mayo 30, 2022
Recibí una carta donde alguien me comenta que no encuentra ninguna parte de la Biblia donde diga: «La oración cambia las cosas», algo que solemos decir con frecuencia. Bueno, no está en la Biblia, pero se basa en las Escrituras. La Palabra lo enseña y es muy veraz. Es una verdad tan grande que deberíamos grabarla en nuestro corazón.
Si la oración realmente cambia las cosas, entonces deberíamos dedicar mucho más tiempo a orar. La necesidad es tan apremiante y son innumerables las cosas que deben cambiar. Porque, si la oración no cambia las cosas, ¿de qué sirve rezar? Pero sabemos que sí las cambia y es muy eficaz. Lo hemos comprobado muchas veces.
Los que realmente conocen el arte de orar alcanzan tremendas victorias. Podemos superar todo lo que nos preocupa o abate. De modo que oremos sinceramente y de todo corazón. Estemos dispuestos a pagar el precio y acercarnos a Dios.
Tal vez pienses: «Sí. Yo he orado pero todo sigue igual.» Dale tiempo a Dios. Solíamos decir: «Voy a orar hasta conseguirlo». Se refiere a la importunidad. En Lucas 11:8 se emplea dicha palabra.
«También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar»[1]. Ahí radica nuestro problema. Desmayamos, nos rendimos antes de que llegue la respuesta a nuestras oraciones.
Y Jesús les dijo: «Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba al hombre. Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario. Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia.»[2]
Y ahora escuchemos el final de la historia:
«Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto, ¿y acaso Dios no hará justicia a Sus escogidos, que claman a Él día y noche? ¿Se tardará en responderles?»[3]
El Señor estaba diciendo que al ir continuamente esta viuda recibió respuesta. Luego, el Señor añade, que, si funcionó con este juez injusto, ¿acaso Dios no hará justicia a Sus escogidos que claman a Él día y noche?
Ese es un ejemplo de la importunidad de la que habla la Palabra de Dios. Hay otro pasaje en Lucas 11:5-9 donde Jesús dice:
«¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes, porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo qué ponerle delante?
»Y aquel, respondiendo desde adentro, le dice: No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme, y dártelos. Os digo, que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite. Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.»[4]
Recuerda que era Jesús mismo el que decía esto. Lo repetiré de nuevo: Aunque no se lo diera porque era su amigo, Jesús dijo: «Sin embargo por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite».
«Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá»[5].
Y, amigo mío, no se refería a acudir al Señor para pedirle tímidamente cualquier cosilla. Habla de pedir con denuedo y con importunidad, de buscar y de llamar. «Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá»[6]. Jesús mismo lo dijo.
Podríamos definir dicha importunidad como orar hasta que tengas la certeza de que Dios te ha escuchado.
En la Palabra de Dios, encontramos un sinfín de situaciones similares. Ya te he leído dos pasajes maravillosos y existen muchos otros que nos demuestran que debemos aferrarnos con fe.
No puedes elevar una oracioncita a toda prisa y luego quejarte de que Dios no responde. Debes esperar en el Señor y darle una oportunidad. Existen muchas escrituras que respaldan lo de esperar en el Señor.
Isaías 25:9 dice: «He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste es el Señor a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos». Y en el Salmo 112:7 afirma: «No tendrá temor de malas noticias; su corazón está firme, confiado en el Señor».
El salmista no hizo una oracioncita, luego se olvidó del asunto y no esperó ninguna respuesta. Su corazón estaba firme, confiado en el Señor. Dice: «Asegurado está su corazón; hasta que vea su deseo»[7]. ¡Qué escritura tan maravillosa!
Me encanta leer los Salmos. Me maravilla cuando David vuelve de orar con plena certeza de que Dios le ha escuchado. Dice: «Ciertamente me escuchó Dios»[8].
En ocasiones, David oraba angustiado por un grave problema, pero luego tras hablar con Dios dijo: «El Señor ha oído la voz de mi lloro»[9]. Y en otro lugar dice: «Mas ciertamente me escuchó Dios; atendió a la voz de mi súplica»[10].
Querido amigo, ¿has llegado al punto en que has orado con tal perseverancia, con tal importunidad, y te has aferrado con tal fervor hasta que estás seguro de que el Señor no ha rechazado tu oración? Como dijo el salmista: «No echó de sí mi oración, ni de mí Su misericordia»[11]. «El Señor ha oído mi ruego; ha recibido el Señor mi oración»[12].
Cuando oras así, con tal fervor e intensidad, la Palabra de Dios dice: «La oración eficaz del justo puede mucho»[13]. Cuando exhibes tal determinación y te aferras a Sus promesas, siempre recibirás una respuesta conforme a lo que Dios considera que es mejor.
Existen muchas formas de enfrentar los problemas, pero la mejor es orar para alcanzar el corazón de Dios. Aguanta, amigo mío, la victoria está en camino. Dios lo dijo y ha prometido responder nuestras plegarias. «A su tiempo segaremos, si no desmayamos»[14]. «No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón»[15].
Dios te bendiga. Él está en el trono y la oración cambia las cosas.
Adaptación de una transcripción del programa de radio Momentos de meditación. Publicado en Áncora en mayo de 2022.
[1] Lucas 18:1.
[2] Lucas 18:2–5.
[3] Lucas 18:6–7.
[4] Lucas 11:5–9.
[5] Lucas 11:9.
[6] Lucas 11:10.
[7] Salmo 112:8.
[8] Salmo 66:19.
[9] Salmo 6:8.
[10] Salmo 66:19.
[11] Salmo 66:20.
[12] Salmo 6:9.
[13] Santiago 5:16.
[14] Gálatas 6:9.
[15] Hebreos 10:35.
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