julio 5, 2021
«Dichosos los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios». Mateo 5:9[1]
La guerra se manifiesta por doquier en el planeta: llantos desesperados, el fragor de los disparos, las bombas que caen y el humo que asciende, los desplazados y los moribundos, los despojados de esperanza. En tiempos de guerra y enfrentamientos civiles, todos sufren. Pueblos y etnias se distancian cada vez más entre sí.
Lloro por los muertos y por los vivos. Lloro por la gente del mundo que prefiere el mal al bien. Lloro por los que sufren a consecuencia de males cometidos por otros, mientras se levanta nación contra nación, una etnia contra otra, ricos contra pobres y partido contra partido.
Las guerras son el fruto de decisiones humanas y el deseo de poder, de optar por el mal. En la guerra ninguna de las partes gana. Todos pierden. Se pierden numerosas vidas y muchas más quedan destrozadas. La guerra arrasa países, arruina economías, deja una estela de vidas destruidas y multiplica el sufrimiento y el dolor. Los niños pierden la inocencia; los jóvenes, la alegría de la juventud y los ancianos pierden la paz en el crepúsculo de su vida. Todos salen perdiendo en la guerra.
También pierden los que hacen la guerra y creen haber ganado, pues el que a hierro mata a hierro muere[2]. Los que siembran el mal cosecharán en el mundo venidero el fruto del mal. Los de espíritu belicoso y los asoladores de la tierra, no prosperarán.
Mi amor es el antónimo de las guerras del hombre. El amor y la salvación son los dones de los que me valgo para redimir y salvar vidas, para ayudar a las personas a vivir, prosperar y estar en paz unas con otras. En el mundo venidero no habrá más muerte ni agonía. No habrá más sufrimiento, asesinatos ni muerte. Cuando regrese, como prometí, instauraré la justicia en la Tierra.
El mundo entero está en guerra en una batalla cósmica entre el bien y el mal, lo moral y lo inmoral, el amor y el odio, la justicia y el abuso, la felicidad y el sufrimiento, la vida y la muerte. Lamentablemente, muchos no ven la guerra que los rodea, sino que se han vuelto satisfechos de sí mismos y no les interesa la difícil situación de otros. Para que el mal prospere en este mundo basta con que los buenos no se definan y permanezcan indiferentes.
He dicho que los que procuran la paz son bienaventurados, pues serán llamados hijos de Dios y heredarán la Tierra. Haz tu parte para labrar una paz en el mundo de hoy, una paz interior que te fortalecerá cualesquiera que sean las circunstancias en que te encuentres.
Puedes promover la paz verdadera al emplear medios mucho más poderosos que las armas utilizadas por los ejércitos de este mundo. Me refiero a la fe, al amor, a la compasión, a las palabras amables y a los actos de bondad.
No creas que no lograrás dejar huella. Una sola persona, con el poder de Mi amor, puede influir notablemente. Puedes cambiar tu parte del planeta, el mundo que te rodea, al dirigir a la gente a la verdadera paz y a Mi salvación.
«¿De dónde vienen las guerras y los conflictos entre ustedes? ¿No vienen de las pasiones que combaten en sus miembros?» Santiago 4:1[3]
El cielo está entoldado, oscurecido por nubarrones de humo. La tierra se ha teñido de rojo por la sangre de los inocentes atrapados en las llamas y los tormentos de la guerra. ¿Qué causa justifica tan elevado costo en vidas humanas? ¿Se corrigen las injusticias de un régimen con las de otro?
Ningún ejército puede afirmar que está del bando de los buenos. La guerra, la muerte y la destrucción nunca son parte de Mi plan. Los seres humanos fueron creados para trabajar juntos, en armonía, y para amarse y ayudarse mutuamente. Pero a causa del pecado, el egoísmo y la codicia, los hombres constantemente recurren a la guerra y los conflictos armados.
Los que hacen la guerra en nombre de Dios, solicitando Mi bendición para su causa, se equivocan. Los que de veras me conocen y me aman, buscarán activamente la paz. «Dichosos los pacificadores, porque serán llamados hijos de Dios»[4]. Yo llegué al extremo de decir: «Amen a sus enemigos, bendigan a quienes los maldicen, hagan bien a quienes los odian»[5].
Es ley de vida que cada uno recoge lo que siembra. Los belicosos, los ávidos de dominar, arrasar y devastar otras tierras y destruir personas, sufrirán dolor y mortandad. Todos, hombres y mujeres, darán cuenta ante Mí en el día del juicio y premiaré a los pacificadores.
Siendo como soy el Todopoderoso, podría hacer uso de Mi poder para obligar a los hombres a obrar bien; pero he concedido a la humanidad el libre albedrío. Permito que cada persona determine su destino final mediante las decisiones que toma. Yo no impongo a los demás Mi voluntad ni Mis planes.
¿Trabajas por la paz? ¿Te cuentas entre los hijos de Dios que aceptaron Mi sacrificio en la cruz para la salvación de la humanidad? Da testimonio de Mi verdad. Pídeme que te indique cuál es la parte que quiero que desempeñes a fin de dar la cara por la verdad y la justicia, y lo que puedes hacer para mejorar tu entorno.
Ruega por la paz. Ruega por los inocentes y por las víctimas de las guerras y los enfrentamientos civiles.
«Porque nos ha nacido un niño, se nos ha concedido un hijo. […] Y se le darán estos nombres: Consejero admirable, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz». Isaías 9:6[6]
En una guerra nadie gana. En cierto modo, todos pierden. Yo soy firme partidario de la paz. La guerra es consecuencia de malas decisiones de los hombres. Todos escogen. Está la opción de vivir y trabajar con miras a la paz, propugnando la paz, y la de estar al lado de los belicosos.
Yo soy soberano sobre todos los elementos de la naturaleza. Envío la lluvia, y el trueno retumba porque se lo ordeno. Mi poder alcanza esferas inexploradas por la humanidad. Aun así, no te obligo a seguir Mis caminos. Conozco tus pensamientos más íntimos. No se me escapan las intenciones de ningún corazón humano. Nada me es oculto o desconocido. No obstante, he dotado a los hombres de libre albedrío.
A los que se decidan por Mis caminos, los bendeciré. Los que prefieran obrar mal pagarán las consecuencias. Tan seguro como que el sol sale cada mañana, tarde o temprano lo que se siembra se recoge. No haré la vista gorda ni haré oídos sordos a los clamores de los pobres.
Mis caminos son caminos de amor, de humildad, de paz y armonía. Yo les pido que acudan a Mí para solucionar problemas. La paz y la libertad no se logran con más muertes, violencia y sufrimiento. Tengo soluciones para la lamentable situación internacional de estos momentos, y se las indicaré a los que busquen sinceramente Mi orientación, sin cerrar su corazón. Entre esas soluciones no está el pisotear a los débiles, hacer oídos sordos a los indefensos, explotar a los inocentes o hacer la guerra.
Soy el único que puede hacer que el mundo sea más seguro. Soy el único que puede establecer un porvenir de paz y prosperidad, lo que haré cuando vuelva a la Tierra, tal como he prometido[7].
Como enseñé a Mis primeros discípulos, pueden orar para que Mi reino venga a la Tierra como en el cielo. En Mi reino no habrá más guerra, pues soy el Príncipe de Paz.
Publicado en Áncora en julio de 2021.
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