mayo 25, 2021
«En gran manera me gozaré en el Señor, mi alma se alegrará en mi Dios; porque me vistió con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia, como a novio me atavió, y como a novia adornada con sus joyas». Isaías 61:10
En Gálatas 3 versículo 27, Pablo les dice a los creyentes que de Cristo estáis revestidos. Esta imagen de vestimenta es una metáfora favorita de Pablo[1]. Aquí, Pablo compara a Cristo con un manto.
Y esta idea de revestirnos de Cristo implica cuatro aspectos sorprendentes:
1. Nuestra identidad primordial se encuentra en Cristo. Nuestra vestimenta le dice a la gente quiénes somos. Prácticamente cada tipo de ropa es en realidad un uniforme que muestra que nos identificamos con otros del mismo género, clase social o grupo nacional. Pero decir que Cristo es nuestro ropaje es decir que no hemos hallado nuestra identidad suprema en ninguna de estas clasificaciones, sino en Cristo.
2. La cercanía de nuestra relación con Cristo. Tu ropa es más cercana a ti que ninguna otra posesión. Cuentas con ella para que te cubra en todo momento. Te acompaña a todas partes. Por eso decir que Cristo es nuestra vestimenta es llamarnos a una dependencia constante y a estar conscientes de Cristo de manera vivencial. Espiritualmente hablando, debemos experimentar Su presencia.
3. Imitar a Cristo. Llevar a la práctica la presencia de Cristo requiere que continuamente pensemos y actuemos como si estuviéramos ante Él. Una frase bíblica similar es «anda delante de Mí»[2]. Eso significa incluir a Jesús en cada aspecto de nuestra vida y cambiarlo conforme a Su voluntad y Espíritu. Debemos ponernos Sus virtudes y actos, y vestirnos como Jesús.
4. Nuestra aceptabilidad ante Dios. Por último, la vestimenta se usa como un adorno. Cubre nuestra desnudez; y Dios ha venido proveyendo ropaje para cubrir nuestra vergüenza desde la caída[3]. Decir que Cristo es nuestra vestimenta es decir que a los ojos de Dios, somos amados en virtud de la obra y salvación llevadas a cabo por Jesús. Cuando Dios nos mira, nos ve como Sus hijos porque ve a Su Hijo. El Señor Jesús nos ha dado a vestir Su justicia y perfección.
Por eso Gálatas 3:27 es una metáfora audaz y completa para toda una vida nueva. Quiere decir pensar en Cristo continuamente, hacer que Su Espíritu y carácter impregnen todo lo que pensamos, decimos o hacemos. Esto llega mucho más lejos que obedecer reglas y normas. Va más allá de una simple obediencia. Se trata de enamorarse, deleitarse y limpiarse en Él. El cristiano no necesita guardar la ley de Moisés de manera adicional para recibir o mantener una aceptación plena por parte de Dios. El cristiano está revestido de Cristo. Timothy Keller[4]
«La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz». Romanos 13:12
Ya hemos pasado de las tinieblas a la luz. Hemos sido transferidos del dominio de la oscuridad al reino de Cristo. Somos nuevas criaturas en Cristo. Lo que queda es que nos vistamos, vivamos y luchemos en consecuencia. El ropaje y la lucha no nos convierten en hijos de luz. Muestran que somos hijos de luz.
Esto se hace evidente en el libro de Romanos. Primero arreglamos las cosas con Dios por la fe en lo que Cristo ha hecho. Luego nos vestimos, vivimos y luchamos como corresponde. Esto se hace aún más evidente en otros dos lugares donde Pablo habla de ponernos las vestiduras del creyente.
Escuchemos lo que dice Colosenses 3:12: «Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia». Ya somos escogidos de Dios, santos y amados por Dios. Por eso añade, pongámonos el carácter que refleja nuestra nueva identidad.
Y el otro lugar en todo el Nuevo Testamento donde Pablo habla de vestirnos de Cristo lo describe como algo que ya está hecho. Gálatas 3:27, «porque todos los que habéis sido bautizados, de Cristo estáis revestidos». El bautismo es una representación de lo que ocurre por fe en la conversión. Y lo que ocurre es que nos vestimos de Cristo de una vez y para siempre. Lo cual significa que el mandamiento para revestirnos de Cristo es un llamado a convertirnos en lo que somos: que estamos revestidos de Cristo.
Por eso, mientras avanzamos, tengamos en cuenta que ponernos la armadura de luz o vestirnos de Cristo como en los versículos 12 y 14 (de Romanos 13) no son instrucciones para que nos volvamos a convertir a Cristo. Pablo nos llama a ser lo que somos en Cristo: hijos de luz, hijos del día. Ahora vistámonos, vivamos y luchemos como tales.
«Vistámonos del Señor Jesucristo» significa llevarlo como un distintivo que nos da derecho a todos los recursos del cielo que nos hagan falta para hacer Su voluntad. Quiere decir revestirnos de Él como el mejor sistema intercomunicador que jamás haya existido a fin de tener una comunicación constante con aquel a quien amamos más que a nadie y quien es en sí mismo todo lo que necesitamos. «Vestirse del Señor Jesucristo» quiere decir confiar y esperar en Él y apreciarlo por todas esas cosas.
La noche está avanzada, el día está a mano; saquémonos los pijamas del pecado y pongámonos la armadura de luz. La vida del cristiano no trata solo de despertarse; supone entrar en guerra. La armadura de luz es fe, esperanza y amor. Por tanto, depositemos nuestra fe y esperanza en Jesús y en nuestro amor por Él, lo cual significa revestirnos del Señor Jesucristo. John Piper[5]
Colosenses 3:12 dice: «Por lo tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de afecto entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia»[6]. Todas esas son palabras clave en lo que se refiere a nuestras interacciones con las personas, sin importar cuál sea su condición o apariencia. De eso se trata el ser cristiano.
Dios necesita que seamos amables con las personas con las que nos encontramos. Necesita que les demostremos que son especiales a Sus ojos. Nuestras acciones son capaces de hacer que las personas se sientan importantes, valoradas y respetadas. Tito 3:1-2 dice: «… deben estar dispuestos a hacer lo bueno; a no hablar mal de nadie, sino a buscar la paz y ser respetuosos, siendo amables en su trato con todo el mundo».
También hay algunos versículos en Filipenses que me han servido como recordatorios y me han orientado a través de los años cuando mi inclinación a actuar de manera cínica y soberbia delante de los demás amenazaba con superar mi capacidad de demostrar bondad y mansedumbre. Están en Filipenses 2:3-7:
«No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos [velando] no solo por sus propios intereses sino también por los de los demás. La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo de qué sacar ventaja. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturalezade siervo y haciéndose semejante a los seres humanos».
Me he concentrado en procurar seguir el magnífico ejemplo de Jesús de adoptar la naturaleza de siervo. No siempre resulta fácil eso de ser humilde, pero podemos confiar en quien nos ha llamado para empoderarnos mediante Su Espíritu y ser revestidos de bondad y humildad. Toni Preston
«Vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne». Romanos 13:14
«¿De quién es el vestuario?» Es una pregunta que los periodistas a menudo hacen a las celebridades en la alfombra roja en Hollywood, para saber de qué diseñador o diseñadora es la ropa que llevan puesta. La ropa que usamos dice mucho de nosotros. El vestuario puede reflejar el humor de la persona, sus prioridades, estatus socio económico, incluso valores. Nuestra ropa con frecuencia dice mucho de nuestra personalidad o estilo de vida, de nuestro humor, causas sociales, nuestra fe, equipos deportivos favoritos o interés musical. El atuendo puede decir muchas cosas hoy en día. Y la falta del mismo también expresa algo.
En el mundo antiguo, la ropa tenía expresiones similares. El Nuevo Testamento utiliza metáforas de prendas de vestir para describir diversos aspectos de nuestra relación con Dios. Pablo escribe a los colosenses:
«Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros si alguno tuviera queja contra otro. De la manera en que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos»[7].
Debemos vestirnos cada día de compasión hacia los afligidos, los destituidos y angustiados. Debemos revestirnos de bondad hacia nuestros semejantes. Usar el ropaje de la humildad para que el orgullo no sobrepase nuestra ambición.
Debemos vestirnos de mansedumbre para que «ante cualquier injuria o provocación que podamos recibir», nos refrenemos de «devolver mal por mal, ni maldición por maldición, ni resentirnos ante cualquier daño que nos puedan causar». Necesitamos vestirnos de paciencia para soportar pruebas y dificultades imprevistas, perdón para protegernos de la amargura y amor para que el mundo sepa que somos verdaderamente Sus discípulos[8].
No podemos escoger el mundo en el que amanecemos cada mañana, pero no cabe duda que podemos escoger cómo nos vestiremos para el éxito. Escojamos sabiamente del guardarropa que Cristo ha preparado para nosotros. Jimmy Larche[9]
Publicado en Áncora en mayo de 2021.
[1] V. Romanos 13:12; Efesios 4:24; Colosenses 3:12.
[2] V., por ejemplo, Génesis 17:1; Salmo 56:13.
[3] V. Génesis 3:7, 21.
[4] Timothy Keller, Galatians for You (The Good Book Company, 2013).
[5] https://www.desiringgod.org/messages/put-on-the-lord-jesus-christ-part-2.
[6] NVI.
[7] Colosenses 3:12–15.
[8] Juan 13:35.
[9] http://www.jimmylarche.com/who-are-you-wearing-clothed-in-christ.
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