septiembre 28, 2021
«El SEÑOR tu Dios está en medio de ti: ¡Es poderoso; Él salvará! Con alegría se regocijará por causa de ti. Te renovará en Su amor; por causa de ti se regocijará con cánticos». Sofonías 3:17 (RVA-2015)
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Es fundamental que reconozcamos que Dios siempre da el primer paso para invitarnos a vivir en esta unión y comunión con Él. Esto es la gracia en acción. Podemos descubrir el fundamento bíblico de esta intimidad al examinar primero las Escrituras desde la perspectiva divina, la de Dios, y luego desde nuestro punto de vista humano.
Por sorprendente que pueda parecer, la verdad innegable es que Dios desea caminar con nosotros en una comunión cada vez más profunda. Clarence Macartney (1879-1957), un líder y pastor presbiteriano conservador, durante una polémica fundamentalista-modernista predicó un sermón que tituló La palabra favorita de Dios: Ven. Aunque en las Escrituras hay muchas amables invitaciones, Macartney eligió Apocalipsis 22:17 (RVC): «El Espíritu y la esposa dicen: “¡Ven!” Y el que oiga, que diga: “¡Ven!” Y el que tenga sed, que venga; y el que quiera, que tome gratuitamente del agua de la vida».
En vez de que Dios ponga obstáculos o dificultades en nuestro camino, esta invitación se ofrece gratuitamente al que quiera conocer a Dios más profundamente. Lo que en particular es importante… es el gran deseo de Dios de llevarnos a una relación dinámica con el Creador del cielo y la tierra. Por lo tanto, tener sed de Dios es un don que Él pone en el corazón y la mente de los que quiere que se acerquen a Él. […]
En el Nuevo Testamento, Jesús no solo encarna la invitación de Dios y Su deseo de unión y comunión, sino que es el medio para hacer que esto se haga una realidad. Cuando se reunió en el aposento alto la última noche de Su vida terrenal, Jesús declaró: «El que me ama, obedecerá Mi palabra, y Mi Padre lo amará, y haremos nuestra morada en él»[1].
No hay mayor intimidad que la de una persona que elige vivir con otro ser humano. La promesa de Jesús no da a entender que es una breve visita de fin de semana, sino más bien que Dios habite de manera permanente dentro de nosotros[2]. Asimismo, este pasaje de las Escrituras capta la interacción dinámica entre Dios y la persona. Lejos de ser una relación falta de equilibrio, el creyente debe ser obediente a la instrucción de Jesús y expresar a Dios un amor sincero. […]
Un amor sano siempre es recíproco y confirma nuestro deseo de aumentar la amistad y comunión con Él. John Owen ha captado este elemento importante: «Cristo al haberse entregado al alma, ama el alma; y el alma, habiéndose entregado a Jesús, también lo ama». Esto hace eco de la enseñanza de Juan: «Nosotros amamos porque Él nos amó primero»[3].
Las Escrituras también dan numerosos ejemplos de lo que es tener mayor intimidad con Dios desde la perspectiva humana. […] El salmista clama: «Cual ciervo jadeante en busca del agua, así te busca, oh Dios, todo mi ser. Tengo sed de Dios, del Dios de la vida. ¿Cuándo podré presentarme ante Dios?»[4] […]
Para expresarlo de manera sencilla, solo Dios puede satisfacer este profundo anhelo. Tom Schwanda[5]
Cuando nos concentramos en la bondad de Dios, entonces Su bondad nos rodea e impregna nuestros pensamientos y actitudes. Cuando damos cabida a pensamientos positivos, hablamos de forma positiva y emprendemos acciones positivas, nos relacionamos más estrechamente con Dios y Su voluntad y propósito para nosotros. Alabando y adorando a Dios, nos acercamos más a Él.
La comunión con Dios nos lleva a adquirir una comprensión más profunda de cómo obra Él en nuestra vida. La adoración nos sintoniza con Él. La alabanza aviva nuestra fe; nos estimula a ver más allá de las circunstancias del momento y a fijar la mira en el cumplimiento de las promesas de Dios en respuesta a nuestras oraciones. La gratitud convierte las temporadas difíciles en momentos de triunfo. La alabanza nos recuerda que todo es posible para Dios[6].
Cuanto más alabes a Dios y expreses tu amor por Él, más razones encontrarás para alabar a Dios. Cuanto más lo adores, con mayor naturalidad fluirán las palabras que le dirijas.
Alabemos a nuestro Padre celestial por todas las maravillas que ha hecho por nosotros y por las que hará en el futuro. «Todo lo que respira alabe al Señor»[7].
¡Jesús, ponemos todo a Tus pies! Eres el Creador, nosotros la creación; fuimos creados para amarte. ¡Ayúdanos a amarte con todo el corazón, toda el alma, toda la mente y todas nuestras fuerzas![8]
Siembra en nosotros el anhelo de ir en pos de ti, Señor, y procurar esa relación contigo. Ayúdanos a perseverar en nuestra relación contigo. Ayúdanos a no meternos tanto en nuestro trabajo y otras cosas de la vida cotidiana que no nos demos cuenta de que ante todo necesitamos vivir unidos a Ti, tener una relación íntima contigo, ser amantes Tuyos. Todas esas cosas son buenas y necesarias, pero no debemos descuidar lo más importante, es decir, nuestra relación contigo.
Por favor, ayúdanos a contemplar Tu hermoso rostro al confiar en Ti, orar, alabarte y amarte. Ayúdanos a buscarte, a hablarte de nuestro amor por Ti, a mostrarte nuestro aprecio constantemente y a darte toda la gloria.
Que cada vez estemos más cerca de Ti. María Fontaine
La vida cristiana es acerca de someter completamente nuestra vida a Dios. Y cuando lo hacemos, vivimos según Su plan. Confiamos en que Dios hará lo que quiera con nosotros, como dice Proverbios 3:5,6: «Confía en el Señor de todo corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus sendas»[9]. Es una promesa de Dios, pero Sus promesas son condicionales y se hicieron en el contexto de una relación con Él. Nuestro fin es reconocer a Dios en todos nuestros caminos y Él automáticamente nos guiará. Jesús dijo: «Yo soy la vid y ustedes los pámpanos; el que permanece en Mí, y Yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de Mí ustedes nada pueden hacer»[10].
Una vida con Jesús será una vida de servicio, porque estamos en Su empresa, donde sea que Él nos ha puesto. Es posible que tengamos las tareas más banales, pero no deberíamos desanimarnos. Con el tiempo, probablemente Dios nos cambiará de trabajo, pero independientemente de dónde nos encontremos ahora, estamos ahí para el propósito de Dios. Por lo general, en un ambiente muy laico es donde no vemos pruebas de una relación con Dios. Sin embargo, en ese entorno los cristianos somos la luz de Cristo, como dijo Jesús. «Ustedes son la luz del mundo. […] Que la luz de ustedes alumbre delante de todos, para que todos vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre, que está en los cielos»[11].
Nuestra vida cristiana no es el resultado de nuestra capacidad de imitar a Dios, sino de Su aptitud para dirigir nuestra vida y reproducirse a Sí mismo en nosotros. Para el mundo de afuera, parece revolucionario y tal vez radical, pero también es real. Trabajar con Jesús da un propósito divino a nuestro empleo, sea el que sea. En las palabras de Pablo: «Entre ellos brillan ustedes como estrellas en el mundo, manteniendo firme el mensaje de vida. Así, cuando venga Cristo, yo podré sentirme orgulloso de ustedes, sabiendo que no he corrido ni trabajado en vano»[12].
La vida cristiana no es acerca de la perfección, sino de que estemos disponibles. Es acerca de una relación íntima y amorosa con Jesús en la que Él nos revela Sus planes y nos pone a trabajar en unión con Él. Brett McBride
Señor, mi Dios con quien mi alma está desposada por la eternidad[13], compañero inseparable. Nada puede separar mi sarmiento de Tu vid[14]. Tanto cuando te siento cerca como cuando no te percibo, estás infaltablemente a mi lado. Gracias porque no eres un Dios lejano. Estás conmigo, en mi interior, envolviéndome, sosteniéndome, abrazándome.
Aunque a veces soy consciente de Tu presencia, ayúdame a serlo más. Quiero incluirte en todas mis actividades. Quiero conversar más contigo. ¡Qué bueno es saber que no solo puedo comunicarme contigo para alabarte y pedirte favores, o para escuchar Tus susurros en mi corazón, sino también para hablarte como al íntimo Amigo que eres! Comentarte cosas, expresarte mis sentimientos… en pocas palabras, compartir mi vida contigo.
Te agradezco que no tenga que ganarme Tu amor a pulso. Me lo ofreces porque me quieres, independientemente de lo que yo haya hecho o vaya a hacer. No lo condicionas a las circunstancias ni a lo que pueda pasar. Tu amor no depende de esos factores. Antes que yo te amara, Tú ya me amabas[15].
Publicado en Áncora en septiembre de 2021. Leído por Gabriel García Valdivieso.
[1] Juan 14:23 (NVI).
[2] V. también Efesios 3:14–21.
[3] 1 Juan 4:19 (NVI).
[4] Salmo 42:1,2 (NVI).
[5] https://www.cslewisinstitute.org/Biblical_Foundations_for_Growing_in_Intimacy_with_God.
[6] Marcos 10:27.
[7] Salmo 150:6 (NBLH).
[8] Marcos 12:30.
[9] RVC.
[10] Juan 15:5 (RVC).
[11] Mateo 5:14,16 (RVC).
[12] Filipenses 2:15,16 (DHH).
[13] Oseas 2:19.
[14] Juan 15:5.
[15] 1 Juan 4:19.
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