septiembre 1, 2021
Dios es puro y santo. Le agradan las cosas puras. Su prístina creación exhibe una pureza inigualable que nos deslumbra. Sus juicios son puros[1]. El incienso que se le ofrecía antiguamente era puro y aromático según el arte del perfumador[2]. Las lámparas del santuario ardían con aceite puro de olivas[3]. María derramó en los pies de Jesús un perfume de nardo puro[4]. Los preceptos divinos son puros y nos alumbran los ojos[5].
La santidad y la pureza están estrechamente ligadas. Para acercarse a Dios era necesario estar puro. Ahora, claro, nuestra pureza es gracias a nuestra redención propiciada a través del sacrificio que Cristo hizo por nosotros en la cruz. Él es el único capaz de limpiar nuestras impurezas y hacernos puros.
Nos pide que seamos puros de corazón y que no elevemos el alma a cosas vanas[6]. Nos enseña a discernir entre lo santo y lo profano, lo puro y lo impuro[7]. Se dedica a depurar las impurezas[8]. Nos pide que abriguemos pensamientos puros[9]. El amor fraternal nos purifica el alma, y la esperanza y la fe tienen igual efecto[10]. La ciudad en que habitaremos con Cristo es de oro puro[11].
Naturalmente hay cosas que para Dios son impuras, ofenden Su santidad y el carácter sagrado de Su creación. Hay alimentos impuros, actitudes impuras, actividades impuras de las que debemos abstenernos. El mundo genera una cantidad de líos por comer cosas impuras que causan enfermedades y la muerte misma. La pornografía, por ejemplo, es una actividad que tiene esclavizados a muchos y hace mucho daño en los matrimonios. La pureza es importante para Dios. No para volvernos puritanos —en absoluto—, sino para estar cerca del Creador de este mundo tan puro y tan bello.
«Afortunados los que tienen corazón puro, porque ellos verán a Dios»[12], decía Jesús. «Para los puros todas las cosas son puras»[13], remataba diciendo Pablo. La mente sucia, en cambio, ensucia todo el ser. Danos, Dios, esa pureza de pensamiento. No se trata de ser inmaculados, sino de percibir esos pensamientos y actitudes sucias, impuras, y rechazarlas. En la era del todo vale y del feísmo y la vulgaridadbien nos hace recordar eso. Por ejemplo, si desnudamos a una mujer con mirada lujuriosa, no solo ella se siente incómoda, sino que nos manchamos nosotros el pensamiento. La pureza admira y se deleita en lo bello, no se lo devora.
Como templo de Dios el cuerpo es sagrado. Por eso hay cosas que no debemos hacer con él, ya que Dios no lo concibió para eso. Drogarlo, digamos. O contaminarlo. Maltratarlo. Emplearlo para hacer daño. Hacer con él cosas contra natura. No debemos calumniar con la lengua ni decir mentiras. No debemos emplear las manos o la cabeza con fines destructivos. Nuestra propia oración debe ser pura, no egoísta, envidiosa ni odiosa.
Y en todo caso, cuando nos ensuciemos, purifiquémonos acudiendo a Dios que ha prometido limpiarnos. Quien es limpio es sano, reza el refrán, y no solo en sentido físico; también espiritual. Señor, danos candor, sencillez, almas puras. El apóstol nos exhorta a pensar en todo lo puro, todo lo amable[14]. No es que pretendamos alcanzar orgullosamente un estado de religiosidad; la idea más bien es procurar mantenernos puros en la medida de lo posible. Vale la pena el esfuerzo, pues así veremos a Dios[15].
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La Escritura dice: «Bienaventurados los de limpio corazón, porque verán a Dios». Nótese el orden de esta bienaventuranza. Primero se tiene un corazón puro; después se ve a Dios. Tu vida se transforma cuando tu corazón se transforma.
¿Y cómo se hace eso? Jesús esbozó el plan en las bienaventuranzas. Admites el pecado; te salvas. Confiesas tu debilidad; obtienes fuerzas. Expresas tu remordimiento; hallas perdón. Ya tienes, pues, algo positivo, y quieres más. Enseguida viene la misericordia; y cuanto más recibes, más das. Puedes estar seguro entonces de que Aquel que te creó sabe cómo purificarte, desde adentro para afuera. Max Lucado
[1] Salmo 51:4.
[2] Éxodo 30:34,35.
[3] Éxodo 27:20.
[4] Marcos 14:3.
[5] Salmo 19:8.
[6] Salmo 24:4.
[7] Ezequiel 44:23.
[8] 1 Pedro 1:7.
[9] Filipenses 4:8.
[10] 1 Pedro 1:22.
[11] Apocalipsis 21:18.
[12] Mateo 5:8 (PDT).
[13] Tito 1:15.
[14] Filipenses 4:8.
[15] Mateo 5:8.
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