febrero 23, 2021
«No se gloríe el sabio de su sabiduría, ni se gloríe el poderoso de su poder, ni el rico se gloríe de su riqueza; pero si alguien se gloría, gloríese de esto: de que me entiende y me conoce». Jeremías 9:23,24 (NBLA)
Si alguna vez un judío tenía razón para alardear del currículum más sobresaliente en términos de origen familiar, educación y ocupación, tendríamos que decir que ese sería Pablo. Fue circuncidado al octavo día, era de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos. Aunque vivió en Tarso y Seleucia, estudió bajo la dirección de Gamaliel, un famoso maestro judío de la época; y llegó a dominar el idioma hebreo y era muy competente en el conocimiento de las Escrituras. Estudió la ley y fue un fariseo que con gran fervor persiguió a la iglesia cristiana.
Después de decir todas sus cualidades, Pablo añade: «Pero todo lo que para mí era ganancia, lo he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y aún más, yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por Él lo he perdido todo, y lo considero como basura a fin de ganar a Cristo»[1]. En ese versículo Pablo repite la palabra «pérdida». Sensatamente, considera todos sus títulos y referencias como pérdida y basura.
Pablo dejó todo «a fin de ganar a Cristo, y ser hallado en Él, no teniendo [su] propia justicia derivada de la ley»[2]. El impresionante currículum de Pablo catalogó su propia rectitud, pero la rectitud que proviene de Dios no tiene nada que ver con eso. Pablo nos recuerda que nuestra rectitud se obtiene mediante la fe en Cristo, la rectitud que viene de Dios sobre la base de la fe[3]. No es una rectitud producida, sino una rectitud recibida.
Si nuestra relación con Dios se basara en lo que hicimos, algunos tendríamos ventaja sobre otros, porque algunos son más disciplinados y seguros de sí mismos. Sin embargo, es una maravilla que mientras más débiles sabemos que somos y estamos menos seguros de nosotros mismos, más probable será que pongamos nuestra confianza exclusivamente en Dios y digamos: «Esto no es lo que yo hago por Ti, sino lo que Tú haces por mí».
Por muy sólido que sea nuestro currículum, nuestra rectitud no deriva de lo que hacemos por Dios. […] Cuando dejamos de tratar de justificarnos a nosotros mismos por medio de nuestros títulos y empezamos a creer que nuestra rectitud se encuentra en Cristo, incluso cuando consideremos como una pérdida todo lo que tenemos en la vida, habremos ganado el tesoro más valioso: haber sido hallados en Él. Brett McBride
Pablo […] no se limita a decir que en comparación con Cristo los logros según la ley son basura; es más específico. Dice que esto es superior a los logros morales y religiosos: 1) conocer a Cristo, 2) ganar a Cristo, y 3) encontrarse en Cristo.
1. Conocer a Cristo. «Y aún más, yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor»[4]. En esta frase, conocer no solo es saber que Jesús es el Señor. Es el conocimiento que impulsa a decir: ¡mi Señor! Pablo conoce al supremo Señor del universo[5] y lo reconoce como su Señor. Así pues, aquí tenemos dos aspectos de la pasión de Pablo por Cristo. Uno de ellos es el conocimiento racional y relacional con la persona más importante del universo. La mente y el corazón de Pablo están llenos de Cristo. El otro aspecto, es que Pablo pertenece a Cristo como súbdito del Señor supremo y protector. Eso es mejor que estar en la cima de un montón de humanos.
2. Ganar a Cristo. «Por Él lo he perdido todo, y lo considero como basura a fin de ganar a Cristo»[6]. Ganar significa recibir todo lo que Cristo tiene para nosotros en el Cielo, y no solo en la Tierra. Pablo ya ha dicho, «el vivir es Cristo y el morir es ganancia»[7], porque «partir y estar con Cristo […] eso es mucho mejor»[8]. […] Así pues, está claro que en parte, lo que hace que los logros humanos sean un montón de basura en comparación con Cristo es que pronto (¡y muy pronto!) Pablo va a encontrarse con el Rey y de una manera mucho más completa, íntima, sorprendente y satisfactoria que nada que haya conocido en este mundo. Y ha conocido tanto de Cristo en la Tierra, que emitió el veredicto de considerarlo basura basándose solo en eso.
3. Encontrarse en Cristo. «[…] y ser hallado en Él, no teniendo mi propia justicia derivada de la ley, sino la que es por la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios sobre la base de la fe»[9]. Pablo estaba abrumado por el hecho de que «en Cristo» —es decir, unido a Cristo solo por la fe— tenía una rectitud infinitamente mejor que todo lo que podrían ser sus logros según la ley. Pablo sabía que necesitaba una vida justa para ser aceptado por Dios y para disfrutar de todas las glorias de Cristo eternamente. En sí mismo no tenía esa rectitud. Necesitaba el regalo de la rectitud de Dios mismo. Dios se la dio en Cristo.
Por lo tanto, Jesucristo fue a la vez el tesoro que Pablo apreciaba, y quien daba el derecho para tener el tesoro. […] Solo Cristo es el fundamento de nuestra aceptación de Dios y el objetivo del deseo de nuestro corazón. Él es nuestra justicia y nuestra recompensa. En comparación con Él (conocerlo, ganarlo, ser hallado en Él), todo lo demás es basura. John Piper[10]
Nuestra verdadera ciudadanía no es de la Tierra. La Palabra de Dios dice: «Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo». Pablo decía que todas las cosas eran como nada, ¡las estimaba como pérdidas! No valían nada en comparación con lo que había recibido del Señor Jesucristo. «Y, ciertamente, aún estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo […] a fin de conocerle, y el poder de Su resurrección y la participación de Sus padecimientos, llegando a ser semejantes a Él en Su muerte»[11].
Luego, Pablo dice: «Mas nuestra ciudadanía está en los cielos»[12]. Nuestra actitud como ciudadanos del Cielo es separarnos de este mundo, no estar ligados a él. No conformarnos a este mundo, aunque estemos bien informados en cierto modo, pero debemos ser transformados al vivir en las cosas que son eternas y en la presencia del Señor Jesucristo, y vivir conforme a Su Palabra[13].
Debemos entender profundamente que vivimos para la eternidad y no para el presente. Nuestra ciudadanía celestial jamás debería ponerse en un lugar secundario. Jamás hubo una época en que los asuntos espirituales se pudieran poner tan fácilmente en un segundo lugar, las cosas temporales pueden consumir nuestros pensamientos y energías. No podemos entregarnos irreflexivamente a lo temporal porque seríamos derrotados mental y espiritualmente por todo el alboroto que nos rodea.
Si pudiéramos ver los sucesos de la vida enmarcados en el resultado final al que conducen, ¡qué cambio habría en nuestras vidas y en nuestro sentido de los valores! Que Dios nos ayude a mantener clara la perspectiva divina y a no estar tan ocupados con lo temporal que tengamos poco tiempo para lo eterno.
La Palabra de Dios nos dice en Colosenses: «Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios»[14]. Y en Hebreos 13:14 dice: «Porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir».
¿Puedes confiar que en el Señor Jesucristo puedes tener provisión de Su fortaleza, Su poder y Su sabiduría para desempeñar un papel activo en Su servicio y en los asuntos del reino celestial de donde es tu verdadera ciudadanía? Virginia Brandt Berg
Publicado en Áncora en febrero de 2021.
[1] Filipenses 3:7–8 (NBLA).
[2] Filipenses 3:8–9 (NBLA).
[3] Filipenses 3:9.
[4] Filipenses 3:8 (NBLA).
[5] V. Filipenses 2:9-11.
[6] Filipenses 3:8 (NBLA).
[7] Filipenses 1:21 (NBLA).
[8] Filipenses 1:23 (NBLA).
[9] Filipenses 3:9 (NBLA).
[10] https://www.desiringgod.org/articles/the-treasure-that-turns-treasures-to-garbage.
[11] Filipenses 3:8-10.
[12] Filipenses 3:20.
[13] Romanos 12:2.
[14] Colosenses 3:3, 2.
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