mayo 10, 2022
Me gusta hacer las cosas bien, meticulosamente, por mucho tiempo que me tomen. Soy una perfeccionista. Me he dado cuenta de que, cuando tomo decisiones, mi principal objetivo es evitar cometer errores. Trato de asegurarme de que mi trabajo y mis decisiones personales estén tan bien como pueden estar. Pero vaya la agonía y el estrés que eso me ocasionaba. Casi todas las decisiones tenían que ser perfectas, desde qué champú comprar hasta qué asiento escoger en el bus. Todo tenía que estar bien analizado, y debía considerar todas las opciones y posibilidades. No me daba cuenta de la tensión que eso generaba en mi vida.
Cuando conocí a Jesús y comencé a darle cabida en mi vida, descubrí que todo podía ser mucho más fácil y que Él podía ayudarme a tomar decisiones. Al fin y al cabo, ¿quién puede saber más que el Omnisciente? De ahí que empecé a invocar Su guía. A veces me daba orientación específica. En otros casos no me indicaba claramente un plan de acción, sino que me dejaba la tarea de buscar en Su Palabra y tomar decisiones acordes con Su voluntad, basadas en los preceptos de las Escrituras.
No obstante, la mejor consecuencia —y la más tranquilizadora— de dejar participar a Dios es que, como me ama tanto, aunque yo tome una decisión equivocada Él sigue tratando de ayudarme. No me echa en cara los errores que cometo ni me reprocha las veces en que permito que el egoísmo o el miedo guíen mis decisiones. Entiende cómo soy y me va enseñando a tomar mejores decisiones.
Hasta cierto punto, sigo siendo una perfeccionista, aun al cabo de tantos años de andar con Jesús; pero el haberlo encontrado me ha hecho la vida mucho más fácil y feliz. Puedo consultar con Él y contar con Su ayuda, lo cual ha contribuido muchísimo a reducir el estrés que antes me significaba tomar decisiones. Sé que, aunque me equivoque, Él puede hacer que aun mis errores redunden en mi bien[1]. Maria Silva
*
Soy una perfeccionista en recuperación. Me gusta que mi vida, mi casa y mi lugar de trabajo estén ordenados, limpios y en regla. Cuando fallo, me critico duramente. Cuando tengo éxito, no dedico tiempo a descansar ni a celebrar antes de pasar a la siguiente tarea. […] Los perfeccionistas viven en un continuo estado de frustración.
Aunque no seas un perfeccionista, de todos modos te puedes desanimar por tus defectos. Es posible que por esa razón la lista de discípulos de Jesús infunde un gran consuelo. Se podría pensar que Jesús elegiría cuidadosamente a los mejores y más brillantes. […]
Pero resulta que Jesús pasó por alto a los sabihondos, alumnos destacados y personas con títulos de universidades prestigiosas. En cambio, Jesús reunió un grupo poco probable.
Lucas 6:13 (NVI) dice: «Al llegar la mañana, llamó a Sus discípulos y escogió a doce de ellos, a los que nombró apóstoles».
Pedro: charlatán impetuoso, descarado, competitivo
Andrés: vive bajo la sombra de su hermano, Pedro
Santiago: «hijo del trueno», dirigiéndose poco a poco hacia la primera fila
Juan: un «hijo del trueno», lleno de palabras huecas y fanfarronería
Felipe: limitado por su experiencia
Bartolomé: carece de filtro
Mateo: un pasado turbio como recaudador de impuestos
Tomás: ¿debo recordarte que él tuvo una enorme duda?
Simón el zelote: combatiente por la libertad
Judas: demasiado callado, poco probable que sea elegido para presidente de la clase
Judas: traidor codicioso
¿Cómo se llamaba? Un hombre tan poco conocido, que nadie lo recuerda
Una lista como esa hace que una perfeccionista como yo se ponga tan nerviosa como un introvertido en una fiesta de inauguración de una casa. […]
El proceso de selección de Jesús para elegir Sus discípulos asciende a los humildes. Nos recuerda que el reino de Dios no aumenta por medio del trabajo de un paparazzi religioso ni de los que tengan un gran desempeño espiritualmente. Dios no está limitado por nuestras imperfecciones.
Dios nos ama intensamente a través de nuestras imperfecciones, no a pesar de ellas.
Nuestras debilidades y defectos se convierten en portales para la gracia de Dios, ventanas para exhibir Su gloria. Cuando las personas imperfectas confían en Dios y se esfuerzan por seguirlo, se convierten en atisbos de bondad, y solo podemos suponer que algo debe estar en marcha o Alguien debe trabajar en ello. […]
Cuando te abrumen tus defectos, piensa en los seguidores de Jesús que fueron venerados como apóstoles. Jesús te ama tanto como los amó a ellos y te ofrece el privilegio de servirle. Tal como eres. Margaret Feinberg[2]
*
No solo te acepto como eres, te amo tal como eres. Sufrí la muerte de un criminal a fin de engalanarte con Mi perfección. Por esa razón es muy importante que me presentes tus pensamientos: Es Mi rectitud perfecta la que te salva, ¡y nada te la quitará!
Fácilmente puedes llegar a rechazarte a ti mismo si tienes expectativas poco realistas acerca de ti. Cuando falles, quiero que con cuidado vuelvas a centrar la atención en Mí, sin juzgarte a ti mismo. En vez de hacer más daño al menospreciarte, persiste en poner la mirada en Mí. Siempre te vuelvo a recibir con un amor inagotable. Jesús[3]
*
Para decirlo claramente, el perfeccionismo es un engaño. ¡No podemos ser perfectos! Sin embargo, muchas personas bien intencionadas siguen esforzándose por lograr ese objetivo inalcanzable. Quieren superar las expectativas en el trabajo, en casa, en la iglesia, en los deportes, en los pasatiempos, en la apariencia física; y la lista sigue indefinidamente. Se han convencido de que para que las acepten deben estar a la altura de un modelo de perfección personal o social. Una actitud perfeccionista causa estrés y únicamente puede llevar al descontento y la frustración. En muchos casos, el perfeccionismo supone aumentar las exigencias personales a niveles absurdos y esforzarse por lograr algo que solo Dios puede hacer.
El sentido del evangelio es que no podemos salvarnos a nosotros mismos. Ninguno de nosotros alcanzamos la gloria de Dios, no acertamos[4]. Los pecadores necesitan un Salvador, y por esa razón vino Jesús. Cuando confiamos en Jesús, Él perdona nuestros defectos, imperfecciones e iniquidades. Podemos dejar de esforzarnos por lograr una «perfección» arbitraria, mundana, y descansar en el Perfecto[5].
Marta, que estaba «inquieta y preocupada por muchas cosas», probablemente lidiaba con el perfeccionismo mientras servía al Señor[6]. Mientras preparaba la cena y ponía la mesa, quería que todo estuviera bien. El problema era que ella se exigía más de lo que Jesús le pedía. Pero dijo Jesús «solo una [cosa] es necesaria». Luego le señaló el ejemplo de María, un ejemplo de paz y descanso[7].
Es cierto que la Biblia nos llama a ser «perfectos, así como [nuestro] Padre celestial es perfecto»[8]. En este versículo, la palabra griega que se empleó es téleios. Significa «haber llegado a su fin, acabado, completo, perfecto». Así pues, en ese sentido, ser «perfecto» no es como en muchos casos lo imaginan los perfeccionistas. Más bien, es ser completo en Cristo. Filipenses 1:6 dice que Dios perfeccionará Su obra. Él nos creó, nos salvó y es fiel para perfeccionarnos.
Eso no quiere decir que no tengamos el deber de acrecentar nuestra fe[9]. Debemos colaborar con la obra de Dios en nosotros (Su perfección de nosotros); véase Filipenses 2:12. Estamos llamados a vivir de manera piadosa y a someternos a Dios. Sin embargo, en la Biblia, el centro de los preceptos no está en la opinión que tengan de nosotros los demás, que muchas veces es el ídolo de los perfeccionistas. En cambio, el enfoque está en la actitud de nuestro corazón hacia Dios. Tomado de GotQuestions.org[10]
Publicado en Áncora en mayo de 2022.
[1] V. Romanos 8:28.
[2] Margaret Feinberg, Flourish: Live Free, Live Loved (Worthy, 2016).
[3] Sarah Young, Jesus Lives (Thomas Nelson, 2009).
[4] Romanos 3:23.
[5] Mateo 11:28.
[6] Lucas 10:40,41.
[7] Lucas 10:42.
[8] Mateo 5:48 (NVI).
[9] 2 Pedro 3:18.
Copyright © 2024 The Family International