
La evocación es un instrumento dinámico para reavivar nuestra fe. A medida que esperamos en Él, renueva dinámicamente las fuerzas que necesitamos para perseverar[5]. Es más, el hacer memoria mueve nuestro corazón a dar gracias por el pasado y a abrigar esperanzas para el futuro. […]
Esta clase de reminiscencia no es para el bien de Dios, sino para nuestro propio bien. Nos ayuda a no olvidar que nuestro Dios cumple Sus pactos. Es muy característico de Dios invitarnos a que le recordemos Sus promesas cuando sabe que, al fin y al cabo, somos nosotros los que nos beneficiamos de ese ejercicio. Cuando se las recordamos, tenemos presente quién es Él en realidad. […]
Las promesas de Dios son energizantes; nos infunden valor, y el valor nos impulsa a actuar para cumplir con lo que hay que hacer. […] ¡Ánimo: refréscale la memoria a Dios! Y ojalá que con ello se refresque también tu memoria, te acuerdes de Su amor y te renueves completamente. Incluso mientras esperas, Él será tu fortaleza. Esther Fleece Allen[6]
Uno de los rasgos favoritos de los Salmos para mucha gente es su cruda transparencia. En ellos descubrimos las alturas y las honduras de las emociones humanas que calzan con cualquier sentimiento que alberguemos. Lo que me encanta de esos escritos es la actitud del salmista que permite que sus sentimientos lo acerquen a Dios y nunca que lo alejen.
Fue leyendo el Salmo 13 cuando esto salió por primera vez a relucir para mí. Al leer los primeros cuatro versos vemos que David lamenta su situación. «¿Hasta cuándo, oh Señor? ¿Hasta cuándo esconderás Tu rostro de mí? ¿Hasta cuándo será enaltecido mi enemigo sobre mí?» Rápidamente se da uno cuenta de la franqueza con que David se aproxima a Dios. No tenía inconveniente en conectar con sus sentimientos.
Luego, en mi Biblia, tengo que pasar la página para llegar a los dos siguientes versículos. «Pero yo confío en Tu misericordia; mi corazón se alegra en Tu salvación. Cantaré al Señor porque me ha colmado de bien.»
La primera vez que leí eso tuve que revisar para asegurarme de que no me había saltado una página. ¿Qué pasó? ¿De dónde vino ese giro repentino? ¿Había respondido Dios? ¿Había mejorado todo? Por lo visto nada cambió, salvo que David optó por confiar en Dios en lugar de fiarse de su situación. Claro que me siento pésimo, pero sé que Dios es bueno.
Muchas, muchísimas veces, eso es lo que necesitamos: Optar por creer que Dios es mejor que todas nuestras circunstancias, de manera que podamos regocijarnos aun cuando las cosas pintan mal. Hay un verso de la canción Love Comes Down de Brian Johnson, que dice: «Canto fuerte para recordarle a mi alma. Soy Tuyo.» […]
Tenemos que refrescar la memoria y acordarnos de que Dios es digno de confianza, que es bueno, que es exactamente lo que necesitamos. Repasa la bondad de Dios en tu vida. No te olvides. Dios es bueno. Kevin Shorter[7]
El Día de Acción de Gracias es una festividad tradicional de Norteamérica. En EE.UU. se celebra en noviembre; en Canadá, en octubre. Pero sería magnífico que el mundo entero fijara una fecha para reflexionar sobre la bondad de Dios y agradecerle Sus favores. ¡Es tanto lo que Dios ha obsequiado a la humanidad! Nos entregó el don de la vida y un mundo de maravillas en el que gozar de hermosas experiencias, un mundo colmado de una infinita variedad de cosas bellas. Reza la Biblia que Dios lo hizo todo hermoso en su tiempo, y que cada cosa tiene su propósito[8].
Nos ha regalado el amor de nuestra familia y amigos y todas las dichas que experimentamos. Además de dispensarnos el don de la vida tal como la conocemos, ha prometido que nuestra alma sobrevivirá a esta existencia terrenal. Nos ofrece un futuro eterno por medio de Su Hijo, Jesucristo.
La Biblia dice: «Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios». Y se nos invita a entrar a Su presencia con alabanza y acción de gracias[9]. Cuando te detienes a pensar en todo lo que Dios te ha otorgado, ¿no te dan ganas de expresarle tu gratitud?
En todo caso, tal vez no sabes de qué modo debes agradecerle. A lo mejor no se te ocurre cómo verbalizar tu sentimiento de gratitud o consideras poco elocuentes tus palabras. Ánimo. Dios no espera que nuestras expresiones de gratitud sean de bellísima factura ni que nos salgan perfectas. Él goza oyendo palabras de agradecimiento que brotan del corazón, sean muchas o pocas, elevadas o llanas, fluidas o entrecortadas. Él percibe las alabanzas que hay en nuestro corazón y las traduce en poemas con exquisitas melodías. María Fontaine
«Me acordaré de las obras de Jah; sí, haré yo memoria de Tus maravillas antiguas.» Salmo 77:11
A menudo caigo en cuenta de que soy una de esas personas que comienza a orar con los quejidos del corazón en vez de hacerlo con alabanza. Últimamente eso me ha desconcertado. Vemos en Mateo 15 y en Mateo 12:34 que «la boca habla de lo que rebosa el corazón». Esto me ha punzado la conciencia, pues las palabras que con más frecuencia brotan de mis labios al empezar y acabar el día no son de alabanza. Mi corazón no rebosa gratitud; abunda más bien en peticiones.
Siempre me ha encantado el Salmo 9. Es un bellísimo pasaje de la Escritura, uno que lleva a mi corazón a adoptar la postura que debe tener. Parte recordándonos enseguida que debemos dar gracias y hacer recuento de todas las portentosas obras de Dios. […]
Eso es algo sumamente vital para nuestra relación con el Señor. ¡Debiéramos arder en deseos de alabar a nuestro poderoso Dios! El que es omnisciente, todopoderoso y eterno. El que ha movido montañas, ha abierto caminos y nos ha acompañado en los valles más sombríos de nuestros días. El que ha llevado a cada generación de creyentes a cobrar afecto por Él.
Me he hecho cuestión de principio agradecer a Dios por Su esencia, por lo que representa y por lo que ya ha hecho, antes de pedirle que haga más por mí. Quiero alabarlo por todos los hechos maravillosos que ha desplegado en mi vida. No quiero olvidarme de lo que Él ha hecho por mí.
Tú y yo sabemos que nuestro Padre celestial conoce nuestro corazón. Sabe muy bien cuáles son nuestros deseos, necesidades, peticiones y apuros. Sin embargo, cuando iniciamos la oración con una expresión de alabanza en el corazón, adoptamos una postura que nos permite ver lo grande que es Dios. Ese era el recordatorio que me hacía falta. Dios es Dios; no yo. Dios no está ahí exclusivamente para que se le pidan cosas. Anhela que entablemos una relación personal con Él. Una relación que reconozca que con Él basta y que yo no me basto a mí misma. Él es perfecto; yo no. Por último, una que comprenda que Él me amó antes que yo lo amara a Él.
Esa es una buena noticia para ti y para mí. Dios nos ama tanto que aviva en nuestra alma la convicción de recordar lo bueno que es Él. Recordar cuánto nos ama, cuánto ha hecho por nosotros y que ha enviado a Su Hijo unigénito para pagar el precio supremo por el premio que recibiremos: la vida eterna en el Cielo. Chelsey DeMatties[10]
Señor, te elevo mi corazón, mente y espíritu en oración, alabanza y acción de gracias. Eres el dador y la imagen de todo lo bueno.
Eres mi Creador, mi Padre, fuente de vida y de fuerzas. Haces salir el sol, haces brillar la luz y eres quien trae la noche. Me sostienes en Tus brazos. Me consuelas en mi abatimiento. Me abrigas con Tu amor. Me escudas, me amparas y provees para mis necesidades.
Toda paz, contentamiento y bendición provienen de Ti. Te alabo, te honro y te doy gracias. Amén.
Publicado en Áncora en noviembre de 2022.
[1] RVA-2015.
[2] Salmo 13:1,2.
[3] Deuteronomio 8:2.
[4] 1 Corintios 11:24.
[5] Isaías 40:31.
[6] https://www.faithgateway.com/reminding-god-to-remember/#.YnznMVTMJPY.
[7] https://prayer-coach.com/remind-yourself-of-gods-goodness.
[8] Eclesiastés 3:11.
[9] 1 Tesalonicenses 5:18; Salmo 100:4.
[10] https://www.crosswalk.com/devotionals/your-daily-prayer/a-prayer-to-remember-all-gods-wonderful-deeds.html.
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