abril 8, 2021
Aunque la mayor parte de mi labor de apostolado se lleva a cabo por medio de la escritura y la oración, ¡de vez en cuando Jesús me envía a alguien con quien hablar cara a cara! Me encanta esa comunicación personal, cuando puedo colocar las semillas de verdad o regarlas cuando la plantita ya está creciendo.
Esta vez fue Michael, de 12 años, que desde su patio con entusiasmo nos sonreía y saludaba con la mano a Peter y a mí al vernos en nuestro porche. Siempre le devolvimos el saludo con el mismo entusiasmo. Tratamos de hacerle ver que apreciamos su gesto amistoso. Empecé a orar por él con regularidad.
No habíamos tenido oportunidad de hablar con él, pero habíamos conversado con su mamá. Ella no tiene esposo; además, tiene otros tres hijos. Explicó que han tenido muchas dificultades en su vida, pero que se ha esforzado por criar a sus hijos para que sean felices, cariñosos y bien adaptados.
Cuando nos enteramos que esa familia debía mudarse de manera repentina, el Señor me dio el deseo de hablar un poco con ese jovencito y expresarle que al sonreírnos y saludarnos nos había animado. Pensé que sería una forma de testificarle y que tal vez sería mi última oportunidad.
Llamé por teléfono a su mamá y le pregunté si estaría bien que el chico se acercara a nuestro porche para que le expresara mi aprecio por haber sido un joven amable. Ella aceptó de inmediato. El chico llegó sonriendo, pero era bastante tímido. En seguida procuré que se relajara; y después de unos minutos ya nos reíamos y hablábamos como si nos hubiéramos conocido por mucho tiempo.
Estoy bastante segura de que el chico se preguntaba la razón por la que yo quería hablar con él. Le dije que su costumbre de saludarnos y sonreírnos al vernos nos había conmovido y animado mucho. Expliqué que contribuir a que otros sean felices es una razón muy importante por la que estamos aquí en esta Tierra. Aunque solo le tomó unos segundos saludar con la mano y sonreír, demostró que se interesaba por los demás, aunque fueran personas de más edad.
Me parecía que Michael era un chico bondadoso y que agradecía mis palabras de ánimo.
Le dije a Michael que había preparado una breve carta para él en caso de que no pudiera verlo antes de que se marchara. Sin embargo, ahora podía dársela en persona. Así que leímos juntos la carta y él la agradeció mucho. A continuación reproduzco la carta que le escribí. No es perfecta, pero fue lo mejor que podía hacer con el breve tiempo que tenía; oré con fervor para que le hablara al corazón y que fuera lo que él necesitaba. A mi juicio, el Señor se valió de esa carta.
Hola, Michael. Gracias por ser un vecino tan amable. Mi esposo y yo vamos a extrañarte. Vamos a extrañar tu sonrisa y tu saludo. Tu mamá nos dijo que eres bondadoso y positivo. Opinamos lo mismo.
Sé que es difícil mudarse; es difícil cambiar de colegio; es difícil dejar a los amigos y tener que hacer nuevas amistades.
Te recomiendo que trates de fijarte en los aspectos positivos, porque siempre hay buenas cosas que surgen de lo que nos parece malo.
Sobre todo, recuerda que tienes un Padre celestial que es el mejor padre de todo el universo. Él nunca te dejará y te ama muchísimo. Y te ayudará a fin de que tengas un futuro estupendo. Está muy feliz cuando lo amas y le das las gracias por Sus bendiciones. Está muy feliz cuando eres amable y bueno con los demás.
Y Jesús, el Hijo de Dios, quiere ser tu mejor amigo. Jesús está contigo en todo momento. A diario puedes hablar con Jesús y Él te ayudará. Habla con Él desde tu corazón. Por ejemplo, podrías decir: «Jesús, estoy muy triste porque tengo un gran problema y no sé qué hacer. Te ruego que me ayudes. Y cuando yo haya hecho todo lo que pueda, si todavía no es suficiente, te pido que me ayudes y hagas lo que yo NO PUEDA hacer».
Y cuando Él te ayude, dale las gracias sin falta. Jesús nunca te decepcionará. Siempre te amará de manera incondicional y cuidará de ti en todos los aspectos.
Recuérdame como la señora que ora por ti. Tienes muchas posibilidades, Michael, y un hermoso futuro. Estás en este mundo para contribuir a que otros sean felices. En consecuencia, ¡también estarás feliz!
Mis oraciones serán para que tengas las fuerzas y la motivación para ir en la dirección correcta en tu vida. Mis oraciones serán para que cada día tomes decisiones buenas y correctas.
Oraré por ti, para que seas digno de confianza y honorable; para que tu mamá y los que te conozcan te admiren mucho debido a tu integridad y fortaleza moral, y que seas conocido por tu bondad, amabilidad y amistad; por tu naturaleza afectuosa, tu comprensión y tu compasión por las personas que sufren.
Michael, eres un joven extraordinario. La próxima vez que te vea, espero que podamos conversar largo rato y ponernos al día con todas las novedades de lo que te haya pasado. ¡Sé que a la larga todo saldrá bien para ti! ¡Pon atención en las cosas buenas que te sucedan!
Cordiales saludos de tu amiga.
Después de pensar más acerca de ese encuentro, recordé que podemos tener una influencia importante en la vida de una persona joven por medio de nuestros actos amables y palabras de aliento.
Tal vez recuerdes a alguien que te comprendió cuando eras joven. Quizá esa persona te prestó atención cuando no tenía que hacerlo o dijo algo que te motivó a esforzarte al máximo, o a tener el mejor desempeño posible y vivir de acuerdo con lo que vio en ti.
En este sentido, hace poco alguien me dijo que un profesor le había dicho: «Creo que puedes hacer lo que sea y ser lo que sea que quieras ser si te lo propones». Señaló que siempre recordó ese comentario, y que lo motivó bastante para esforzarse por aprender a fin de ir en pos de lo que era importante para él.
Los jóvenes de verdad necesitan ánimo. Y cuando lo reciben, aunque sea un poco, puede ser muy importante en su vida. Por supuesto, si al mismo tiempo podemos hacer que se pongan en contacto con Jesús, el que puede ser su mejor amigo, eso será lo mejor que podemos hacer por ellos. Muchos adolescentes no tienen modelos de conducta que sean positivos; en muchos casos, las personas a las que más ven y oyen son estrellas de cine, músicos o adolescentes mayores. A veces ocurre que sus padres sí les dan buen ejemplo, pero en muchos casos les hace falta algo más que eso.
No cuesta mucho. Si puedes pensar en alguien joven que conozcas o que hayas conocido y a quien podrías infundir un poco de ánimo sincero, tal vez marque una gran diferencia en esa persona. Pregunta al Señor y pon atención en quién te hace pensar. Si no recuerdas a nadie, ora y pide al Señor que ponga en tu camino a alguien a quien puedas ayudar y darle consejos.
Artículo publicado anteriormente en mayo de 2018. Texto adaptado y publicado de nuevo en abril de 2021.
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