febrero 14, 2022
En varios sitios web se encuentran diversas versiones de una anécdota acerca de Itzhak Perlman, un violinista de fama mundial. Ejemplifica un bello principio acerca del poder y la gracia de Dios, que Él puede tomar lo que le ofrecemos en esta vida y hacer algo bello. La narraré de nuevo para ustedes.
Una noche, Itzhak Perlman tocaba para el público que había llenado una sala. Entonces, en medio de una pieza, se oyó un sonido temido por todo violinista que se encuentre en el escenario. Traspasó el aire. ¡Una de las cuerdas de su violín se rompió!
Era palpable el suspenso en el ambiente, pues la orquesta se detuvo, a la espera de lo que Itzhak haría. Sin embargo, en lugar de pedir otro violín, hizo una pausa por un momento. Luego hizo señas al director para que continuara la pieza; Itzhak se dispuso a hacer lo que la mayoría diría que era una tarea imposible: tocar una compleja pieza de música con un violín de solo tres cuerdas. Tocó con pasión y poder; y daba la impresión de que volvía a componer las notas en su cabeza mientras tocaba. Cuando terminó, hubo un silencio total, seguido por intensas ovaciones y aplausos, tanto del público como de los otros músicos.
Itzhak Perlman no desconocía los desafíos de esta vida. De niño fue afectado por la poliomielitis; eso lo dejó permanentemente con aparatos ortopédicos en las piernas y camina con muletas. Entre las ovaciones, se esforzó por levantarse y luego hizo una seña al público para que callara.
Seguidamente, dijo con humildad: «¿Saben?, algunas veces la tarea del artista es averiguar cuánta música puede crear con aquello que le queda».
Al reflexionar sobre esa anécdota, recordé los dones que tenemos en esta vida, que llegan de diversas formas y tamaños. Algunos parecen evidentes: alguien que tiene una bella voz, un gimnasta muy dotado, un músico brillante, un genio de la informática, entre muchos otros.
Sin embargo, ¿con qué frecuencia nos detenemos a pensar en los otros dones que también llenan la vida de muchas personas: la ceguera que desarrolla otros sentidos a tal grado que la persona logra hazañas mayores, o la debilidad del cuerpo que con el amor de Dios crea una ternura sobrenatural, compasión y sabiduría en alguien que puede hacer que cambie la vida de las personas, que su vida dé un giro y que les lleva nueva esperanza, dirección y alegría?
La vida está llena de bendiciones (cosas que vemos como buenas) y reveses (cosas que vemos como malas), pero lo que sea que enfrentemos, cuando lo hacemos con la ayuda de Dios, se convierte en una oportunidad de emplear lo que tenemos a fin de crear algo admirable.
La comprensión de Itzhak de cómo transformar las derrotas en logros mayores no ocurrió por casualidad. Decidió convertir su sufrimiento de toda la vida en un instrumento para el bien. Entonces, se convirtió en una pasión ver todo obstáculo como una oportunidad de ir más lejos. Sus propias dificultades físicas crearon en él una humildad que lo protegió de la corrupción del orgullo, incluso en los aspectos en que tuvo mucho éxito.
Todas esas cosas fueron dones que podía compartir con otros por medio de su ejemplo. En el mundo actual, con demasiada frecuencia las personas recurren a la victimización, culpando a todos y a todo, incluso a Dios. La mejor decisión es emplear lo que tenemos a fin de cultivar cualidades que nos permitan brillar intensamente con Su amor donde nos encontremos.
Si te sientes débil, Su poder se perfecciona en la debilidad.
Si tienes pesar, recuerda que el llanto puede durar por una noche, pero a la mañana viene la alegría.
Cuando parezca que ya no hay esperanza, Él es tu esperanza.
Cuando el temor te rodee, el perfecto amor echa fuera el temor.
Cuando te sientas perdido, Él es para ti más que una luz y mejor que un camino conocido.
Cuando abrigues sentimientos de condenación, recuerda que no hay condenación para los que están en Jesús.
Si te parece que no puedes seguir, recuerda que todo lo puedes en Cristo que te fortalece.
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Si nos detenemos a pensar en todo lo que tenemos y a dar gracias por ello, veremos que casi siempre el Señor es muy misericordioso con nosotros. En muchos casos, vela por nosotros cuando no lo merecemos. Espera con paciencia que comprendamos y aprendamos, y perdona nuestros arrebatos y dificultades para confiar en Él. Dios conoce nuestra condición, que solo somos polvo, y en muchos casos envía curación y las respuestas a nuestras oraciones incluso antes de que llamemos.
Sin embargo, hay veces que el Señor sabe que hace falta esperar para que llegue lo mejor, o andar por fe en algunas experiencias. En esos momentos, la fe se convierte en el vínculo entre Él y nosotros que nos ayuda a seguir adelante hasta que podemos entender el bien mayor que Dios quiere traer.
Una mañana, al despertar sentí algo en un ojo. En el espejo no veía nada que podría causar la molestia. Así pues, oré para que el Señor deshiciera aquello o lo llevara a un lugar donde pudiera verlo para quitarlo. Después de un rato nada ocurrió. Le pregunté: «Señor, ¿por qué no estoy mejorando?» Su respuesta paciente fue: «A veces, tienes que esperar.»
No fue algo grave. Fue poca cosa, pero el Señor quiso hacerme ver algo importante. En ese momento quiso ejemplificar un valioso principio.
En muchos casos, oramos sinceramente por algo que nos parece que necesitamos que el Señor haga, ya sea para nosotros o para otra persona, y desde nuestra perspectiva, lo necesitamos ahora mismo. Pero si no vemos que ocurra algo, oramos con mayor vehemencia, y pensamos: «Señor, ¿por qué no ayudas? ¿Por qué no rescatas? ¿Por qué no atiendes esta situación difícil? ¿Por qué no das lo que hace falta? ¡Debes saber lo urgente que es esto!» Cuando no vemos de inmediato una respuesta, nos impacientamos muy fácilmente.
A veces, es posible que el Señor esté a la espera de que nos detengamos y escuchemos lo que intenta ayudarnos a entender. Es posible que quiera que tengamos más fe de modo que se refuercen nuestras convicciones y confiemos en el Señor incluso cuando nuestros planes sean postergados. El Señor puede planear algo mucho mejor como una respuesta más completa a nuestro clamor. Tal vez esté desarrollando en nosotros cualidades ocultas como la empatía, la compasión, la misericordia y la sabiduría. Ese desarrollo requiere que tengamos por lo menos algunas dificultades que otros tienen.
Para Sus hijos, las bendiciones, los beneficios y las dificultades de esta vida —en la forma que lleguen—, tienen el objetivo final de ayudarnos a acercarnos más a Dios, ayudarnos a ser más como Él.
Cuando llames, ten la certeza de que el Señor oye tu clamor, que ha visto tus lágrimas, comprende ¡y ha respondido según Su voluntad y de la manera que sabe que es mejor! Sabe que traerá un resultado espléndido.
Así pues, recuerda, cuando ores, que el Señor te escucha. Cuando intercedes en oración, Él responde. Aunque no veas la respuesta de inmediato (ni en esta vida, tal vez), ten valor. Dios ha prometido que responderá a tus oraciones, ¡y que te dará ánimo y fortalecerá tu fe!
Cuando lo que enfrentes requiera tener paciencia para que llegue un bien mayor, aférrate a la promesa: «Mas los que esperan en el Señor tendrán nuevas fuerzas, levantarán alas como las águilas, correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán». Sé paciente y ten fe.
Recopilación de artículos de María Fontaine publicados en 2019. Publicado de nuevo en Áncora en febrero de 2022.
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