Esperanza en medio de la oscuridad

septiembre 9, 2021

María Fontaine

[Hope in the Darkness]

Un día estaba respondiendo correspondencia que me había enviado un misionero de LFI que se encuentra en un país muy pobre. Mientras dictaba mi respuesta, tuve el deseo apremiante no solo de escribirle a él sino también de escribir una carta a las personas que apacienta. Pensé en cómo sería estar en la miseria y tal vez no tener suficiente comida ni dinero para matricular a los hijos en el colegio, y que quizá no tenían muchas otras cosas que muchos consideramos que son necesidades de la vida.

Me pareció que Jesús quería decirles algo. No me puse a pensar antes de hacerlo, solo empecé a escribir. El siguiente mensaje es lo que el Señor dio para ellos.

Un mensaje de esperanza

Si estás sufriendo, este es un mensaje de esperanza para ti, un mensaje para decirte que vienen tiempos mejores. Así pues, ¡ánimo!, no te rindas. Si aceptas el amor de Quien murió por ti para darte una mejor vida, algún día podrás vivir con Él en Su hermoso hogar eternamente, como un integrante de Su familia, sin que haya más sufrimiento… nunca más.

La vida es difícil; no hay duda. Sin embargo, hay alguien a quien puedes consultar cuando tomes decisiones que parecen muy difíciles. Hay alguien a quien puedes acudir cuando se te parte el corazón y necesitas un amigo que solo se siente a tu lado y te tome la mano. Hay alguien que te apoyará en los tiempos malos y que estará a tu lado en los buenos tiempos. No solo eso, hay alguien que ha prometido tomar todo lo malo que te suceda y hacer que al final resulte en algo bueno.

La Biblia lo describe como «varón de dolores, experimentado en quebranto»[1], alguien que ha sufrido el mayor de todos los sufrimientos y que entiende tu más intenso dolor emocional y físico. Él es todo lo que podrías desear en un amigo, consejero, guía, maestro y padre. Es Jesús, el Hijo de Dios.

El amor de Dios es interminable, sin límites. Es más alto que la montaña más elevada, más hondo que el mar más profundo. Está en todas partes, y siempre, ¡y no hay nada parecido! ¡Es formidable, magnífico y todo lo abarca! Es demasiado grande como para que lo entendamos completamente.

Sin embargo, Dios quiso que experimentáramos este amor enorme. Así pues, ¡nuestro extraordinario Creador tenía un plan! Puso todo ese amor, toda esa compasión y toda esa comprensión en Su Hijo Jesús. Luego, lo envió a la Tierra a vivir como nosotros. Jesús llegó como un bebé a la Tierra, a experimentar las cosas que pasamos. Sin embargo, a diferencia de nosotros, Jesús era al mismo tiempo Dios y hombre.

Terminó Su misión en la Tierra cuando murió en la cruz; y fue una muerte terrible. Resucitó y volvió a Su hogar celestial, con Su Padre. Estuvo dispuesto a hacer el mayor sacrificio de morir por nosotros a fin de echar nuestros pecados sobre Sus hombros y redimirnos. Lo hizo para que pudiéramos ser perdonados y supiéramos que el Padre y Él tienen por nosotros un gran amor.

«De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna»[2].

Ese amor no solo se manifiesta en el hogar celestial que Él ha preparado para ti. También al acompañarte en todas las dificultades, los desafíos, los problemas, las pérdidas que sufras y las tragedias que vivas.

Algo asombroso es que Jesús te conoce en persona. Conoce tu nombre. Conoce todos tus problemas y angustias, y Él quiere ayudarte en todo eso.

Está contigo en todo momento, y cuando le abres tu corazón, puedes oír que te habla. Quiere ser tu mejor amigo y conversar contigo. Él es todo lo bueno y hermoso, y puede ayudarte a encontrar bondad y belleza.

Es posible que experimentes la paz que Él da incluso si vives en una carpa, en una cabaña destartalada, o tal vez ni siquiera tienes un lugar donde vivir. Indistintamente de las circunstancias en que te encuentres, puedes tener alegría y esperanza.

Jesús ha prometido que si se lo pides y tienes fe, te responderá. Aunque te parezca que eres una persona pequeña y débil, puedes contar con Él. Dios promete que todo es posible para los que creen.

Si le abres tu corazón y haces que Él sea parte importante de tu vida, te responderá. Te hablará, te ayudará en tu recorrido por la vida. Puedes hallar paz, fe y fortaleza que provienen de tu confianza en Jesús como tu mejor amigo.

Independientemente de lo difícil que sea la situación, ten la certeza de que Él está ahí mismo para ayudarte a lidiar con todo eso. Dios no siempre se lleva lo malo, pero puede hacer que te resulte más fácil y ayudarte en cada dificultad que enfrentes.

Después de que hayas caminado con Él en esta vida, ¡podrás seguir caminando con Él en la otra vida, en el Cielo! Entrarás al lugar más hermoso, donde vivirás eternamente, con alegría y paz. Allí reinarán el amor y la justicia; y nunca volverás a tener dolor. Tampoco te volverán a engañar, ni a oprimir, ni volverán a aprovecharse de ti. Jamás volverás a sentir dolor ni a estar en la pobreza.

Cuando llegue el momento en que los ángeles te acompañen al Cielo, oirás a Jesús decir: «¡Lo has hecho bien! ¡Te quiero mucho! ¡Mi casa es la tuya también! ¡Entra! ¡Celebraremos juntos! ¡Eternamente!»

Espero que conozcas Su amor que todo lo abarca. Que entiendas lo importante que eres para Él. Que tengas fe en Él, que siempre está a tu lado, y que tengas Su alegría sobrenatural, sin importar las circunstancias.

Jesús te dice: «Estoy a la puerta de tu corazón y toco. Si oyes Mi voz y abres la puerta, entraré y juntos disfrutaremos de una estupenda comida»[3]. Él ha prometido entrar en tu vida y llenarla de Su alegría, paz, consuelo y salvación eterna.

Si quieres pedir a Jesús que entre en tu corazón, puedes hacerlo por medio de una sencilla oración, como esta por ejemplo:

Jesús, te necesito. Ya tienes conocimiento de todo lo que me pasa y entiendes mis dificultades. Incluso cuando no puedo ver el camino por donde voy, Tú estás conmigo. Necesito Tu presencia en mi vida. Te ruego que entres en mi corazón, que perdones mis pecados y me llenes de Tu Espíritu Santo. Amén.

Artículo publicado anteriormente en febrero de 2019. Texto adaptado y publicado de nuevo en septiembre de 2021.


[1] Isaías 53:3.

[2] Juan 3:16.

[3] V. Apocalipsis 3:20.

 

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