La antigua y la nueva alianza

agosto 16, 2021

Peter Amsterdam

[The Old and New Covenants]

Los cristianos entendemos que la Escritura nos enseña a vivir en afinidad con la Palabra de Dios. A los creyentes se los insta a estar «llenos del conocimiento de Su voluntad en toda sabiduría y plena comprensión espiritual, para que anden como es digno del Señor a fin de agradarle en todo; de manera que produzcan fruto en toda buena obra y que crezcan en el conocimiento de Dios»[1]. Esta suerte de toque de trompeta que se hace oír en este pasaje es un llamado a aplicar a nuestra vida el conocimiento que poseemos de la sabiduría y entendimiento divinos, y así dar fruto, ahondar en nuestro conocimiento de Dios y llevar una vida digna que sea de Su agrado.

Una vida que agrada a Dios consiste precisamente en comprender lo que Dios nos enseña a través de Su Palabra y aplicar esa enseñanza. Sin embargo, ¿cómo aplicamos las enseñanzas de la Biblia a nuestra vida cotidiana? ¿Cómo sabemos si nuestras preferencias están en sintonía con las Escrituras?

Si bien los cristianos no están obligados a vivir conforme a la ley del Antiguo Testamento, los Diez Mandamientos proporcionan un marco para abordar las normas morales y éticas que atañen a los cristianos. El apóstol Pablo escribió: «Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra»[2]. Aunque la vida y muerte de Jesús cumplió la Ley del Antiguo Testamento[3], Pablo consideró que esta era útil para la instrucción de los cristianos.

Pablo reafirmó este punto cuando escribió: «Porque: “No adulterarás, no matarás, no hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás”, y cualquier otro mandamiento, en esta sentencia se resume: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.» El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la Ley es el amor”»[4].

Si bien el amor es el cumplimiento de la ley, ese amor se manifiesta evitando el asesinato, el hurto, la envidia, y acatando todos los demás preceptos positivos y negativos contenidos en la Escritura. De ahí que podemos remitirnos a ambos Testamentos, tanto al Antiguo como al Nuevo, para obtener orientación moral y ética sobre cómo llevar una vida que agrade a Dios.

La Escritura enseña que los principios éticos y morales de la Biblia se basan en el carácter moral de Dios y que debemos imitar el carácter de Dios. Dios es bueno, justo, amoroso, santo, fiel, veraz, clemente y más. Es moralmente perfecto y se regocija viendo Sus cualidades morales reflejadas en nosotros: «Así como Aquel que los llamó es Santo, así también sean ustedes santos en toda su manera de vivir»[5]. «Ya ustedes se han despojado de la vieja naturaleza y de sus hechos, y se han revestido de la nueva naturaleza, que se va renovando a imagen del que lo creó hasta el pleno conocimiento»[6].

Leemos en el Antiguo Testamento que vendría un nuevo pacto o alianza. «“Vienen días”, declara el Señor “en que haré con la casa de Israel y con la casa de Judá un nuevo pacto”»[7]. El Nuevo Testamento explica que el pacto mosaico iniciado cuando Dios reveló a Moisés los Diez Mandamientos llegó a su fin al momento de la muerte de Jesús y que desde entonces los cristianos vivimos bajo una nueva alianza.

La noche antes de morir, Jesús habló a Sus discípulos sobre el nuevo pacto. En el Evangelio de Lucas leemos:

«Tomó pan y, habiendo dado gracias, lo partió y les dio diciendo: —Esto es Mi cuerpo que por ustedes es dado. Hagan esto en memoria de Mí—. Asimismo, después de haber cenado, tomó también la copa y dijo: —Esta copa es el nuevo pacto en Mi sangre que por ustedes se derrama»[8].

La antigua alianza se dio por terminada y la nueva alianza entró en vigor cuando Jesús murió en la cruz[9]. La epístola a los Hebreos alude al nuevo pacto catalogándolo de superior, con un nuevo sumo sacerdote, Jesús. «Jesús ha llegado a ser el que garantiza un pacto superior»[10]. El antiguo pacto, que incluía las Leyes de Moisés, fue sustituido y ya no tiene vigencia para los cristianos. Pablo dio a entender eso claramente cuando dijo: «Ahora estamos libres de la Ley, por haber muerto para aquella a la que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra»[11].

A lo largo del Nuevo Testamento encontramos otros pasajes que sostienen explícitamente que los cristianos no estamos atados por ciertas leyes veterotestamentarias (del Antiguo Testamento). Los cristianos no tienen que circuncidarse[12]. Los cristianos no tienen que ofrecer sacrificios de animales en el templo. Más bien «ofrezcamos siempre a Dios sacrificio de alabanza»[13] y presentemos nuestros «cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es [nuestro] culto racional»[14]. No hace falta que guardemos el sábado ni ninguna otra festividad religiosa[15]. Tampoco estamos atados a las leyes mosaicas de alimentación, que declaraban impuras ciertas comidas y prohibían su consumo. Jesús derogó las leyes alimenticias y declaró puros todos los alimentos[16].

Tampoco estamos obligados a seguir las leyes veterotestamentarias que regulaban los asuntos del gobierno civil de Israel. El pacto mosaico estableció claras diferencias entre la nación judía y otras naciones del mundo. Dios les asignó leyes para los tribunales, los jueces y el cumplimiento judicial, y determinó las sanciones que se aplicarían a los infractores. Los cristianos no estamos sujetos a esas leyes; en cambio, se nos insta a obedecer a los gobiernos civiles de los países en que residimos[17].

Siendo que Jesús cumplió la Ley del Antiguo Testamento, esta ya no es obligatoria para los cristianos. Ahora bien, aunque los autores del Nuevo Testamento entendían que la Ley Mosaica había sido cumplida en Cristo y que esta no tenía obligatoriedad legal para los cristianos, así y todo se remitían a ella como fuente de valiosa sabiduría y orientación para llevar una vida acorde con los principios divinos.

El apóstol Pablo escribió: «Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra»[18]. Señaló que «las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que, por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza»[19]. «Estas cosas les sucedieron como ejemplo, y fueron escritas como enseñanza para nosotros, para quienes ha llegado el fin de los siglos»[20].

A lo largo del Nuevo Testamento encontramos enseñanzas que citan o aluden a los Diez Mandamientos, con la excepción del cuarto acerca de guardar el sábado:

Primer mandamiento: «No tendrás otros dioses delante de Mí»[21]. Pablo hizo esta afirmación cuando escribió que la gente pecaba «honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador»[22].

Segundo mandamiento: «No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo ni abajo en la tierra ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás ante ellas ni les rendirás culto, porque Yo soy el SEÑOR tu Dios, un Dios celoso»[23]. Sobre este tema, Pablo escribió: «Pretendiendo ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por imágenes de hombres corruptibles, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles»[24].

Tercer mandamiento: «No tomarás en vano el nombre del SEÑOR tu Dios, porque el SEÑOR no dará por inocente al que tome Su nombre en vano»[25]. El apóstol Pedro escribió: «Aquellos blasfeman en asuntos que no entienden. Como animales irracionales, se guían únicamente por el instinto. Lo mismo que esos animales, perecerán también en su corrupción»[26].

Cuarto mandamiento: «Acuérdate del día sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero el séptimo día será sábado para el SEÑOR tu Dios. No harás en él obra alguna»[27]. No se reitera que el mandamiento de guardar descanso el sábado sea una obligación para los cristianos.

Quinto mandamiento: «Honra a tu padre y a tu madre»[28]. Pablo citó este mandamiento por entero en Efesios 6:2,3. En otros pasajes aduce que quienes deshonran a sus padres pecan[29].

Sexto mandamiento: «No cometerás homicidio»[30]. Varias veces en el Nuevo Testamento, el homicidio o asesinato está incluido en la lista de pecados. Por ejemplo, en palabras de Jesús: «Del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias»[31].

Séptimo mandamiento: «No cometerás adulterio»[32]. Este mandamiento se repite textualmente en la epístola a los Romanos como también en la epístola de Santiago[33].

Octavo mandamiento: «No robarás»[34]. Pablo citó este mandamiento en su epístola a los Romanos (Romanos 13:9), y a lo largo de las epístolas encontramos otros versículos que ilustran este mandamiento[35].

Noveno mandamiento: «No darás falso testimonio contra tu prójimo»[36]. Aunque este mandamiento no se repite textualmente en el Nuevo Testamento, diversos versículos sí hablan en contra de la mentira y las falsedades. «Dejen de mentirse los unos a los otros, puesto que han desechado al viejo hombre con sus malos hábitos»[37].

Décimo mandamiento: «No codiciarás la casa de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea de tu prójimo»[38]. Cuando Pablo escribió sobre pecados específicos, dijo: «Hagan morir lo terrenal en sus miembros, [...] malos deseos y la avaricia»[39].

Aunque el Nuevo Testamento enseña que la Ley Mosaica se ha cumplido y que los cristianos no están obligados a seguir la Ley, también pregona que los principios inscritos dentro de los Diez Mandamientos sirven de instrumento didáctico para indicar qué conductas agradan a Dios y cuáles le desagradan.

Artículo publicado anteriormente en octubre de 2018. Texto adaptado y publicado de nuevo en agosto de 2021.


[1] Colosenses 1:9,10 (RVA-2015).

[2] 2 Timoteo 3:16,17.

[3] Mateo 5:17,18.

[4] Romanos 13:9,10.

[5] 1 Pedro 1:15 (NBLH).

[6] Colosenses 3:9,10 (RVC).

[7] Jeremías 31:31 (NBLH).

[8] Lucas 22:19,20 (RVA-2015).

[9] 2 Corintios 3:10-14.

[10] Hebreos 7:22 (NVI).

[11] Romanos 7:6.

[12] 1 Corintios 7:18,19.

[13] Hebreos 13:15.

[14] Romanos 12:1 (NBLH).

[15] Colosenses 2:16,17.

[16] Marcos 7:14,15.

[17] Romanos 13:1,2; 1 Pedro 2:13,14.

[18] 2 Timoteo 3:16,17 (NVI).

[19] Romanos 15:4.

[20] 1 Corintios 10:11 (NBLH).

[21] Éxodo 20:3 (RVA-2015).

[22] Romanos 1:25.

[23] Éxodo 20:4,5 (RVA-2015).

[24] Romanos 1:22-23.

[25] Éxodo 20:7 (RVA-2015).

[26] 2 Pedro 2:12 (NVI).

[27] Éxodo 20:8–10 (RVA-2015).

[28] Éxodo 20:12 (RVA-2015).

[29] 2 Timoteo 3:2.

[30] Éxodo 20:13 (RVA-2015).

[31] Mateo 15:19.

[32] Éxodo 20:14 (RVA-2015).

[33] Romanos 13:9, Santiago 2:11.

[34] Éxodo 20:15 (RVA-2015).

[35] Santiago 5:4, Tito 2:9,10.

[36] Éxodo 20:16 (RVA-2015).

[37] Colosenses 3:9 (NBLH).

[38] Éxodo 20:17 (RVA-2015).

[39] Colosenses 3:5 (NBLH).

 

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