marzo 8, 2022
«Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por Mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna.» Mateo 19:29
Sacrificarse no es conveniente. Nunca lo es. Sin embargo, Dios nos pide que lo hagamos. ¿De qué manera Jesús influye en nosotros para que nos sacrifiquemos? ¿Qué atractivo utiliza? ¿Cómo hace para persuadirnos? La respuesta es clara: Recompensas. Verdaderas recompensas, eternas y abundantes.
El principio es este: Si nos sacrificamos por amor a Jesús y al Evangelio, seremos recompensados generosamente, y nuestra recompensa será real, eterna y abundante.
Un error que nuestra cultura difunde es la idea de que servir a los demás es bueno porque nos hace sentir bien. Como nuestra cultura es mayormente secular, las personas no hablan normalmente de servir a Dios y recibir una recompensa real, eterna y abundante. En vez de eso, hablan de que ser una buena persona nos hace sentir bien.
A veces los cristianos caen en ese error y pierden la perspectiva del motivo por el que se sacrifican y para qué se están sacrificando. Inevitablemente esto conduce a la apatía, a avanzar por inercia y, a la larga, a agotarse. Jesús no nos ofrece una promesa lastimera para que nos sintamos bien con nosotros mismos cuando hacemos lo correcto. Él nos ha prometido recompensas reales, eternas y abundantes.
Nuestro sacrificio, si es hecho para honrar a Jesús, nunca es en vano. Dios honra nuestra fidelidad y Jesús nos promete una recompensa real, eterna y abundante. Ryan McCoskey[1]
Si aprendiéramos a ver a las personas y las situaciones como las ve Dios y actuáramos en consecuencia, el mundo sería muy diferente. Casi todo el mundo ha oído la máxima bíblica según la cual es más bienaventurado dar que recibir[2]. La mayoría considera legítimo el principio; pero como suele decirse, del dicho al hecho hay mucho trecho.
Conviene tener presente que Dios jamás nos pedirá que hagamos algo que supera nuestras posibilidades si no contamos con Su ayuda. Él no nos pediría que manifestáramos amor desinteresado de no estar con nosotros para ayudarnos a hacerlo. Ahí es donde entra en juego la fe. Si realmente creemos lo que nos dice, actuaremos en consecuencia, aunque se oponga a nuestro razonamiento natural o a la forma en que se conduce el mundo que nos rodea. Y al hacerlo cosecharemos las innumerables recompensas que Dios tiene reservadas a quienes aman con abnegación.
Aunque no cosechemos los beneficios enseguida o éstos no sean precisamente monetarios, no nos arrepentiremos. Tarde o temprano Dios nos devolverá con creces lo invertido. Aun los actos que identificamos como sacrificios no lo son en realidad: representan inversiones que algún día nos reportarán grandes beneficios. Autor desconocido
«Entonces Pedro comenzó a decirle: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido. Respondió Jesús y dijo: De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de Mí y del evangelio, que no reciba cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna.» Marcos 10:28-30
Ya sea que el Señor elija o no devolvernos exactamente lo que hemos renunciado por amor a Él, Jesús promete recompensarnos con cien veces más, una ganancia inimaginable.
¿A qué hemos renunciado a fin de obedecer al Señor? No nos amarguemos si todavía no vemos los beneficios. Confiemos y tomémosle la Palabra a Dios; la recompensa será mucho más grande de lo que podríamos imaginar. Aunque no reconozcamos la recompensa en este lado del cielo, la reconoceremos plenamente con la perspectiva de la eternidad.
¿Te está pidiendo Dios que dejes ir algo o a alguien importante en tu vida? Se trate de una carrera, vivir cerca de la familia, una relación importante, un medio para sustento, un pasatiempo o un lugar de seguridad, no existe necesidad o deseo sacrificado por el cual el Señor no sea capaz de proveer, tal vez de maneras que nunca nos hemos imaginado.
Desde el día en que me retiré de la universidad de mis sueños, seguir al Señor ha requerido de mí muchos sacrificios más. No obstante, Dios me ha bendecido enormemente a cada paso del camino. Jamás me he arrepentido de haber abandonado mis ambiciones como productor cinematográfico para seguir a Jesús. Resuenan con alegría estas palabras de un viejo himno, «Jesús, yo he tomado mi cruz»:
Perezca toda preciada ambición, todo lo que he buscado, anhelado o conocido. ¡Pese a todo, mi vida es maravillosa! Dios y el cielo siguen siendo míos.
Al final, no importa lo que hayamos sacrificado por Jesús, el costo jamás superará a los beneficios que Dios ha prometido «en el mundo venidero»[3]: la eternidad en Su presencia donde todas nuestras necesidades y deseos serán plenamente cumplidos en Cristo. Lauren Rushiti[4]
Moisés, a quien la hija del faraón había encontrado entre los juncos, se crió en el palacio del faraón. Allí había grandes riquezas y muchos lujos. Al hacerse mayor, sin embargo, tuvo que presentarse delante del rey, que le exigió que tomara una decisión. Moisés era hebreo, no egipcio. El faraón exigía que se pronunciara. ¿Uniría su destino al de su madre extranjera y escogería ser fiel a Egipto y llevar la corona de los faraones? ¿O tomaría partido por su pueblo? Para el joven Moisés aquel debió ser un momento de crisis.
Si optaba por ser un hebreo más, debía renunciar a todas las comodidades y lujos que siempre había tenido. Vestiría el aborrecido atuendo de los esclavos y renunciaría para siempre a la única madre que había conocido: a la hija del faraón. Sin embargo, tomó la decisión. Prefirió, como dice la Palabra de Dios, «antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado»[5].
Esos deleites temporales del pecado que se mencionan en ese pasaje de la Biblia eran más tentadores de lo que uno pensaría solo al leerlo, pues Egipto era en aquel tiempo el lugar más atractivo de la tierra. Sus bodegas rebosaban de grano y los tesoros del mundo llenaban sus arcas.
De poseer las riquezas del imperio más poderoso de la Tierra Moisés se convertiría en un esclavo. Pero tenía visión de futuro y la voluntad de sacrificarse para obtener recompensas futuras. «Tenía puesta la mirada en el galardón»[6]. En otras palabras, sabía que los deleites del pecado eran fugaces y que, en cambio, las futuras recompensas divinas serían eternas.
Moisés creyó que, sin el favor de Dios, un millonario es apenas un mendigo. De Cristo se dijo: «Por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico»[7]. Moisés tuvo que tomar esa decisión que supuso privaciones, sufrimientos y una terrible humillación. Sin embargo, prefirió ser el menor de los hijos de Dios, sin una corona terrenal, y llevar una diadema para siempre en la vida venidera. Así que tomó partido por los hijos de Dios, a fin de comparecer junto a ellos delante del eterno Rey.
2 de Pedro 1:9 habla de los que son muy cortos de vista, que son ciegos y no pueden ver a lo lejos. Hoy en día hay muchas personas así a la hora de tomar decisiones. Solo ven el presente, y por él hipotecan su futuro. Muchos están ciegos espiritualmente y no ven el gran galardón que Dios tiene para ellos. Tienen miopía espiritual.
Al pensar en Moisés en la escalinata del palacio, su decisión puede parecer insensata. Sin embargo, cuando él considera su pasado desde la escalinata que conduce al trono de Dios en el Cielo, se da cuenta de que fue una decisión magnífica y muy atinada. Moisés llegó a ser uno de los dirigentes más destacados del mundo. Dirigió a un curioso grupo de personas en un largo viaje. Es un relato sensacional. Su nombre ha pasado a la historia y su influencia se hace sentir hasta el día de hoy.
La miopía es un trastorno de la visión con el que solo se ve bien de cerca. Puedes ser corto de miras en los asuntos del alma, vives mayormente para el presente y no mantienes la mirada y el corazón en el gran galardón. El Señor dice que si sufrimos con Él también reinaremos con Él[8].
¿Hay placeres que te nublan la vista y te impiden ver el gran premio que Él ha prometido? Las realidades de la eternidad son deleites perdurables. Dios te ama y tiene grandes planes para ti. ¿Estás eligiendo lo que tiene importancia eterna?
Es mejor sacrificarse ahora, amados, y después tener gloria. Dios te ama y ha planeado tanto para ti, muchísimo. Vive en Su Palabra. Confía en que Él lo arreglará todo, para bien tuyo y para Su gloria. Virginia Brandt Berg
Publicado en Áncora en marzo de 2022.
[1] https://theseedchurch.org/2016/08/12/god-rewards-sacrifice.
[2] Hechos 20:35.
[3] Marcos 10:30.
[4] https://unlockingthebible.org/2020/09/sacrifice-not-go-unrewarded.
[5] Hebreos 11:25.
[6] Hebreos 11:26.
[7] 2 Corintios 8:9.
[8] 2 Timoteo 2:12.
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