Apariencia y valores eternos

mayo 11, 2021

Recopilación

[Appearance and Eternal Values]

No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven, pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.  2 Corintios 4:18[1]

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Para Dios, es importante la apariencia física porque revela la gloria de Su capacidad creativa. Así pues,  deberíamos apreciar la belleza que Dios nos ha dado como parte de Su creación más compleja y asombrosa. Dios nos creó a cada uno[2] para vernos como nos vemos, por Sus razones, que son perfectas. A pesar de nuestro mejor esfuerzo, la humanidad jamás podrá acercarse a la belleza y majestuosidad de Dios. Nuestro cuerpo fue formado a Su imagen. Aunque no lo podemos entender, reflejamos la belleza de Dios. Ninguna pintura, escultura, fotografía o bosquejo puede acercarse a la belleza de Dios. Él valora el aspecto en cierta medida; si no lo hiciera, todos tendríamos el mismo aspecto.

No es malo que nos fijemos y apreciemos el aspecto físico. Pero hay que recordar que Dios juzga nuestro corazón, no nuestra apariencia física. El hombre interior es una creación aún mayor. Nuestra alma nunca será destruida, vivirá para siempre. Asimismo, en nuestro corazón hay muchos pensamientos y sentimientos, reflejo de las complejidades de Dios.

No debemos caer en la trampa de creer que nuestra apariencia debe ser motivo de orgullo o envidia. Nuestra verdadera belleza debe venir del interior, no de la belleza carnal por la que el mundo nos juzga. En 1 Pedro 3:3-5 (NVI), él dice a las esposas: «Que su belleza sea más bien la incorruptible, la que procede de lo íntimo del corazón y consiste en un espíritu suave y apacible. Esta sí que tiene mucho valor delante de Dios. Así se adornaban en tiempos antiguos las santas mujeres que esperaban en Dios. […]

Deberíamos ser humildemente conscientes de nuestra apariencia en lugar de actuar para ajustarnos a las normas del mundo. Mateo 23:12 (RVC) dice: «El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido». Y Santiago 4:6 (NVI) dice: «Dios se opone a los orgullosos, pero da gracia a los humildes».

Debemos tener cuidado con lo que nos aleje de Dios, lo que incluye el gran hincapié que el mundo pone en las apariencias. Dios no quiere que amemos al mundo ni nada de lo que hay en él[3]; tampoco debemos pensar como el mundo[4]. En una creación sumamente diversa, Dios nos ha mostrado Su asombroso poder, belleza y amor. Debemos ser humildes y no… [adorar] a la creación en vez de al Creador[5]Tomado de gotquestions.org[6]

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¡Te alabo porque soy una creación admirable! ¡Tus obras son maravillosas, y esto lo sé muy bien!  Salmo 139:14[7]

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Judy Garland, una de las conocidas estrellas del cine norteamericano, dijo en cierta ocasión: «Procura convertirte en una mejor versión de ti mismo; no en copiar de manera mediocre a alguien más». Asistí a la fiesta de unos amigos. Estando allí, me sorprendí al notar que muchos nos obsesionamos con nuestro aspecto. Nos adornamos con ropa a la moda, decimos las palabras indicadas y sonreímos como es debido. Sin embargo —en muchas ocasiones—, desatendemos nuestro verdadero ser interior, nuestros valores, nuestro carácter, nuestro espíritu. Hoy en día se valoran más las fachadas y apariencias que lo que es realmente importante: una sólida y firme vida interior que no se venga abajo ante la primera tormenta fuerte.

Uno de los motivos por el que nos escondemos tras fachadas puede ser que no nos sentimos del todo a gusto con la persona que somos. Nos asusta la desaprobación de nuestros pares, por lo que intentamos vernos mejor ante ellos. Alteramos rasgos de nuestra personalidad —la forma en que caminamos, hablamos, actuamos o nos vestimos— en un esfuerzo por caer bien a la gente.

A veces miramos a quienes parecen gozar de mayor popularidad y pensamos que si nos viéramos como ellos, los demás nos querrían más y nuestra vida sería mejor. Copiamos su forma de ser, su manera peculiar de vestir, su actitud, su estilo, hasta conformarnos con ser una réplica de otra persona en vez de mostrarnos como somos, con toda nuestra singularidad.

Nuestras fachadas son solo una cara linda, tras la cual se oculta una vida que deja mucho que desear: una vida hueca, vacía, producto de estimar las apariencias en vez de dar importancia a lo sólido, resistente y de verdadero valor. ¿No sería mejor enfocar toda esa energía en invertir en quienes realmente somos y estamos destinados a ser?

La vida no consiste en construir una imagen perfecta —una fachada— para impresionar a otros. Se trata de descubrir el propósito que Dios ha determinado para cada uno y vivirlo al máximo. Se trata de descubrir los maravillosos dones que Dios nos ha dado y perfeccionarlos hasta alcanzar nuestro verdadero potencial, de modo que lleguemos a ser todo aquello para lo que Dios nos creó.

Dios nos ha hecho a cada uno tal como quería. Nos ha provisto de una serie de habilidades y destrezas, las cuales espera que cada uno desarrollemos individualmente. El rey David alabó a Dios en el Salmo 139:14. Dijo «prodigio soy»[8]. La Nueva Versión Internacional lo traduce así: «Te alabo porque soy una creación admirable. ¡Tus obras son maravillosas!» En otras palabras: somos criaturas fenomenales. Eso significa que Dios hizo un trabajo espectacular cuando nos creó.

No pretendo minimizar la importancia del cuidado personal y de cuidar la apariencia. Arreglarse bien y vestirse con esmero es importante. En la mayoría de ocasiones, las personas juzgan a otras de acuerdo a su apariencia; por eso no debemos descuidar la imagen personal. Sin embargo, la vida no se limita únicamente a lo que los demás pueden ver. Si bien es importante cuidar de nuestro exterior, nuestra máxima prioridad debería ser acicalar nuestro ser interior. Jesús en cierta ocasión espetó a los fariseos: «Son como sepulcros blanqueados; por fuera lucen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de podredumbre»[9]. Una imagen horripilante. Con ello Jesús daba a entender que no basta con verse bien de puertas afuera, tanto en apariencia como en acciones. Nuestro ser interior también debe limpiarse y embellecerse.

Algunas preguntas que todos podríamos hacernos son: ¿Cómo soy por dentro? ¿Cuáles son mis valores? ¿Qué considero importante? ¿Defiendo y procuro vivir de acuerdo a mis principios morales? (Los valores en este caso podrían ser defender a los débiles o indefensos, no hablar a espaldas de otras personas ni ridiculizarlas, esforzarse por ser amable y animar a otros, dedicar tiempo a la oración y a interceder por otros.) ¿Cuáles son mis temas favoritos de conversación? (Tengamos en cuenta que las cosas que hablamos son las que nos brotan del  corazón.) ¿Cuándo fue la última vez que dediqué tiempo a alguien? ¿Cuándo fue la última vez que intimé con Jesús y le pedí que modificara un aspecto de mi naturaleza, a fin de ser más como Él?

¿Qué creen que ocurriría si dejáramos de procurar vernos bien y en cambio nos concentráramos en obrar bien? ¿Y si cada uno decidiéramos ser la mismísima persona que Dios quiso que fuéramos? ¿O si decidiéramos ser una versión absolutamente fenomenal de nosotros mismos y dejar de preocuparnos por emular a otros?

Los animo a emplear los dones que Dios les ha proporcionado a fin de que no solo lleguen a ser personas atractivas exteriormente, sino que también por dentro sean las personas que Dios quiere que sean.  Marie Story

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Lo que se ve es pasajero, mientras que lo que no se ve es eterno.  2 Corintios 4:18[10]

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No fijes la mirada en lo que se ve, sino en lo que no se ve. Dedicas demasiado tiempo y energía mental a pensar en cosas triviales: asuntos superficiales que no tienen ningún valor en Mi reino. El sentido de la vista es un extraordinario regalo de Mi parte; sin embargo, si lo utilizas mal puede convertirse en una fuente de esclavitud. Te resulta fácil contemplarte en un espejo y verte con una exactitud deslumbrante. Eso, combinado con las imágenes publicadas en los medios de comunicación de personas que parecen perfectas, hace que le dediques demasiada atención a tu aspecto. Lo mismo puede pasar con tu hogar o tu familia. Centrarse en las apariencias distrae del placer de conocerme, lo que satisface el alma.

Cuando acudes a Mí, disfrutas de la compañía de la única Persona perfecta que haya existido. Sin embargo, Mi perfección no estaba en Mi apariencia, sino en Mi carácter divino, sin pecado. Yo soy quien puede amarte con un Amor inagotable y darte una Paz perfecta. No pierdas el tiempo pensando en trivialidades. En lugar de eso, concéntrate en Mí y recibe Mi paz.  Jesús[11]

Publicado en Áncora en mayo de 2021.


[1] RVR 1995.

[2] Jeremías 1:5.

[3] 1 Juan 2:15.

[4] Romanos 12:2.

[5] Colosenses 3:5.

[6] https://www.gotquestions.org/physical-appearance.html.

[7] NVI.

[8] Biblia de Jerusalén.

[9] Mateo 23:27 (NVI).

[10] NVI.

[11] Sarah Young, Jesus Always (Thomas Nelson, 2017).

 

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