Ánimo en medio de la tempestad

abril 29, 2021

Virginia Brandt Berg

[Encouragement in Time of Trouble]

Falleció mi querido esposo. Se fue con el Señor, y tuvo una muerte gloriosa. Su vida fue maravillosa; amaba mucho al Señor y le sirvió fielmente. Sentada junto a su lecho en sus últimos instantes, le comenté: «Cariño, llevas tanto tiempo en el vestíbulo, ¡que te deben estar preparando una fabulosa recepción Allá arriba! Cuánto me gustaría estar ahí cuando te presentes delante del Señor para darte la bienvenida».

¡Quiero decirte que jamás en mi vida me alegré tanto de ser cristiana! ¡Qué tremendo privilegio es ser cristiana! El consuelo, la bendición y la paz que encontré en la hora de mayor necesidad. Estoy tan feliz de contar con la esperanza que brinda la fe en Cristo. He recibido un sinfín de tarjetas de condolencias que tenían este versículo: «Que no os entristezcáis como los que no tienen esperanza»[1].

Mientras atendía a mi esposo en el hospital, vi a personas desesperanzadas y conversé con varias de ellas. Algunos acompañaban en su lecho de muerte a un ser querido y habían perdido toda esperanza. Es espantoso morir carentes de ella.

Sin embargo, ¡ser cristiano es una maravilla! Con toda la esperanza que albergo, no puedo entristecerme como ellos. Me alegra vivir en este mundo de belleza y oportunidades, y con todo lo hermoso que nos rodea, pero al mismo tiempo también es un mundo lleno de pecado, sufrimiento, dificultades y muerte. Creo que sin Jesucristo, sin ser cristiano, la vida no tendría ningún sentido.

Doy gracias a Dios hoy por Su bendita Palabra que nos sostiene en la hora de dificultad. Esas preciosas escrituras han consolado mi corazón y elevado mi espíritu; pareciera que han sido escritas para mí.

Agradezco a Dios Su espléndido plan de redención y que por medio de él, tengo certeza de que volveré a encontrar a mi amado esposo en el Cielo. Dios ideó ese plan desde la fundación del mundo. Ahora, aunque pecamos, podemos ser justificados, y aunque morimos, viviremos de nuevo.

Gracias a Dios por la sangre que derramó Jesucristo, el Hijo de Dios, que nos limpia de todo pecado si creemos y nos arrepentimos. También le doy gracias por el extraordinario mensaje del evangelio, las buenas nuevas que proclaman que Jesús murió por nuestros pecados, que fue sepultado y al tercer día resucitó para justificación nuestra. ¿Tú ya has experimentado eso? ¿Lo has puesto a prueba a Él y Su Palabra? ¿Cuentas con esa bendita esperanza?

¿Vives en la Palabra y es la lámpara a tus pies que te ayuda en los momentos difíciles? Porque, amigo mío, esos momentos siempre llegan. Si todavía no has atravesado aguas profundas, ten por cierto que algún día lo harás. Y la muerte nos llega a todos. La Palabra lo dice muy claro: «Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez»[2]. Gracias a Dios por Su preciosa Palabra, que alumbra nuestro sendero. Cuando realizamos un viaje peligroso y llegamos a las aguas de muerte, no tenemos miedo; tenemos a Jesucristo.

Pareciera que el Señor nos otorga una dispensación especial de gracia, gloria y bendición cuando más la necesitamos. No la da por adelantado, sino en el momento más oscuro. Él siempre viene a nuestro encuentro. Cuando llegue la hora, contaremos con una dispensación especial de gracia, bendición y consuelo.

Con frecuencia, me reclinaba sobre el lecho de mi esposo y le cantaba. No poseo una voz extraordinaria, pero son unos himnos preciosos, y a él le encantaba esta estrofa de Qué base más firme.

No temas ni desmayes, que contigo estoy.
Pues Yo soy tu Dios y Mi ayuda te doy.
Yo siempre te esfuerzo, te sustentaré.
Mi diestra omnipotente te ha de sostener.
Cuando pases por las aguas te pediré que sigas adelante,
los ríos del pesar no te anegarán pues estaré contigo en todo instante.
Tus pruebas y dificultades son para bendición
y el más profundo pesar otorgará santificación.

Atribuido a John Keith, 1787

¡Y nos sostuvo de manera estupenda! Su gloria embargó nuestro corazón y comprobamos que Su Palabra es auténtica y veraz. Sabemos que cuando lleguemos a aguas profundas, no nos anegarán.

Quiero que conozcas a Jesús, pues será tu único consuelo en la adversidad. Sin Él en nuestro corazón, la vida no tiene sentido ni tampoco alcanzaremos la plena satisfacción. Dijo que vino para que tuviéramos vida, y vida en abundancia. Qué gran verdad.

Con Jesús, disfrutamos de vida abundante. ¿Qué te parece si ahora mismo te preparas para lo que mi esposo ha experimentado? Así tendrás paz y no tendrás temor de la muerte. Dios en Su Palabra afirma que hay personas que toda su vida están bajo esclavitud por temor a la muerte. Sin embargo, puedes librarte del temor[3].

Entre las páginas de la Biblia de mi esposo, descubrí este poema escrito por una misionera en China:

¿Temor de qué?
¿De sentir cómo Su Espíritu nos libera?
¿De pasar del dolor a la paz más placentera?
¿Que se disipe en un instante
todo esfuerzo y tensión tan agobiante?

¿Temor de qué?
¿Temor de contemplar el rostro del Salvador,
de escuchar la bienvenida en Su tierna voz
y el destello de gloria eterna descubrir
que de sus heridas de gracia ha de surgir?

¿Temor de qué?
Una explosión, una colisión,
un malogrado corazón,
oscuridad, luz, Hogar celestial en un instante
una herida Suya de contraparte.

¿Temor de entrar al divino reposo?
¿De servir a Mi Maestro y Esposo,
cambiar el buen servicio por uno más primoroso?

Adaptado de un poema por E. H. Hamilton, tras escuchar que una colega misionera había sido asesinada en China en 1931

No. Mi esposo no tenía temor alguno, y tú tampoco lo tendrás porque sabrás que Él está contigo. Aunque andes en valle de sombra de muerte, Él promete que estará contigo. Su vara y Su cayado te infundirán aliento[4].

Acepta ahora mismo a Jesucristo como tu Salvador. Algo puede ocurrir en cualquier momento. A menos que aceptes al Señor como tu Salvador no estarás listo. No hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres en que podamos ser salvos[5].

Para concluir, te diré que jamás sentí más amor de parte del Señor que durante este tiempo de profunda pena, ni Su misericordia tan certera y Su gracia tan abundante. Lo alabo con todo mi corazón por cumplir Su Palabra y por Su fidelidad.

Que Dios te bendiga. Dios sigue en el trono y la oración de verdad cambia las cosas.

Texto adaptado de una transcripción del programa Momentos de meditación. Publicado en Áncora en abril de 2021.


[1] 1 Tesalonicenses 4:13.

[2] Hebreos 9:27.

[3] Hebreos 2:15.

[4] Salmo 23:4.

[5] Hechos 4:12.

 

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