septiembre 6, 2022
«Nadie ha imaginado lo que Dios tiene preparado para aquellos que lo aman». 1 Corintios 2:9 (PDT)
¡Es un versículo impresionante! ¿Entiendes lo que dice? El Cielo va más allá de nuestra imaginación. No podemos imaginarlo. Aunque nos encontremos en nuestro momento de mayor creatividad, en nuestra reflexión más profunda, en nuestro nivel más alto, aun así no podemos llegar a entender la eternidad.
Prueba esto. Imagina un mundo perfecto. Lo que sea que signifique para ti, imagínalo. ¿Significa paz? Entonces visualiza una tranquilidad absoluta. ¿Un mundo perfecto implica alegría? Entonces imagina tu mayor felicidad. ¿Un mundo perfecto tendrá amor? En tal caso, piensa en un lugar donde el amor no tenga límites.
Independientemente de lo que signifique el Cielo para ti, imagínatelo; deja que quede grabada esa imagen en tu mente. Deléitate en ella. Sueña acerca del Cielo. Anhélalo. Y luego sonríe, mientras el Padre te recuerda que «nadie ha imaginado lo que Dios tiene preparado para aquellos que lo aman».
Sea lo que sea, lo que imagines es insuficiente. Lo que cualquier persona imagine se queda corto. Nadie se ha aproximado siquiera. Nadie.
Piensa en todas las canciones que hablan del Cielo. En las interpretaciones de los artistas. En las predicaciones, en las poesías que se han escrito y en los capítulos que se han redactado. Cuando se trata de describir el Cielo, todos fracasamos, aunque nos quedamos felices. Está más allá de nuestro alcance. […]
Imagínate ver a Dios. Finalmente, ver el rostro de tu Padre. Sentir la mirada del Padre. Eternamente.
Hará lo que prometió. «Haré todo nuevo. Devolveré lo que fue quitado. Recuperarás los años en que estuviste con muletas y atrapado en silla de ruedas. Devolveré las sonrisas marchitas por el dolor. Volveré a tocar las sinfonías que los sordos no oyeron y pondré los atardeceres que no vieron los ciegos.
»El mudo cantará. El pobre se dará un banquete. Las heridas sanarán. Haré todo nuevo. Restableceré todo. El niño arrebatado por la enfermedad correrá a tus brazos. La libertad perdida por la opresión saltará en tu corazón. La paz de un corazón puro será mi regalo para ti.
»Haré todo nuevo. Nueva esperanza. Nueva fe. Y sobre todo, nuevo Amor. El Amor del que hablan todos los otros amores. El Amor ante el que palidecen todos los otros amores. El Amor que buscaste en mil puertos y en mil noches. […] Mi amor, será tuyo»[1]. Max Lucado[2]
«Oí una voz del cielo que decía: “Escribe lo siguiente: benditos son los que de ahora en adelante mueran en el Señor”. El Espíritu dice: “Sí, ellos son en verdad benditos, porque descansarán de su arduo trabajo, ¡pues sus buenas acciones los siguen!”» Apocalipsis 14:13 (NTV)
La Biblia promete que en el Cielo recibiremos una herencia gloriosa: la herencia de la vida eterna en toda su plenitud.
¿Te imaginas que llaman a tu puerta y que alguien te notifica que has heredado un reino? Es inconcebible. Sin embargo, para el que cree en Jesús, eso es exactamente lo que sucede al abrir la puerta de tu corazón e invitar a Cristo a entrar y morar dentro de ti. Jesús promete compartir contigo la abundancia de Sus riquezas, poder y gloria.
La herencia es una verdad bíblica —que se menciona más de doscientas veces— que se cumplirá por completo en el Cielo. Dios nos ha elegido para que seamos Su propia herencia, Su propio pueblo[3]. También «ha escogido nuestra herencia»[4]. Los cofres que son herencia de familia pueden quemarse en unos pocos minutos; sin embargo, nosotros recibiremos una «herencia que Dios […] tiene guardada en el cielo, la cual no puede destruirse, ni mancharse, ni marchitarse»[5].
Dios dijo a los sacerdotes de Israel que ellos no iban a heredar terrenos, porque Él sería su herencia[6]. Eso iba dirigido al futuro, a la promesa en el Nuevo Testamento de que la iglesia de Cristo —un sacerdocio santo— heredaría la vida eterna en Cristo.
En la carta a los efesios se menciona específicamente la herencia que podemos esperar en el Cielo: «las insondables riquezas» de la gracia de Dios[7]; «las riquezas de Su gloria»[8]; y la «extraordinaria grandeza de Su poder»[9]. Las cosas que heredamos en la tierra pueden ser una gran bendición; o una terrible maldición. Se ha arruinado la vida de incontables personas debido a las riquezas que se dejaron a herederos irresponsables. Sin embargo, como hijos del Rey, nuestra herencia no se estropeará ni nos echará a perder a nosotros.
Demos «gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz»[10]. ¡Una estupenda promesa! Billy Graham[11]
«Dios enjugará las lágrimas de los ojos de ellos, y ya no habrá muerte, ni más llanto, ni lamento ni dolor; porque las primeras cosas habrán dejado de existir». Apocalipsis 21:4 (RVC)
Según las Escrituras, el Cielo es un lugar mucho mejor que aquí en la Tierra. El Cielo es un enorme lugar. Tiene los muros, los cimientos y las puertas cubiertos de muchas joyas. El Cielo es un lugar de pura luz y libertad ilimitada.
También es importante tener en cuenta la calidad de vida que se ofrece en el Cielo. En las Escrituras se nos asegura que el Cielo es un lugar donde no hay lágrimas ni las habrá. ¿Cómo será vivir donde no hay más pesar? Muchas personas, como yo, vivimos con dolor constante y molestias. Sin embargo, en el Cielo no habrá más de eso.
Y, según la información que encontramos en la Biblia, no habrá más muerte. […] Según el salmista: «Estimada a los ojos del Señor es la muerte de Sus santos» (Salmo 116:15; NBLA). Sin embargo, la consideración más consoladora de todas es que el Cielo es donde se encuentra Jesús. Dijo: «Voy a preparar un lugar para ustedes […] para que donde Yo esté, allí estén ustedes también» (Juan 14:2,3; NBLA).
Según el apóstol Pablo en 1 Corintios 15:19 (NVI), sin la esperanza del Cielo, seríamos las personas más desdichadas. A diario, la muerte física vence a personas que queremos mucho. Sin embargo, el Señor nos da una segura esperanza del Cielo, para nuestro consuelo. Ron Branch
«Por la fe, todos ellos murieron sin haber recibido lo que se les había prometido, y solo llegaron a ver esto a lo lejos; pero lo creyeron y lo saludaron, pues reconocieron que eran extranjeros y peregrinos en esta tierra». Hebreos 11:13 (RVC)
En el capítulo tres de Filipenses hay una escritura fabulosa que dice: «Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo». Pablo decía que esas cosas eran como nada, ¡las estimaba como pérdidas! No valían nada en comparación con lo que había recibido del Señor Jesucristo.
Pablo continuó diciendo: «Pero nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo mortal en un cuerpo glorioso semejante al Suyo, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas»[12].
Estamos aquí para trabajar para el Rey y nuestra verdadera ciudadanía no es esta. No se puede ser veraz con aquella ciudadanía celestial y dejar que tu tiempo sea absorbido con los asuntos de este mundo, incluso con la crisis mundial actual. Si en verdad creemos que nuestra ciudadanía está en el Cielo no vamos a estar tan atados a este mundo ni absorbidos en cada noticia que salga en torno a su trágica condición. Porque sus temores nos ponen tensos, sus problemas nos causan pérdida de tiempo y de sueño, tiempo que podríamos pasar en oración.
Amados, hay muchos en el mundo que pueden atender a los asuntos de este mundo. Nuestro tiempo, fortaleza y dinero deben ser puestos del lado nuestro Señor Jesucristo y del lado de las cosas eternas. Nuestra actitud como ciudadanos del Cielo es separarnos de este mundo, no estar ligados a él. No conformarnos a este mundo, aunque estemos bien informados, pero debemos ser transformados al vivir en las cosas que son eternas y en la presencia del Señor Jesucristo, y vivir en obediencia a Su Palabra[13].
Debemos entender profundamente que vivimos para la eternidad y no para el presente. Nuestra ciudadanía celestial jamás debería ponerse en un lugar secundario. Hoy en día lo eterno nos llama encarecidamente, habida cuenta que el Señor necesita a cada soldado y ese soldado no se puede enredar con los asuntos de este mundo. No podemos entregarnos irreflexivamente a lo temporal porque seremos derrotados espiritualmente por todo el alboroto que nos rodea. Si pudiéramos ver los sucesos de la vida enmarcados en el resultado final al que conducen, qué cambio habría en nuestras vidas y en nuestro sentido de los valores. Que Dios nos ayude a mantener clara la perspectiva divina.
Filipenses 3:20 declara que nuestra ciudadanía está en el Cielo, «de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo». ¿Lo buscas a Él y esperas Su venida como Él ha prometido? ¿O ves tanta televisión y noticias y todo lo demás que no tienes la mira puesta en las cosas de arriba, sino en las de la tierra?[14]
Hebreos 13:14 dice: «Porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir». ¿No vas a aceptar las palabras de estas Escrituras y creer que en el Señor Jesucristo puedes tener provisión de Su fortaleza, poder y sabiduría para tomar parte activa en Su servicio, en los asuntos del reino celestial de donde es tu verdadera ciudadanía?
La Palabra de Dios dice: «El que oye Mi Palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida»[15]. ¡Ahí está tu vida! Virginia Brandt Berg
Publicado en Áncora en septiembre de 2022.
[1] V. Apocalipsis 21:5.
[2] https://maxlucado.com/heaven-gods-highest-hope.
[3] Salmo 33:12.
[4] Salmo 47:4 (DHH).
[5] 1 Pedro 1:4 (DHH).
[6] Ezequiel 44:28.
[7] Efesios 3:8.
[8] Efesios 3:16.
[9] Efesios 1:19.
[10] Colosenses 1:12.
[11] The Heaven Answer Book (Harper Collins, 2012).
[12] Filipenses 3:20,21.
[13] Romanos 12:2.
[14] Colosenses 3:2.
[15] Juan 5:24.
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